Señor director:
¿Recuerdan el discurso en la Universidad de Ratisbona? Los fragmentos comentados por Benedicto XVI y que por cierto motivaron la controversia mundial, dicen: “En el séptimo coloquio, editado por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la ´yihad`, la guerra santa.
Sin detenerse en detalles, como la diferencia de trato entre los que poseen el ´Libro` y los ´incrédulos`, de manera sorprendentemente brusca se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia en general, diciendo: ´Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba`.
El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. ´Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas. […] Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona`. El emperador explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. Dios no se complace con la sangre`”.
Benedicto XVI no pretendía la crítica negativa, sino ampliar el concepto de razón y fe como única manera de conseguir un entendimiento; un diálogo genuino de culturas que hoy necesitamos con urgencia. Sin embargo, el escándalo fue monumental, y suscitó la ira de los musulmanes y las disculpas del Vaticano. La actuación de los políticos, para imponerle al Papa la mordaza, desde Obama al último mono, fue vergonzosa. Los medios de comunicación ya se sabe a quién sirven. No obstante los hechos le han dado la razón
Esos mismos políticos son los que se esfuerzan hoy en convencernos de que el terror no tendrá la última palabra; que todo está controlado; que solo son células descontroladas, y que el islam no es eso. No quiero decir que todos los islamistas tengan prisa por caer en brazos de las huríes a base de poner bombas contra los “infieles”, pero que yo sepa, aún no han abjurado de esa sura que manda acabar con el incrédulo, es decir, a todo aquel que no siga el Corán. Los políticos deberían explicarnos por qué en muchos barrios de las naciones europeas las fuerzas del orden no se atreven a entrar porque funciona la sharia, o sea, la ley musulmana que ellos imponen.
JD Mez Madrid