Washington, 8 ene (PL) A 12 días de su discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente estadounidense, Barack Obama, volvió hoy su mirada al fenómeno de la violencia en una sociedad cada vez más armada, pero también más insegura.
El gobernante se reunió hoy en Arizona con la exrepresentante demócrata Gabrielle Giffords, quien hace cuatro años resultara gravemente herida en un tiroteo masivo en que murieron seis personas.
Poco antes de participar en un acto en la ciudad de Phoenix, el mandatario ponderó no solo la batalla de Giffords por su vida, sino su lucha para evitar que "próximas tragedias ocurran a los demás".
Obama afirmó que ella es una heroína y una gran hija de Arizona.
"Luce maravillosamente y tiene la misma energía y pasión de siempre", aseguró el jefe de la Casa Blanca sobre su correligionaria, quien fue herida como otra docena de personas en aquel ataque de hace cuatro años en las afueras de un supermercado en Tucson.
Giffords, alcanzada por los proyectiles en la cabeza, ha enfrentado un arduo proceso de rehabilitación que incluye múltiples cirugías, y aun así sufre actualmente los efectos de la tragedia.
El diario The Hill recordó este jueves que Giffords hizo lobby en favor del paquete de control de armas del Presidente, que habría ampliado la verificación de antecedentes sobre la compra de estas, pero no incluyó una prohibición de artefactos de asalto o límites a las revistas sobre el tema.
Aun cuando este tópico ganó efervescencia en Estados Unidos a partir de diciembre de 2012, tras el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, donde murieron 20 niños y seis adultos, aquella iniciativa fracasó debido al obstruccionismo de los republicanos y algunos demócratas.
Obama invocó esa propuesta en nombre de las familias afectadas por matanzas como las de Tucson y Newtown, o la del cine en Aurora, Colorado, donde perecieron en julio de 2012 una docena de personas y casi 60 resultaron heridas e insistió en que merece los votos para su aprobación.
La violencia dentro de la sociedad norteamericana parece endémica y muy difícil de erradicar.
Están a la vista los recientes casos de uso excesivo de la fuerza policial, cuyos ejemplos más señeros son los de Michael Brown, de 18 años, en Ferguson, Missouri, y Eric Garner, en Nueva York.
Esos han terminado una y otra vez en los últimos meses con la muerte de afroamericanos inermes a manos de agentes blancos que luego han sido descargados de responsabilidad criminal.
Las protestas ante la impunidad estallaron en 2014 en casi todo el país y, en su punto más crítico, alcanzaron unas 170 ciudades.
El pasado 20 de diciembre, un par de oficiales fueron ultimados a balazos cuando se encontraban en su carro patrullero en la calles de Brooklyn.
Según se informó, las motivaciones del atacante se vinculan con la impunidad de que han gozado los cuerpos policiales tras los repetidos asesinatos de afroamericanos (también Dontre Hamilton, en Milwaukee, Wisconsin; Samir Rice, de 12 años, en Cleveland, Ohio; Antonio Martin, de 18, en Berkeley, Missouri…).
Un artefacto dinamitero de factura casera explotó este martes en las inmediaciones de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, en Colorado, sin que se reportara pérdida de vidas humanas.
Ese mismo día, un tiroteo ocurrido en un hospital de veteranos de Fort Bliss, en el Paso, Texas, se saldó con la muerte de un médico y el suicidio del atacante.
Hace alrededor de un mes, un exmarine también se suicidó tras matar a tiros a seis personas, incluida su exesposa, en una localidad del estado de Pennsylvania.
Expertos de las universidades norteamericanas de Stanford y John Hopkins demostraron no hace tanto que el incremento de la violencia en Estados Unidos está directamente vinculado a la existencia de leyes estatales que permiten portar armas de fuego.
Algo con lo que seguramente no estarán de acuerdo las cabezas visibles de la Asociación Nacional del Rifle y sus cabilderos en Washington.
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