Venecia (PL) Los 337 años que cumpliría hoy el músico barroco italiano Antonio Vivaldi difícilmente dejan a alguien indiferente, pues el nacido en Venecia pertenece al selecto grupo de los imprescindibles de la música.
El 4 de marzo de 1678 llegó al mundo aquel predestinado niño al que concibieron Giovanni Battista y Camilla Vivaldi, y cuyos primeros compases de educación musical en su temprana infancia y juventud corrieron a cargo de su padre.
Paradójicamente, Antonio en un inicio no consideró una carrera musical, prefirió tomar en marzo de 1703 un curso para sacerdote pero fue incapaz de destacar en el ámbito religioso debido a una dolencia en el pecho que le impedía impartir las misas, una calamidad que resultó positiva para los amantes de la buena música.
Tras dicho incidente Vivaldi fue destituido de las labores religiosas y a fines de ese mismo año comenzó a dar clases en el coro del Hospital de la Piedad, cargo que ocupó hasta bien avanzada edad.
Queda claro que sus labores de magisterio en el coro no le impidieron cumplir compromisos artísticos en varios países que reclamaban poder presenciar in situ la pulcra calidad de su obra, cuyos primeros frutos se pudieron apreciar en 1705, cuando publicó su primera colección de sonatas dedicadas al conde Annibale Gambara.
Cuatro años después de aquel material iniciador llegaría su inconfundible Opus II, que constituyen 12 sonatas para violín y clave, pero con la aparición en 1711 de su sucesor Opus III (L estero armónico), el nombre de Vivaldi comenzó a sonar en todo el continente europeo.
Opus III es considerada por casi la totalidad de expertos y críticos de música clásica como la más importante colección de conciertos del siglo XVIII y marcó el inicio de una eclosión musical que trascendería fronteras de todos los tiempos para llegar a los nuestros intacta.
Hasta la fecha de su muerte en 1741, Antonio Lucio Vivaldi (su nombre de nacimiento) fue autor de casi 800 obras originales, ofreció más de 500 conciertos, así como en 70 sonatas y casi medio centenar de óperas, pero su obra más reconocible es su inconfundible y eterna Las Cuatro Estaciones, que compuso en 1720.