Al despuntar la presente semana se cumplieron 28 años del asesinato del primer ministro de Suecia, Olof Palme, acontecimiento luctuoso que se produjo exactamente a las 11:21 de la noche del viernes 28 de febrero de 1986, cuando el admirado estadista, acompañado de su esposa Lisbet, caminaba hacia su casa luego de haber disfrutado de una agradable función en el Gran Cine de la céntrica calle Sveavagen de Estocolmo.
Conforme a la versión oficial, aquella noche los esposos Palme habían llegado a la intersección de las calles Sveavagen y Tunnelgatan conversando sobre asuntos de la cotidianidad cuando, repentinamente, dos detonaciones se escucharon a sus espaldas. “¿Qué fue eso?”- le preguntó, alarmado, el líder socialdemócrata a su mujer, y antes de que ella pudiera responderle se ladeó ligeramente hacia la izquierda y cayó sobre la calzada. “¡Dios mío -apenas pudo musitar Lisbet Palme al ver a su marido derrumbarse-, nos han herido!”.
La pareja había sido atacada por un pistolero. El jefe de Gobierno fue alcanzado en la espalda por la primera bala, mientras que la segunda entró a su abdomen y terminó hiriendo a su esposa. El autor de los disparos huyó corriendo hacia el Este de la ciudad de Estocolmo por la calle Tunnelgatan, subió las escaleras de la Malmskillnadsgatan y continuó hacia la David Bagares, donde desapareció entre las sombras de la noche.
Los Palme no sólo andaban sin escolta sino que ningún policía los vigilaba desde lejos. Esto pudiera parecer extraño, pero en realidad no lo era: se trataba de una decisión del primer ministro, un hombre inteligente, sin miedo y de costumbres sencillas que procuraba llevar una vida cercana a la normalidad, algo muy a tono con la ya larga tradición civilista y pacifista de su país.
Dos muchachas que estaban en un vehículo cerca del escenario del tiroteo trataron de ayudar a Palme y a su esposa, y un taxista que casualmente se encontraba en las proximidades y escuchó los disparos dio la voz de la alarma a través de su radio. Los heridos fueron de inmediato conducidos al hospital Sabbatsberg, pero los médicos determinaron que cuando llegaron ya el primer ministro, de 59 años de edad, había fallecido. Eran las 12:06 de la madrugada del 1ro. de marzo de 1986.
LA ÚLTIMA REUNIÓN FAMILIAR
La idea de ir al cine esa noche fue de Lisbet, quien en horas de la tarde había llamado a su hijo Marten, y convinieron en ello. El gobernante sueco se enteró del plan al llegar a su casa aproximadamente a las 6:30 cuando su mujer se lo planteó. Luego de aligerarse de ropa en su hogar, Palme llamó por teléfono a su hijo, y aún con algunas dudas acordó reunirse con él y su esposa, quienes ya habían comprado sus boletas. La decisión en firme de asistir fue adoptada cerca de las 8 de la noche, y alrededor de media hora después la pareja salió sola de su apartamento en dirección a la estación del metro de Gamla Stan para desde aquí trasladarse hasta la de Radmansgatan, donde se desmontaron y caminaron hacia el cine.
En las afueras del establecimiento, como habían acordado, los esposos Palme se encontraron con su hijo y la mujer de éste. Eran ya cerca de las 9 de la noche. Olof y Lisbet no habían comprado entradas y casi todos los asientos estaban vendidos. No obstante, el taquillero, al ver que se trataba del primer ministro, en un gesto de voluntario reconocimiento a su investidura, decidió que los Palme se sentaran en las mejores locaciones del cine, y les vendió los asientos reservados para el director.
Al terminar la función, los Palme permanecieron durante un breve tiempo conversando fuera del cine, y como a las 11:15 se despidieron y separaron: los padres se marcharon en dirección Sur, caminando por el lado oeste de la calle Sveavagen, hacia la estación del metro de Radmansgatan. Al llegar a la iglesia de Adolf Fredriks cruzaron la calle y continuaron por la misma, ahora por el lado opuesto. La idea era tomar el metro, pero antes echaron varias miradas a las vidrieras de una tienda, y luego se dirigieron a la estación. Eran ya las 11:21 de la noche… Fue en este momento que escucharon las detonaciones producidas por los disparos que les hicieron por detrás a quemarropa.
EL ESTADISTA DE LA SOLIDARIDAD HUMANA
Palme era entonces, además de primer ministro, el líder de los socialdemócratas suecos (nucleados en el Partido Socialdemócrata Sueco, SAP), y se caracterizaba por su serena y pacífica intransigencia frente a la tiranía, la injusticia social y la opresión de todo tipo. Los viajes que hizo por los países del llamado Tercer Mundo, así como en su juventud por los Estados Unidos, contribuyeron notablemente a definir en él esa orientación ideológica.
Gracias a su activa presencia en la Internacionalista Socialista y a las políticas anticolonialistas y antiimperialistas impulsadas desde el gobierno de Suecia, Palme se convirtió en el político sueco más conocido del siglo XX: los sectores liberales y democráticos lo veneraban, y los grupos conservadores lo veían con ojeriza. Un importante líder político latinoamericano dijo entonces de él: “El señor Olof Palme le ha dado una nueva dimensión a la palabra solidaridad”.
Palme rompió con la línea de “neutralidad pasiva” que en política extranjera había caracterizado históricamente a Suecia, y asumió un rol de “solidaridad activa”. En este sentido, se destacó como crítico de la política exterior de los Estados Unidos, y fueron famosas sus consideraciones de rechazo respecto de la guerra de Vietnam, la proliferación de las armas nucleares, las tensiones entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, el conflicto Este-Oeste y las dictaduras civiles y militares en África, Asia y América Latina.
Igualmente, condenó la política del apartheid en Sudáfrica, mostró antipatía frente a la dictadura de Franco en España, hizo causa común con los líderes anticolonialistas del mundo, expresó sus simpatías con los movimientos guerrilleros de América Central, defendió a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sin dejar de reconocer el “derecho incuestionable a la existencia en paz del Estado de Israel”, y manifestó su “solidaridad crítica y condicional” frente a los regímenes de Fidel Castro en Cuba y Daniel Ortega en Nicaragua.
No obstante, debido a que el norte de su pensamiento era la defensa de la democracia social, el pacifismo y el universalismo (“entendimiento y solidaridad entre los seres humanos en un mundo justo y libre”, como proclamó en un cónclave de la Internacional Socialista), también se mostró hostil a las actuaciones “opresivas, guerreristas e imperialistas” de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En particular, denunció vigorosamente el “despotismo en Europa del Este” y las intervenciones militares soviéticas en Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979).
En una comparecencia televisiva, Palme había sintetizado sus convicciones como sigue: “Yo soy socialista democrático con orgullo y alegría. Me guía en mi convicción lo que veo en el mundo: las guerras, la carrera de armamentos, el desempleo, la falta de libertad y las enormes e indignantes diferencias sociales. Me afirmo en esa convicción cuando veo que las injusticias y la falta de trabajo aumentan, que la solidaridad disminuye y el egoísmo se incrementa. Este es un mundo donde los ricos se hacen cada vez mas ricos y los débiles cada vez mas pobres, y esto no está bien ni moral ni políticamente. Pues sí, soy socialista democrático, porque creo que todo eso debe cambiar”.
El asesinato de Palme provocó una gran consternación tanto en Suecia como en el resto del mundo. Reyes, presidentes, ministros, líderes políticos, dignatarios, dirigentes religiosos, cabecillas sindicales, guerrilleros y gente de todos los estratos sociales y banderías ideológicas, lamentaron sentidamente el magnicidio. No obstante, talvez la verdadera significación histórica de ese asesinato fue la que quedó patente en las palabras pronunciadas a propósito del hecho por Oliver Tambo, Presidente del Congreso Nacional Africano (ANC): “De Vietnam a Nicaragua, de El Salvador a Palestina, del Sahara a Sudáfrica, a lo largo de toda la superficie del globo, las banderas cuelgan a media asta en cariñosa memoria a este gigante de la justicia que llegó a convertirse en un ciudadano del mundo, un hermano y un camarada de todos los oprimidos”.
EL PRESUNTO ASESINO Y LOS RECOVECOS DE LA INVESTIGACIÓN
El hombre que disparó contra Olof Palme fue descrito por la policía, tras recibir el testimonio de Lisbet y cotejarlo con otras informaciones, como un individuo de 35 a 40 años, de complexión media, con cabellera tupida, que iba vestido con un abrigo oscuro y pantalón de color indefinido.
El gobierno sueco puso en marcha un gran operativo para identificar y capturar al asesino (y hasta ofreció una recompensa en metálico por cualquier información que posibilitara tal objetivo). En el marco de estos esfuerzos, por lo menos 10 sospechosos fueron detenidos e interrogados, pero no pudieron ser procesados judicialmente por ausencia de pruebas contundentes. Luego de lo que sería un largo, sinuoso y frustrante proceso de investigación, la policía sueca detuvo en 1988 a Christer Pettersson, un drogadicto y ladrón de poca monta de 40 años de edad cuyas actividades delictivas eran habituales en las noches de Estocolmo, y lo acusó formalmente del asesinato de Palme.
Pettersson fue inculpado a partir de la identificación hecha por la esposa de Palme en una línea de presentación de sospechosos de la policía. No obstante, debido a que él siempre negó ser el autor del magnicidio y a que el arma homicida (una pistola Magnum 375) nunca fue encontrada, la incriminación todavía hoy está rodeada de escepticismo. De todos modos, el sospechoso fue convicto, condenado y sentenciado a cadena perpetua en el año de 1988.
En 1989, empero, Pettersson fue liberado después de que un tribunal de apelaciones, basándose en “la ausencia de pruebas concluyentes” (especialmente la no aparición del arma homicida) y poniendo en duda la fiabilidad de la identificación de la señora Palme (por las “circunstancias” en que se produjo el asesinato), no encontró motivos para mantener la imputación. Así las cosas, una vez en libertad. Pettersson demandó a la policía sueca por difamación y prisión ilegal, y exigió una indemnización pecuniaria. El tribunal actuante favoreció al demandante, y el cuerpo policial fue condenada a pagar 50,000 dólares a Pettersson, dinero que éste dilapidó en juergas, alcohol y drogas.
Luego de semejante desenlace, Pettersson se dedicó a vender entrevistas suyas a la prensa. En una de ellas, reiterando su declaración de inocencia, dijo que él era socialdemócrata y que admiraba a Olof Palme, por lo que era ridículo que lo acusaran de haberlo asesinado. “¿Cómo podía yo matar al primer ministro si él era mi líder favorito?”, manifestó entonces a un periodista.
En 1998 la fiscalía intentó volver a procesar a Pettersson a partir de confusas declaraciones suyas (decía cosas contradictorias y hasta provocadoras para las autoridades bajo los efectos de las drogas o el alcohol) y de nuevas informaciones, pero la Corte Suprema de Justicia de Suecia rechazó la pretensión bajo el alegato de que las pruebas presentadas por la parte acusadora no eran lo suficientemente fuertes como para demostrar la presencia del sospechoso en la escena del crimen.
Pettersson moriría en 2004 dejando tras de sí una ola de desconciertos sobre el asesinato. Inclusive, las circunstancias que rodearon su deceso agregarían más confusiones al hecho: según varios amigos cuyos testimonios recogió la prensa sueca, el 15 de septiembre de 2004 se quejó de que estaba siendo acosado por la policía. Aunque no hay informaciones irrefutables que vinculen un acontecimiento con el otro, lo cierto es que un día después Pettersson fue encontrado en estado de coma con graves lesiones en la cabeza. Tras ser trasladado al Hospital Universitario Karolinska y determinarse que tenía una hemorragia cerebral, fue sometido a una cirugía de emergencia.
Conforme a la versión policial, Pettersson sufrió una caída, probablemente borracho o endrogado, y ella le significó golpes en la cabeza que le provocaron la hemorragia cerebral. Pettersson no recobró nunca el conocimiento, y finalmente murió el 29 de septiembre del mencionado año 2004… Obviamente, todavía circula el rumor de que fue asesinado, directa o indirectamente, por la policía sueca.
(*) El autor es abogado y catedrático universitario.