Tlacotalpan, Veracruz, celebra su 17 aniversario como ciudad Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO.
Por Leopoldo Corona*
México, (PL) En Tlacotalpan, en el estado de Veracruz, ya se escuchan las jaranas, se sonorizan los versos en la decimal inspiración que traduce al corazón que habla, y su gente abre los brazos para recibir al visitante que quiere reír, bailar y cantar.
Los sones, las coplas, fandango y zapateado afinan el ritmo de la amistad cálida que entrega un pueblo a sus visitantes, para acrisolar los espacios de la cultura, la inspiración, la gastronomía, la religión y la alegría.
Tlacotalpan, Veracruz, celebra su 17 aniversario como ciudad Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO.
Sus primeros pobladores fueron los Olmecas, "habitantes de Olman, país del hule,"
Fue asentamiento totonaco hasta el siglo XII D.C., y en los siglos XII y XIV de los Toltecas. Se erigió como el centro de cinco asentamientos, Atlizintla (hoy Alvarado), Xiuhbiapan, Ahuatcopan, Pozutlan y Tlazintlata,
Más adelante, en 1745, Axayácatl sometió estas tierras, poniéndole el nombre de Tlaxcotaliapan, que en náhuatl significa "Tierra entre las Aguas,"
Se encuentra regado por los ríos San Juan y Tuxpan que son tributarios del río Papaloapan, cuyo significado en náhuatl es río de las mariposas. Juan de Grijalva redescubrió la desembocadura del Papaloapan. Pedro de Alvarado, quien en 1511 participó en la conquista de Cuba, navegó por él.
En la época prehispánica a la orilla del rÍo se rendía culto a Chalchiuhtlicue, "la de falda de jade" diosa de las aguas y de la belleza, hermana o esposa de Tláloc.
El jade era el elemento más preciado y valioso sobre la tierra, más que el oro o la plata, pues cada piedra que se encontraba en el mundo, era un pedacito de la falda de Chalchiuhtlicue.
Cada jade o chalchiuhtlera parte de la diosa misma;el chalchihuitl tenía un valor material, mágico, místico y religioso.
El chalchihuitl, piedra verde azulosa, como el color del agua y de la vegetación, representaba la fertilidad, la muerte y el embarazo. Cuando una persona moría se le colocaba un pedacito dentro de la boca como parte del rito funerario. Si se comía una piedrita, garantizaba un buen embarazo, también se utilizaba en polvo como medicina.
El culto a la diosa cósmica, a cargo de la creación de los soles, se realizaba con baños ceremoniales con agua; cuando un niño nacía la partera lo bañaba, orándole a Chalchiuhtlicue, quien cargaría en sus brazos al niño recién nacido.
La celebración en Tlacotalpan se inició en el siglo XVII con la llegada de la orden religiosa de los juaninos, quienes en su labor de evangelización a la población originaria sustituyeron el culto a Chalchiuhtlicue por el de la Virgen de la Candelaria.
Del 31 de enero al 9 de febrero se lleva a cabo la fiesta de la Candelaria, que se celebra con una procesión el 2 de febrero por el río Papaloapan partiendo del muelle. Uno de los propósitos es bendecir al río para que no provoque inundaciones durante el año.
La devoción religiosa y el amor a la Virgen de la Candelaria, realiza el milagro. En Tlacotalpan la alegría, el son y las décimas, el zapateado, el fandango; róbalo, chucumite, camarones, acamayas, tismiche; en caldo, enchipotlados o en escabeche, dobladas de salpicón de jaiba, son parte de la tradición.
La décima llegó con los primeros peninsulares, Francisco de Jerez, conquistador, cronista y secretario de Francisco Pizarro, describió en 25 décimas la conquista del Perú.
Es una de las formas poéticas cultas y populares más importantes y representativas de gran parte del continente, en la España peninsular, en las Islas Canarias y Portugal, en el socavón de los peruanos, en la milonga de los argentinos, en la pueta de los chilenos, en el canto llanero de Venezuela, en el son de Cuba y México, en la música campesina de Cuba y Puerto Rico. Es muestra del alma que nos une y alimenta.
El son jarocho (veracruzano) es un rico crisol cultural indígena, hispano y africano, se mantiene vivo y se enriquece gracias a una larga tradición junto con el de otros géneros de son en México y en otras partes de América.
Nació en la región del sotavento con el alcance geográfico que no distingue líneas imaginarias de un mapa, Tabasco, Oaxaca, Hidalgo, San Luis Potosí en un viaje cultural que ha llegado a Estados Unidos con los trabajadores migrantes mexicanos.
*Colaborador de Prensa Latina y subsecretario de Acción Indígena del Partido Revolucionario Institucional de México.
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