SANTIAGO.- Lo que en 1985 comenzó como una intrascendente venta semanal de artículos provenientes de Haití para calzar y vestir, lo que se producía en una parte de la calle Prolongación 6 de Septiembre, del sector Pueblo Nuevo, de esta ciudad, con el paso de los años ha tomado dimensiones entonces inimaginables pero ahora fuera de control.
Hasta el extremo que cada jueves resulta casi imposible transitar en motocicletas por las primeras cuadras de la parte alta de esa barriada, limítrofe con la pared que demarca el cementerio de la calle 30 de Marzo, pero intentar hacerlo a pie se convierte en una odisea.
Las ofertas de ropas, perfumes, calzados, detergentes, jabones, tennis y otros productos que hasta hace poco realizaban haitianos y dominicanos en el área, ahora resulta incontrolable, incluso para las autoridades municipales.
Ante esa cruda realidad, algunas familias residentes allí y que en principio se molestaban porque en los frentes de sus viviendas eran colocados tarantines desde las noches de los miércoles, se han visto en la necesidad de utilizar las paredes de sus casas para ofertar productos similares.
Esa “convivencia comercial” se produce porque ellos prefirieron “transarse” con los negociantes nativos del vecino país, permitiendo así que continúen ocupando las aceras y parte del área reservada para el tránsito de vehículos.
Pero el informal mercado ha desarrollado características geográficas tan desbordadas en los últimos tiempos, que ya se colocan puestos de ventas en sectores adyacentes a Pueblo Nuevo, como El Congo y el Mejoramiento Social, atravesando la avenida 27 de Febrero e internándose en la calle 30 de Marzo, amenazando con expandirse hasta el centro de la ciudad.
Su crecimiento en los multifamiliares de El Congo ha sido tan meteórico últimamente que ya bordeó el cementerio y el contiguo local del Partido Reformista Social Cristiano, comenzando a ocupar espacios en la calle España, también en ruta al casco urbano.
Las calles 6 de Septiembre y 17 de Abril integran los laterales de las cuadras que cada jueves sirven de escenario para un mercado de pulgas que mueve semanalmente cientos de millones de pesos, de cuyo desorden vial y comercial se beneficia de manera ostensible la Alcaldía de este municipio.
Esto así, porque inspectores de esa institución temprano en la mañana de cada jueves se presentan al lugar y reclaman el pago de 60 pesos por cada puesto instalado para negociar, muchos de ellos delimitados en el espacio, relativamente pequeño.
Y más aún, como una forma aparente de hacer que luzca atractiva la oferta de alquiler de los espacios, últimamente las autoridades municipales han puesto en vigencia el cobro único anual de 600 pesos anuales, ofrecimiento que ha sido aceptado por muchos de los vendedores ambulantes.
Sin embargo, algunos dominicanos y haitianos que conversaron con este redactor afirmaron que cada jueves se presentan, también, hombres quienes dicen ser inspectores del cabildo y reclaman pagos de cantidades menores, pero no expiden recibos por esos conceptos ni presentan las identificaciones que los acrediten autorizados para reclamar tal cosa.
Ángela Pichardo, quien se ha visto en la necesidad de ofertar ropas y otros artículos que cuelga frente a su casa, localizada en la esquina que forman las calles 17 de Abril y Federico de Jesús García, asegura que los supuestos inspectores deciden muchas veces llevarse algunos de los artículos que son vendidos, fundamentalmente por haitianos, en represalia porque no les pagan el dinero que, aparentemente de manera ilegal, pretenden conseguir.
“Lo bonito del caso es los inspectores autorizados por la Alcaldía garantizan que el cobro incluye la limpieza de la zona cada viernes en la mañana, pero somos los que vivimos aquí quienes nos vemos en la necesidad de retirar las toneladas de desperdicios, por los haitianos ni el departamento de limpieza de esa institución lo hacen”, refirió Pichardo.
Pedro Genaro Pérez, otro vecino del lugar, relató que, antes la imposibilidad de lograr que frente a su casa se permitiera que los haitianos colocaran sus tarantines, finalmente tuvo que ceder a la realidad “y decidí crear un urinario múltiple en el patio, por cuyo uso cobro, en adición a la venta de café colado”.
Vendedores entrevistados dijeron que el mercado de cada jueves prácticamente ha tomado connotaciones nacionales, porque un día antes llegan al lugar camiones repletos de mercancías provenientes de lugares tan distantes como el Distrito Nacional, Samaná y Dajabón. De esta última localidad y tras cruzar la frontera es de donde los haitianos traen los productos que ofertan los que, según el testimonio de uno de ellos, forman parte de las donaciones al vecino país que constantemente realizan diferentes naciones.
Las calles transversales que ya ocupan en Pueblo Nuevo los irregulares negociantes son, además de la Federico de Jesús García, la Belisario Curiel, Benigno Filomeno de Rojas, Manuel Rodríguez Objío, Gregoria Reyes, Onofre de Lora, Abúa Rodríguez, Anacaona, Luís Bogaert, Juan Isidro Pérez, Francisco Villaespesa, Doctor Llenas y J. Armando Bermúdez.
En esa franja que a lo largo delimitan la 17 de Abril y la 6 de Septiembre, se suma la extensión del mercado de pulgas que se instala esos días en toda el área del Mercado Central donde, de manera apretujada, visitantes y dueños de tarantines se esfuerzan por materializar transacciones.
Tan extraordinario es el movimiento de compra y venta de mercancías para vestir, que algunos de los que venden productos agrícolas en dicho centro de acopio han preferido ofertarlos en las calles, especialmente en la Prolongación 6 de Septiembre con Juan Isidro Pérez, ante la imposibilidad que tienen sus habituales clientes de ingresar al mercado.
El mercado informal de cada jueves permite, además, que moto conchitas y carretilleros se ganen el sustento transportando personas y mercancías, mientras que otros se dedican a vender productos comestibles y juegos preparados con diferentes frutas.