Siempre he sido partidario de que a un gobernante se le permita una repostulación y lograda ésta o no, jamás vuelva a intentar dirigir los destinos de la nación. Fue lo que apoyé en el 2004 en carta que enviara a mi estimado amigo Orlando Gil, quien tuvo a bien publicarla en su leída columna. La formula se aprobó en la modificación constitucional del 2004 que permitió al ex presidente Mejía optar por un nuevo mandato, intento en el que fue vencido por el presidente Leonel Fernández.
Erróneamente ese sistema fue cambiado en el famoso acuerdo de las corbatas azules firmado por el presidente Leonel Fernández y Miguel Vargas, que anuló la posibilidades presidenciales de este, rehabilitó a Hipólito Mejía y prologó la vida política del líder peledeísta.
Hoy vuelvo a repetir que sería partidario a que se modifique la Constitución para que se permita al gobernante de turno -esta vez al presidente Danilo Medina- optar por un segundo mandato y nunca más. Es la fórmula ideal que permite al pueblo revalidar a un gobernante o no, en un tramo de su ejercicio de Estado, pero poniendo limites a las ambiciones de aquellos que buscan perpetuarse en el poder. Estados Unidos es un modelo a seguir en ese orden, y bien podría ser imitado por nuestros políticos.
Parte del tormento que hoy vive la democracia dominicana tiene su origen en el modelo político actual, pues se sustenta en una falsa alternabilidad, que estimula los afanes continuistas de los políticos, ya que no pone límites a sus ambiciones de poder. Es bien sabido que quien llega a la presidencia de la República, aprovecha esa oportunidad para salir del Gobierno dejando el escenario habilitado para su regreso, con toda la consecuencia que eso representa.
El sistema de permitir a un presidente un segundo mandato, y nunca más, desencadenaría una verdadera alternabilidad, pues cada cuatro años existiera la posibilidad de cambiar gobernante, y si este fuera reelecto, lo tendríamos ahí solo ocho años. Quien logre se repostulado saldría del escenario y otros políticos nuevos tendrían la oportunidad de gobernar a este pueblo, y uno de los beneficios que tendriamos sería contar con más personas con experiencia de Estado, para ser consejeros de las nuevas generaciones.
La realidad de hoy es que tenemos a Leonel Fernández y a Hipólito Mejía "represando" en sus respectivos partidos a jóvenes políticos que bien como ellos merecen y pueden dirigir los destinos de este país Hoy, cuando uno observa el panorama en torno a ambos hay una cadena de diatribas de la cual la democracia dominicana bien se hubiese librado si rigiera ese aspecto de la anterior Constitución de la República.
He considerado propicio reiterar este punto de vista, que sostengo como un asunto de principio, y lamento que no rija el modelo de la Constitución del 2004, pues se percibe que en el ánimo de la mayoría de dominicanos y dominicanas existe el deseo de que se permita un segundo mandato del presidente Danilo Medina.