El 11 de febrero de 1990 -dicen que era domingo-, durante el discurso pronunciado ante 50 mil personas tras ser liberado, Mandela reiteró lo que expresó cuando lo juzgaron y condenaron en 1964 a permanecer de por vida en una cárcel.
Por Deisy Francis Mexidor
Pretoria, 11 feb (PL) Por Nelson Mandela se siente un especial amor en Sudáfrica, el pueblo habla de él hoy como ese líder vivo que un día les enseñó el largo camino de la libertad, la reconciliación y la igualdad.
Es difícil que un sudafricano -de los que antes andaban por las calles porque la acera se reservaba solo para blancos-, que no sonría y cuente alguna historia cuando se le pregunta por Madiba, como le llamaban con cariño por su pertenencia a ese clan de la etnia xhosa.
Todavía es muy cercana la memoria. Hay quienes mencionan las jornadas en que estaban pendientes del último parte médico hasta que cerró los ojos el jueves 5 de diciembre de 2013.
Otros mencionan la magia de su personalidad y el por qué a Madiba también se le considera Tata (padre).
Están las historias de cuando entró a Union Building como el primer presidente negro en la historia de Sudáfrica.
También esas anécdotas que se siguen tejiendo a los pies de ese mismo Mandela aún más grande perpetuado en bronce que flanquea con sus brazos abiertos, la entrada al Palacio de Gobierno.
Mas este 11 de febrero el pensamiento especial para Mandela va hacia aquel "caluroso verano de 1990″, como refleja la prensa de la época, cuando el prisionero número 46664 abandonaba de una vez, y por siempre, una prisión de Cape Town, después de 27 años confinado.
Un día antes, el entonces presidente Frederick de Klerk informó que en 24 horas estaría liberando incondicionalmente a Mandela. Ya era el preso político más famoso del mundo.
El 11 de febrero de 1990 -dicen que era domingo-, durante el discurso pronunciado ante 50 mil personas tras ser liberado, Mandela reiteró lo que expresó cuando lo juzgaron y condenaron en 1964 a permanecer de por vida en una cárcel.
"He soñado con un ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero vivir y lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir".
Trató de cumplirlo cuando en 1994 llegó a Union Building. Madiba logró armonizar los temores de los blancos con los anhelos de una mayoría negra, hasta entonces oprimida, y fundir ese grito irrenunciable y musical que parece escucharse desde la colina del Palacio de Gobierno: ÂíAmandla!, ÂíAmandla! ÂíAwethu! (el poder para el pueblo).