Karlos Zurutuza/IPS
MONTAÑAS DE SARLAT, Afganistán/Pakistán, 26 Dic 2014 (IPS) – Los medios de comunicación tienden a definir a Baluchistán como una región "problemática", incluso "turbulenta". Pero sería más ajustado a la verdad hablar de una guerra.
Divididos por las fronteras de Irán, Pakistán y Afganistán, los baluches habitan un territorio del tamaño de Francia que esconde enormes reservas de oro, gas y uranio. A ello se une su importancia estratégica, como encrucijada de numerosos proyectos energéticos y con 1.000 kilómetros de costa a las puertas del Golfo, que incluye un puerto de aguas profundas.
En agosto de 1947, tras la retirada británica de la región, los baluches de Pakistán declararon su independencia, tres días antes de que lo hiciera el actual país. Pero Islamabad anexionó su territorio en marzo de 1948, provocando una insurrección que dura hasta nuestros días.
IPS entrevistó a combatientes baluches en las montañas de Sarlat, un macizo rocoso en la frontera entre Afganistán y Pakistán, y equidistante de dos bastiones talibanes: Kandahar en el sureste de Afganistán y Quetta, en el suroeste de Pakistán.
Los interlocutores aseguraron haber marchado durante 12 horas desde sus bases, en el lado pakistaní de la frontera. Son cuatro: Baloch Khan, comandante del Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA), y sus tres escoltas: Hayder, Mama y Mohamad, que prefieren no dar más datos sobre su identidad.
"Esta es una zona de alta presencia talibán pero ellos usan sus propias rutas y nosotros las nuestras", explicó Khan tras las presentaciones y antes de hacer un retrato general del movimiento que engrosa.
"Hoy hablamos de siete grupos dentro del movimiento de liberación pero todos compartimos un objetivo común: la independencia de Baluchistán", matizó el comandante. A sus 41 años, lleva la mitad de su vida combatiendo en las montañas, "desde que era un estudiante".
Khan declinó pronunciarse sobre el número de efectivos del BLA, pero aseguró que el movimiento se despliega en 25 campos en Baluchistán Este, bajo control de Pakistán.
Para retratar a su movimiento armado trazó un paralelismo con otro mucho más conocido. "Simpatizamos profundamente con el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), ya que se trata de otro grupo secular que lucha por sus derechos nacionales", apuntó.
Les une, dijo, un origen común pero también un presente en el que la tierra de ambos pueblos está dividida entre varios países (Irán, Iraq, Siria y Turquía en el caso de los kurdos).
¿Podría una consulta sobre la independencia como la de Escocia ser una fórmula eficaz para Baluchistán? Khan se muestra escéptico ante la pregunta.
"Antes de un referendo de autodeterminación tendríamos que trazar unas líneas nacionales y geográficas claras. Por una parte, la región está llena de colonos; por otra, partes de Baluchistán Este quedaron en Punjab y Sindh", las dos provincias pakistaníes limítrofes, matizó el guerrillero.
Sea como fuere, acotó, "Pakistán es un país secuestrado por el Ejército y, por lo tanto, todo proceso electoral es una farsa".
Desaparecidos alcanzarían los 19.000
"Hasta 2000 ni un solo chií fue asesinado en Pakistán. Hoy Baluchistán está siendo inundado con criminales liberados de las cárceles que se unen a grupos afines a los talibanes para combatirnos", denunció el comandante. Esos grupos, aseguró, actúan "con total impunidad", algo que se añade al preocupante número de desaparecidos.
La Voz para los Baluches Desaparecidos, un grupo fundado por familiares de los afectados que aboga por la protesta pacífica, sitúa el número de ellos en 19.000 desde el año 2000.
Las cifras son imposibles de verificar, al no haberse podido realizar una investigación independiente y exhaustiva.
No obstante, en agosto la Comisión Internacional de Juristas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch hicieron un llamamiento conjunto al gobierno de Pakistán para que interrumpa una "deplorable campaña de secuestros y desapariciones sin que se informe del paradero de las víctimas".
Los grupos insurgentes baluches también han sido acusados del asesinato de civiles. En agosto de 2013, el BLA asumía la responsabilidad de la muerte de 13 individuos, apresados mientras viajaban en dos autobuses en Mach, a 50 kilómetros al sureste de Quetta, la capital de Baluchistán Este.
Fuentes gubernamentales indicaron que se trataba de civiles punyabíes que volvían a casa para celebrar el final del Ramadán, el mes de ayuno musulmán.
Pero Khan da otra versión. "De 40 individuos que viajaban en dos autobuses retuvimos a 25 y, finalmente, ejecutamos a 13 tras comprobar que tenían vínculos con las Fuerzas de Seguridad pakistaníes", aseguró, mientras desaprobó que los medios de internacionales "se nutran exclusivamente" de la prensa afín a Islamabad.
"La comunidad internacional debe entender que Pakistán es una amenaza para el mundo civilizado ¿Por qué ayudar a una serpiente que se limita a alimentar a grupos fundamentalistas por todo el mundo?", espetó el guerrillero, antes de reemprender el largo camino de vuelta a su base.
De Baluchistán a Oriente Medio
Allí "es donde más periodistas han sido asesinados en Pakistán. Los informadores locales han de autocensurarse para evitar el encarcelamiento, o algo peor", explicó a IPS Ahmed Rashid, un reconocido periodista y escritor pakistaní.
"Por otra parte, los periodistas extranjeros que intentan informar desde la provincia de Baluchistán son deportados y vetados, incluso en el caso de que escriban sobre dicho conflicto sin pisar el terreno", detalló.
Afortunadamente, el veto sobre el periodista de IPS tras haber trabajado antes en la región, no impidió el poder conversar con Allah Nazar, comandante en jefe del Frente de Liberación Baluche (BLF).
A través de un teléfono satélite, IPS consiguió contactar con este antiguo médico de Quetta.
Nazar comparte el análisis de Khan sobre el supuesto apoyo de Islamabad a grupos fundamentalistas.
"Pakistán está financiando a extremistas para combatir al movimiento nacionalista baluche. Ahora intenta utilizar la religión como instrumento para distraer la atención del movimiento de liberación baluche", explicó Nazar desde un lugar no especificado de la región de Makran, al sur Baluchistán, donde el BLF tiene sus bases.
En palabras del líder insurgente, el extremista grupo del Estado Islámico (EI) cuenta con cuatro campos de entrenamiento en el área.
"Hay uno en Makran y otro en Wadh", a 990 y 315 kilómetros al sur de Quetta respectivamente, explicó Nazar.
"El tercero está en el área de Mishk, en Zehri (a 200 kilómetros al sur de Quetta), donde hay más de un centenar de combatientes entre árabes, pastunes, punyabíes y otros gracias a la ayuda de Sardar Sanaullah Zehri, un líder tribal local. El cuarto campo está cerca de Chiltan, en Quetta", enumeró.
El líder guerrillero aseguró que los servicios secretos pakistaníes están "activando y protegiendo al EI".
"Su presencia es omnipresente entre nosotros. Incluso distribuyen panfletos en nuestras calles para difundir su visión del Islam y reclutar combatientes", denunció Nazar.
En octubre de 2014, seis comandantes talibanes de Pakistán entre los que estaba el portavoz de Tehri-e-Taliban –un movimiento "paraguas" para diferentes grupos insurgentes pakistaníes- anunciaban públicamente su lealtad al EI.
"El EI no es más que una versión actualizada de los talibanes, que despierta simpatías entre los que gobiernan Pakistán", aseguró a IPS el activista baluche por los derechos humanos Mir Mohamad Ali Talpur.
Pese a ser amenazado y atacado repetidamente por sus incómodas afirmaciones para Islamabad, Talpur insistió en que la creación de los talibenes "no es más que una muestra de una política gubernamental que no renuncia a la megalomaniaca idea de que el Islam gobierne el mundo".
Tras repetidas llamadas telefónicas y correos electrónicos, oficiales pakistaníes rehusaron hacer declaraciones a IPS sobre su supuesto apoyo a grupos islamistas.
Pero Chaudhry Nisar Ali Khan, ministro pakistaní del Interior, reconoció en octubre ante el parlamento recientemente que la base naval de Karachi, principal puerto comercial del país, registraba la actividad de grupos religiosos extremistas.
Editado por Estrella Gutiérrez