Querido amigo, doctor César Mella.
He leído con sorpresa tu adhesión al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), propiedad exclusiva de Miguel Vargas. Cuando te vi en la foto agrazando a ese sujeto, me sentí traicionado y al mismo tiempo apenado, te lo confieso. No comprendo qué motivos o razones tenías para dar un paso de esa naturaleza, que no te aporta nada, pero que en cambio te quita mucho. Casi la vida.
Tú sabes, querido amigo, todo cuánto hizo Vargas Maldonado para que el PRD perdiera las elecciones del 2012 con Hipólito Mejía de candidato presidencial, quién no obstante a la traición y la inversión de miles de millones de pesos, los fraudes y el uso de todos los recursos del Estado, alcanzó casi un 48 % de los votos.
Tú sabes las diabluras que hizo para que Guido Gómez Mazara no fuera Secretario General y luego presidente del PRD. Tú sabes cómo cercenó la libertad y la democracia de esa organización. Tú viste el Pacto de las “Corbatas Azules” y sabes de las consecuencias trágicas para el país. Tú sabes del “préstamo” de los 15 millones de dólares con el Banco de Reservas, tú sabes del dinero que recibe de Aduanas; tú sabes más cosas que yo, Cesar. Tú sabes que traicionó los ideales de Peña Gómez, que convirtió al PRD en un “partido pequeño para grandes negocios”, como dice Guido. ¡Y tú no eres un negociante de la política!
Mi querido doctor César Mella, dilecto y caro amigo, no tienes idea de cuánto pesar y cuanta frustración me ha producido verte al lado de un canalla y traidor, de un crótalo que no les fiel más que al dinero, no por mí, si no por tí.
No me traicionas a mí, te traicionas a ti mismo, a tus ideales, a tu tú pasado en la izquierda, a tu lucha en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, a tu paso por el gremio de los médicos, a tu lucha junto a los más débiles, a tus atenciones profesionales como buen psiquiatra, con dinero y sin dinero a los pobres. ¿Cómo tiras esa hermosa historia de amor y de justicia por la borda de la podredumbre ética y moral que hoy nada en el mar tempestuoso del PRD de Miguel Vargas?
Como diría Andrés L. Mateo, ¡Oh Dios!
Cesar, no tenías derecho a dar ese paso. No querido amigo. Por respeto a ti mismo, a tu historia, por tus buenos hijos, a tu familia, a nosotros, tus amigos; a los compañeros muertos. Por respeto a la memoria de Peña Gómez, ¡carajo!
Dice Mario Benedetti, querido amigo: “Uno no siempre hace lo que quiere, uno no siempre puede, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”. Y así es, uno tiene el derecho de no hacer lo que no quiere, aunque nos cueste la vida. Porque “una cosa es morirse de dolor y otra morirse de vergüenza”. Yo prefiero morirme de dolor, no de vergüenza.
Desde hace algún tiempo me pregunto: ¿A quién le creo? De veras, ¿a quién le creo? ¿En quién confiar si el que uno menos espera se hunde en el fango?
Tú partida hacía el PRD me hace preguntar de nuevo, ¿a quién le creo si esta sociedad está cada vez más enferma, más desequilibrada, más enajenada y más patética? ¿Hacia dónde va un país donde “na e na”, donde todo se compra y se vende, dónde la ética y la moral han desaparecido de la escena, donde nadie parece tener “dos dedos de frente”?
César, con tu paso al PRD de Vargas Maldonado pierde la decencia, la solidaridad, la moral, la ética y demás valores que les permiten a una sociedad ser más humana y más grande en su tránsito hacía el desarrollo y la paz; en cambio gana el “na e na”, gana la traición, el desenfado, la corrupción, el “yo”. Y perdemos “nosotros”, los “demás”.
Perdona que te haya escrito estas líneas. Y más aún que las haya hecho públicas. Pero no podía ser cómplice con el silencio, porque como dice el pueblo, “el que calla otorga, y el que otorga traiciona”.
Ojalá puedas recapacitar. Aun estás a tiempo. Eres un hombre bueno y noble. Recuerda que la historia de los hombres a veces se escribe con sangre, otras veces con honor, que no es como comienza, sino como termina. No dejes que la tuya termine al lado de los más bajos y peores ideales de la política dominicana.
Con sentimientos de amistad y cariño, Juan T H.