Por Antonio Rondón*
La Habana (PL) La Unión Europea (UE) busca una balanza en su política migratoria en respuesta a las tragedias en aumento en el mar Mediterráneo de cientos de inmigrantes fallecidos, mientras arrecia el control de sus fronteras.
A diferencia de políticas migratorias aplicadas por más de una década, la UE debió buscar una mejora de su imagen pública con propuestas para evitar tragedias humanas, aunque ello constituye una corriente contra natura de su propio funcionamiento.
Desde la puesta en práctica de la Estrategia de Lisboa, a principios del siglo XXI, la entidad comunitaria buscó liberalizar al máximo sus movimientos internos, pero a la par selló cada vez con más fuerza sus límites exteriores.
Lo hizo sin miramientos ni temor de violar principios de derechos humanos internacionalmente establecidos como ocurrió en junio de 2008, cuando puso en práctica la llamada Directiva de Retorno, a raíz de un ingreso masivo desde Marruecos a la zona autónoma española de Ceuta.
Tal directiva comprendía la detención de indocumentados hasta 18 meses, la prohibición para regresar en cinco años en caso de resistencia o ser una amenaza, y la espera de solución de casos en centros especiales de detención con asistencia legal gratuita.
Pero el 3 de octubre de 2013 obligó a la UE a plantearse nuevas metas en su política migratoria, un tema escabroso, sobre todo, en los últimos tiempos, incluso al interior del propio bloque.
El trágico naufragio cerca de las costas de la isla italiana de Lampedusa, con 366 muertos, llevó a Roma a poner en práctica la operación Mare Nostrum que, con un gasto de 14 millones de euros, estuvo dirigida a prestar auxilio a náufragos en alta mar.
Pero en noviembre de 2014, pasada la campaña mediática que acompañó a los 366 muertos de Lampedusa, el gobierno de Matteo Renzi anunció que su país carecía de los recursos suficientes, sin el apoyo claro del resto de los 28 miembros de la UE.
Italia recibió unos 500 millones de euros de la entidad comunitaria para contener la inmigración, cuya mayoría llega a Europa por esa nación.
En sustitución de Mare Nostrum se creó la misión Tritón, que cuenta con 21 barcos, cuatro aviones, un helicóptero y 65 oficiales, así como un presupuesto de tres millones de euros.
Sin embargo, Tritón posee funciones más bien de vigilancia de fronteras y no precisamente de asistencia, por lo que cambia no solo la esencia de esa misión, sino la verdadera intención, con ella, de las naciones europeas.
En los primeros meses de 2015 se hicieron más frecuentes los casos en que un carguero era abandonado en alta mar por su tripulación para dejar a cientos de extranjeros a la deriva, antes de ser hallados por guardacostas.
Pocos se atreven a negar que se trate de una acción deliberada de traficantes humanos que cobran miles de dólares por cada pasajero, para luego dejarlos a su suerte.
De acuerdo con Europress, a finales de 2014, el carguero Blue Sky M, con bandera moldava, fue encontrado por buques de la operación Tritón con unos 900 inmigrantes a bordo, en su gran mayoría procedentes de Siria y Libia, incluidos 35 niños.
En 2014, siempre según ese medio, llegaron a las costas italianas unos 166 mil inmigrantes, mientras que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) informó que tres mil perecieron al cruzar el mar Mediterráneo en ese mismo año.
Además, en los últimos 15 años, 23 mil inmigrantes murieron ahogados al tratar de cruzar el Mediterráneo, de acuerdo con la misma fuente,
Italia, la principal puerta de entrada a Europa desde África del Norte, recibió en 2014 más inmigrantes que en los tres años anteriores de conjunto, incluidos los 43 mil que arribaron a las costas italianas en 2013, el mismo año de tragedia de Lampedusa.
Al año siguiente, entre enero y agosto llegaron a Italia 76 mil foráneos, mientras en lo que va de 2015 la cifra se acerca a los 116 mil, en su mayoría procedentes de Libia, Egipto, Túnez, Somalia y Siria.
Sin embargo, la operación Tritón, que llevó a tierra desde su puesta en funcionamiento a unas 100 mil personas, más bien busca reforzar el control fronterizo, diferente a Mare Nostrum, en la cual el gobierno italiano gastó 300 mil euros diarios, con apoyo de nueve naciones.
Tritón vigila por mar, aire y tierra los límites exteriores europeos, sobre todo, a Italia y Grecia, donde en los últimos tiempos se incrementó notablemente el arribo de inmigrantes a su archipiélago de mil 500 islas.
En este año, Grecia acogió a 20 mil foráneos, en su gran mayoría sirios procedentes de Turquía, cuyo Gobierno reconoció que busca el derrocamiento del presidente sirio, Bashar Al Assad, y es acusado por éste de financiar y pertrechar a grupos armados opositores.
LA HIPOCRESIA EUROPEA
Aunque Europa realiza ingentes esfuerzos para parar la llegada de extranjeros a su predio, en realidad está necesitada de fuerza laboral procedente de naciones del sur.
De hecho, algunas directivas aprobadas por la UE en política migratoria establecen una selección especializada, para alentar el robo de cerebro, pese a que el bloque se declara favorable a aplicar medidas para alentar el desarrollo de países del sur.
El Programa de Asistencia Financiera y Técnica a Terceros Países para Migración y Asilo (Aereas), estipula el financiamiento para la cooperación al desarrollo de naciones emisoras de inmigrantes con el anunciado objetivo de atacar las causas de ese problema.
Entre los factores de impulso a la inmigración se nombra la desigualdad económica, baja educación y salarios, condiciones de vida de pobreza y subdesarrollo.
Pero un estudio del especialista James Patras, del Instituto Universitario de Estudios Europeos (IUEE), indica que entre el 35 y el 55 por ciento del personal más calificado de naciones africanas como Mozambique, Angola, Burundi, Ghana, Kenya, Marruecos y Tanzania, vive en naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
De hecho, en 2006 los 15 países que entonces integraban la UE necesitaban 47,6 millones de inmigrantes para una compensación demográfica en un plazo de 50 años, mientras que otros 67,4 millones deberán llegar al Viejo Continente para mejorar la relación entre activos y retirados.
Según datos aportados por la Universidad de Computtense, Europa podría ver reducida su población en 34 millones de personas en un plazo de 25 años y necesitará 159 millones de trabajadores en ese lapso.
Ello deberá reducir la desproporción actual, cuando cuatro o cinco personas pagan la jubilación de una. En 40 años ello podría llegar a dos activos por cada pensionado.
Sin embargo, la UE aprobó desde julio de 2000 el llamado Tratado de Amsterdam, el cual incluye las principales líneas de la política migratoria europea.
Ello prevé el control fronterizo, una política común de visados, medidas contra la inmigración ilegal, la gestión de flujos migratorios, en especial, los laborales, y la integración de inmigrantes al bloque.
De acuerdo con la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Cuencas (Castilla, España), las naciones europeas están interesadas en reforzar las restricciones al ingreso de extranjeros para contar con una legión de dispuestos a trabajar por bajos salarios.
En muchas ocasiones, se produce el fenómeno del desperdicio de cerebros, cuando muchos inmigrantes con alta calificación solo encuentran empleo de baja remuneración y alejados de su especialidad, mientras que dejan de ejercer en sus países de origen.
Por otro lado, crecen las corrientes en Europa que buscan mantener la "pureza" frente a personas con diferentes culturas y razas, en medio de claras manifestaciones racistas y xenófobas.
En estos momentos, Europa cuenta con un ejército de unos 20 millones de inmigrantes, los cuales disfrutaron en las últimas décadas de políticas de integración respetuosa en sustitución de la asimilación tradicional.
De acuerdo con el IUEE, tal integración es un proceso de doble dirección que exige de una condición esencial: la igualdad.
Pero los movimientos ultranacionalistas surgidos en los últimos años en Europa intentan eliminar esa política por completo.
Los gobiernos europeos, aunque proclaman públicamente intenciones humanistas, también hacen lo suyo para preservar la "pureza".
Organizaciones de defensa de derechos civiles denunciaron que la UE gastó casi dos mil millones de dólares entre 2007 y 2013 solo para asegurar sus fronteras, frente a los 700 millones dedicados a mejorar la situación de refugiados y solicitantes de asilo.
Cerca de la mitad de los foráneos llegados a Europa proviene de naciones en conflicto como Siria, Somalia, Libia, Afganistán y Eritrea.
Europa habla de ayuda, pero en realidad sus propuestas toman aire hipócrita cuando en el fondo emerge una fuerte tendencia al control fronterizo y la restricción para al ingreso al espacio comunitario
*Jefe de Redacción Europa de Prensa Latina
Em/to
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