Por Nelson Encarnación
Durante la campaña electoral de 1932, en medio del infortunio de los estadounidenses producto de la Gran Depresión que estalló a finales de 1929, el candidato Franklin Delano Roosevelt presentó a sus compatriotas agobiados por haber perdido hasta lo mínimo por la crisis, lo que denominó "un nuevo trato”.
En noviembre de ese año los electores acogieron el “New Deal” y dieron a FDR un resonante triunfo frente a un Herbert Hoover que había perdido credibilidad frente a los ciudadanos, al punto que el Partido Demócrata controló el Senado 59-37 y la Cámara de Representantes por 312-123.
En su campaña, FDR hilvanó una serie de ideas sueltas como suele suceder, pero la posteridad estadounidense y mundial recordaría este planteamiento esencial: “Yo les prometo a ustedes, y me prometo a mí mismo, establecer un nuevo trato para el pueblo norteamericano”.
Hace un tiempo el ex presidente Leonel Fernández viene sosteniendo encuentros de carácter político en toda la geografía nacional, con miras a determinar si se han dado las condiciones para presentarse nuevamente como candidato en 2016.
Para el líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) parecen dadas esas condiciones, a juzgar por la frecuencia con que expresa que “los vientos siguen soplando a nuestro favor”. Y así parece.
Sin embargo, llegado el momento crucial, el doctor Fernández tendrá que volverse hacia FDR y asumir con los dominicanos “un nuevo trato”, es decir, el compromiso solemne de que si es elegido de nuevo no solo gobernará con la eficacia que se le reconoce en diversas áreas, sino algo más trascendente.
Por ejemplo, y citando a otro gran estadista, el doctor Joaquín Balaguer—mañas y entuertos aparte–, cuando regresó al Poder en 1986 proclamó en la Asamblea Nacional que no tenía compromiso con nadie “solo con Dios y con la Patria”.
No es que al asumir se alce “con el santo y la limosna”, como dice el lugar común, pero sí que los compromisos no le impidan echar de su lado a quienes abusen de su confianza.
Un nuevo trato con el pueblo dominicano supondría gobernar solo pensando en la historia, ampliar su legado, romper la mala percepción que estuvo a punto de aniquilarle políticamente, no mirar las eventuales inconductas desde arriba sino que, como los experimentados pilotos de aviones caza huracanes, adentrarse en el ojo de la tormenta y ver su dimensión.
FDR dijo, conforme lo reseña James Mac Gregor Burns en su biografía Roosevelt: “Un hombre alcanza la sabiduría en muchos años de vida pública. Sabe muy bien que cuando la luz del favor desciende brillante sobre él, no es, necesariamente, porque el hombre en sí es importante. La luz del favor llega hasta él porque, por un instante fugaz en el espacio enorme de la transformación humana y del progreso, algún fin humano encuentra en él una personificación satisfactoria”.
Pienso que Leonel ha alcanzado esa sabiduría como para ofrecer y sostenerle al pueblo dominicano “un nuevo trato” a partir de 2016, sobre todo si contamos con que su eventual próxima administración no encontraría los problemas que heredó FDR tras la crisis, ni los que el propio Fernández encontró en 2004.
Leonel tiene la capacidad, la sagacidad y los medios para convencer al electorado de que el nuevo trato, acuerdo o alianza es posible y que en él puede ser creíble.