En su eterna e ineludible condición de girar y moverse alrededor de su órbita, el planeta Tierra experimenta transformaciones cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, semana, mes o año. Y eso pasa desapercibido para la mayoría de los más de 7 mil millones de personas que lo habitan.
Pero de algo estamos seguros: sus movimientos de traslación -que da lugar a los impresionantes espectáculos de las estaciones-, y de rotación, que da paso al día y la noche, nos marcan a cada instante.
Aunque parezca inverosímil, y según cálculos que defiende la ciencia de la Astronomía, cada segundo que transcurre la Tierra se desplaza o traslada a una velocidad de 29.78 kilómetros en su órbita, lo que significa que en una hora el recorrido es de 107,208 kilómetros. ¡Y ni siquiera lo notamos!
Si calculamos esa cantidad por las 24 horas que tiene un día tendremos un recorrido de 2 millones 572 mil 992 kilómetros. ¡Esa cifra millonaria en tan solo un día de recorrido! Somos viajeros consuetudinarios en el cosmos, y a pesar de ello vivimos en este mundo inmersos en cosas triviales, destruyéndonos y calcomiéndonos los unos a los otros, y día tras día envueltos en insignificancias.
Las sucesivas guerras entre países, conflictos internos en las distintas naciones, la cada vez más implacable destrucción de la foresta mundial, los llamados pulmones naturales; la contaminación de ciudades enteras, la poca conciencia de la inmensa mayoría de la población, cada vez en mayor crecimiento, el calentamiento global, la reducción de los espacios habitables, aparejado a las dificultades que registra la producción alimentaria conspiran contra la buena marcha del planeta.
En toda su existencia, cada persona recorre en el espacio interestelar millones y millones de kilómetros, sin ni siquiera darse cuenta, y posiblemente se haya pasado la mayor parte de su vida terrenal envuelta en trivialidades. Sin importar qué concepto se tenga del origen de la vida y de la existencia misma en este mundo, de algo debemos estar seguros, que los seres humanos tienen que conservar el planeta, por los siglos de los siglos.
En medio de todas las adversidades, no podemos vivir sin darnos cuenta que hemos avanzado. Quedarse estático es lo peor que nos pueda pasar. Es contra natura.
Aunque hayan surgido de la barbarie, en el mundo han existido civilizaciones que, a través de los tiempos, se han desarrollado sobre la base del esfuerzo propio, la sagacidad, la aventura, la intrepidez.
Cada ser humano, hombre o mujer, debe tener criterio propio, aún viviendo en medio de las mayores desventajas. Es penoso, lastimoso y desventajoso vivir pensando por otro/a.
El año 2015 que se aproxima deberá ser un reto para todos los seres humanos amantes de la paz, de la armonía entre sus congéneres, la sana convivencia. No importa en cuál rincón del mundo le toque vivir. Sólo así tendremos un mundo mejor para enfrentar las adversidades, que los pronósticos futuristas siempre apuntan a lo peor.
El año que concluye nos dejó amargas experiencias en cuanto a la ocurrencia de tragedias en distintas partes del mundo.
En lo que concierne a nuestro país, todo ciudadano que se sienta ser dominicano de corazón, que ame su terruño, debe convertirse en un vigilante a favor de las buenas costumbres, de la convivencia civilizada, para evitar que la debacle siga ganando terreno y convierta nuestra sociedad en algo irrecuperable.
A lo largo de los doce meses del 2014, República Dominicana asistió a espectáculos dantescos de sangre y horror que dejaron un alto saldo de sangre inocente derramada, en especial de jóvenes que se inclinaron por malas prácticas. Nuestros mejores deseos es que en este nuevo año esas prácticas se reduzcan hasta llegar a su extinción.