Hospedado en un hotel de Dallas por retrasos que alteraron la conexión de nuestro vuelo a Vail, presencié los reportes del atentado terrorista que se produjo el miércoles de la semana anterior en el semanario Charlie Hebdo en París, con saldo de 12 muertos.
El sinfín de repeticiones de los dos encapuchados que salieron del lugar de la publicación fusiles en mano y la forma inmisericorde en que dieron muerte a un seguridad que les pedía clemencia, se me asemejó al vídeo en que se ve a los hermanos López disparar en República Dominicana contra un visitador a médico que trataba de huir de un atraco.
Cuando se informó que los atacantes de Charlie Hebdo eran los hermanos Said y Cherif Kouachi, de 34 y 32 años, y se vio la forma en la que fueron abatidos, no solo se me pareció similar a la caída de Omar y Cesar Alejandro López Méndez, en Pedro Brand, de 22 y 20 años, también encuentro similitud en el caso de los hermanos Dzhokar y Tarmelan Tsarnaev, los perpetradores del atentado al maratón de Boston, en abril del 2013, de 19 y 26 años, identificados con la misma prontitud conque fueron expuestos los anteriores.
Hasta aquí se puede pensar que hay una diferencia evidente entre los Kouachi y Tsarnaev, frente a los López Méndez, los dos primeros invocan razones religiosas, no asesinaban para robar ni en mor de sicariato, y los dominicanos eran criminales comunes, no enarbolaban ninguna causa.
Pero al examinar el historial de los hermanos Kouachi y de los Tsarnaev, pienso que la causa invocadas por estos para los actos de barbarie de los que participaron, no fue más que un pretexto para procurar lo mismo que buscaban los hermanos López: trascendencia a cualquier precio.
La crianza y la familia de las que provinieron los López Méndez, educados en el mejor colegio privado de su pueblo y en un hogar sin carencias económicas, no era para esperar atracadores, pero si algo les proporcionó a los Tsarnaev la sociedad estadounidense fue protección, sus padres fueron acogidos como asilados, se les proporcionó status migratorio privilegiado, además de auxilio social, en un país donde la mayoría de los jóvenes no pueden cursar carrera universitaria, el mayor de los Tsarnaev era estudiante de la Universidad de Massachusetts.
Y en ningún país del mundo los practicantes de las religiones del libro, llámense judíos, cristianos o musulmanes se expresan con mayores libertades y respeto que en Estados Unidos, no tenían razón para pagarle a ese país con una acción terrorista.
Los Kouachi podrían creer que no actuaron contra la Francia laicista, que prohibió la burka, pero que alberga cinco millones de musulmanes, sino contra una publicación que les llamaba idiotas, pero creo que tomaron para ellos el saldo bestial de cuentas con Charlie Hebdo, porque también querían hacer algo grande.
El germen que está produciendo hermanos y jóvenes capaces de las peores cosas, es el desborde en las expectativas de vida.
El mundo está poblado de más jóvenes que nunca, 1,800 millones, contando solo los de 10 a 24 años, y a la mayoría no les aspira el éxito elemental que da una vida digna, quieren dinero y fama, que no es el modelo del profesional o técnico de éxito, y cuando fracasan al querer figurar entre los ricos y reconocidos, se descarrilan por la otra tribuna de fama mundial: el terrorismo.