No es la primera vez que la Francia de la tolerancia es conmocionada por un acto de intolerancia religiosa, tan desconcertada como ahora se vio Europa cuando tocó la ocasión de repudiar el asesinato de Enrique IV, un monarca que se empleó en la misión de forjar una sociedad abierta a todos los credos, pero fanáticos del catolicismo entendieron que había un toque diabólico en el ecumenismo del monarca y lo ejecutaron en nombre de su Dios.
La idea de Dios es muy difusa, todos tenemos nuestro propio Dios, los profesantes de la fe que se creen más próximo a él que nadie y le hablan a diario en oraciones, los que no abren la boca pero se sumergen en un espacio de meditación hasta llegar al abandono del yo y dejar la mente en blanco que es el espacio donde entienden que acceden a la divinidad, hasta los que pregonan ateísmo, de los que ninguno ha sido capaz de construir una negación que los convenza de la inexistencia de un creador extraordinario incapaz de encontrar descripción en la mente humana.
Lutero, que con Zwinglio y Calvino más la imprenta impulsó la revolución protestante en uno de sus sermones concluyó que “la fe no requiere información, conocimiento y certeza, sino una entrega libre y una apuesta alegre con su verdad no sentida, no probada y desconocida”.
Sin embargo, Tomás de Aquino, en su obra clave “Summa Theologiae”, con la racionalidad aristotélica como arma de fe, evidencia la existencia de Dios en la lógica del motor, que es la primera de sus argumentaciones: “a nuestro alrededor vemos cosas que cambian; y puesto que todo cambio está causado por alguna otra cosa, la cadena de causas y efectos debe detenerse en algún lugar…”.
Los atomistas explicaban la causa primera de todo lo que existe en el choque de partículas que dieron origen a todo, pero Tomás y muchos otros filósofos y teólogos, entienden que los accidentes no paren perfección, que desde el principio de todo obró una mano maestra.
Se hizo una revolución que tenía como propósito extraer de la mentalidad de los individuos la creencia en Dios, considerada como una representación de atraso, es que la religión era entendida como el opio de los pueblos, pero hace tiempo que esa revolución se estrelló en el más estrepitoso fracaso, y los pueblos, a más tecnología, más progreso, más propenso al vacío existencial que llena la fe.
Nadie está obligado a nada, todos somos dueños de nuestro libre albedrío, pero no es suficiente con ejercer su propia opción, no puede haber paz sino se entiende que hay una obligación de respeto a todas las creencias.
El islam es y ha sido una religión de paz y sumisión, pero en ella militan fanáticos que entienden equivocados a todos los de otros credos, los actos de barbarie recién acometidos por el denominado Estado Islámico son evidencias catastróficas de los desbordes del fanatismo.
La libertad de prensa, para protegerse a sí misma, no debe emplearse para arrojar combustible al fuego del fanatismo.
Jacques Chirac era presidente de Francia en el 2006, cuando Charlie Hebdo publicó una caricatura de Mahoma que decía “es duro ser amado por idiotas” y elevó su protesta por lo que definió como provocación manifiesta.
El repudio al ataque terrorista contra los caricaturistas franceses y el castigo a sus autores, no debe obviar una desaprobación al irrespeto a la fe islámica.