Para una mayoría significativa de dominicanos, la Independencia Nacional es un proyecto que todavía no acaba. De hecho, comenzó en el 1844 y de inmediato se estancó. El primer aniversario de la proclamación de la República fue celebrado en medio de un baño de sangre dispuesto por el hatero Pedro Santana.
Por Manuel Hernández Villeta
Desde ese instante, si se pone la balanza histórica en marcha, en más ocasiones han gobernado déspotas y dictadores, que regido gobiernos democráticos. Para una parte considerable de los dominicanos, democracia no pasa de ser una palabra que se encuentra en algunos libros.
Como el mártir de los derechos humanos de los Estados Unidos, Martin Luther King, todos tenemos un sueño que nunca se convierte en realidad. Tengo Un Sueño, y seguir esperando en medio de la pesadilla. El sueño dominicano no tiene ni principio ni fin, ni comienza ni termina, solo está ahí, para que algunos piensen y mediten.
El gran sueño tiene que estar en que todos los dominicanos tengan un pan que llevarse a la boca. Hay miles, cientos de miles, de dominicanos que no consiguen para una mala alimentación. Pasan hambre y no tienen posibilidades de conseguir su diaria comida.
En un país donde cada día hay más ricos y más pobres, la suerte está echada, la marginalidad es la gran realidad de hoy. La lucha para cambiar una situación que lleva a los seres humanos a vivir en condiciones de limitaciones extremas, no ha dado el primer impulso, solo hay amagos.
Así que cuando se celebran los días de conmemoración de la Independencia Nacional tenemos ese sueño en que se lucha para que se convierta en realidad, pero que está congelado, atado a un pasado que si lo buscamos en la historia tampoco existió, sino que fueron hechos maquillados, para que se viera y oyera bonito.
Gestas que levantaran reivindicciones no han faltado. La Independencia, la Restauración, el enfrentamiento a la primera intervención militar norteamericana, el 14 de Junio, la revolución del 65. En cada gesta, mordió el polvo lo mejor de esa generación, y todo siguió igual.
No habrá soluciones mágicas, pero es hora de darle fuerzas a un sueño, hay que pensar en que habrá un país donde haya escuelas para que se ponga fin al analfabetismo, y universidades para preparar profesionales con sabor popular.
La libertad de un hombre, en muchas ocasiones, dependende del plato que tiene enfrente. La libertad muchos hombres la cambian por un plato de arroz. El hambre no es buena consejera en los problemas sociales. Pero hay que cambiar.
Desde el 1844 se está en este largo camino, se han hecho pausas y descansos, se abrieron tumbas para enterrar los desechos, pero en alto el sueño sigue vivo, aunque siempre al amanecer termina en pesadilla.