Su apariencia claramente refleja las condiciones de pobreza en la que vive, lleva una camisa al descuido y unos jeans que evidentemente no son de su talla, en medio de la multitud se destaca su presencia y no por lo atractivo de su físico, sino más bien por el descuido que trae.Su cara aun es sinónimo de inocencia pero su realidad es un relato vivo del trabajo que se ve que pasa.
Nacido y residente en Yamasa, Jaimito un niño de apenas 11 años de edad, deambula en los alrededores de la UASD en busca de dinero para ayudar a sus hermanitos, pide a los estudiantes o a cualquiera que con actitud sensible le de unos cuantos pesos para apaciguar el hambre.
Al acercarse a él es imposible no sentir nostalgia, pues ver a un niño con pocos años de edad pasar por esas reiteradas situaciones de necesidad, escandaliza el pecho de quien lo ve tan resignado a llevar una vida limitada al día a día.
Su distracción o momentos de ocio se reducen a jugar con una de las ramas que caen de las matas y tirarse en el piso a dar volteretas como queriendo salir de su propio cuerpo, ya son las 5:45 P.M. y aún no ha conseguido nada para comer, pero sigue esperanzado “en que alguien le dé algo para echárselo en la barriga”.
Los días de Jaimito parecieran una proyección cronológica repetida, pues su tiempo transcurre todos los días de la misma manera.
En medio de su relato deja saber que con apenas 4 años de edad su padre lo abordonó y jamás volvió a saber de él, y por la dureza de sus palabras es notable que un sentimiento de rabia y dolor embargan su alma.
El 3ro de tres hermanos ha asumido con mucha endereza el espacio vacío que su padre dejo, y ha tenido incluso que platearse cual si fuera un hombre la responsabilidad de llevar comida a su casa, de los contrario sus hermanos al igual que él tendría que nueva vez imaginarse el sabor suculento de algún plato que no comerán.
La escuela para el ya no era la respuesta
Abandonó la escuela porque el tiempo que invertía en los estudios es valioso para el conseguir dinero, postergo quizás el único recurso que tenía para encausar su vida a algo mejor de lo que tiene ahora, pero la necesidad lo obligó hacer un número más en las estadística de niños que desertan a corta edad ya que la necesidad y el hambre los obliga a insertarse en el mundo laboral.
Jaimito en todo momento deja ver lo inteligente que es, su manera peculiar de analizar las cosas y lo despierto que se ha vuelto estando en las calles, pero lo que realmente llama la atención de su comportamiento es la calma con la que habla y el alto nivel de educación que proyectan sus palabras.
Su vida ha sido dura, las penurias, incertidumbre y la necesidad han sido por muchos años los amigo con los que comparte, el como muchos otros niños de su barrio tienen que dejar la escuela para poder buscar recursos y así sobrevivir, aun al sol de hoy se resiste a ir a su centro a estudiar pues entiende que esto no le servirá de nada, pero aunque sus palabras lo afirmen sus ojos en un acto casi desesperado sugiere otra cosa, dice que si quieren estudiar pero que su realidad no lo deja.
La otra cara de la moneda
Hoy Jaimito es uno de los tantos niños del país que viven en las calles, que tienen que rebasar su etapa de niño para trabajar, porque no le queda otra alternativa ante la realidad en que viven.
Su infancia se ha visto manchada por la adversidad en la que vive fruto del abandono de su padre, y por la acción irresponsable de su madre, de dejarlo divagar en las calles de una ciudad que cuenta con altos índices de delincuencia.