El presidente de facto del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) quiere poner los oídos “en el corazón del pueblo” para escuchar sus quejas y sus demandas prorrogadas por más de 50 años, pero desde una posición muy lejana del poder, ahora que su estatura política es la de un pigmeo, con un 3 o un 4 por ciento de popularidad. ¡Y bajando!
¿Ahora cuando muy pocos quieren escucharlo, cuándo no tiene auditorio, cuándo los fanáticos se han marchado del parque totalmente desilusionados y cansados? ¿Ahora quiere escuchar, cuando antes no quiso?
Cuando corrió donde Leonel Fernández a discutir clandestinamente, sin tener calidad orgánica ni autorización del presidente del partido, de la Comisión Política ni del Comité Ejecutivo Nacional, no consultó ni habló con nadie.
Cuando apareció con el presidente Fernández y firmó el “Pacto de las Corbatas Azules” no se lo dijo a nadie, ni escuchó a nadie.
(Ese día debió ser expulsado deshonrosamente y su nombre borrado de todos los libros y documentos del PRD para que la historia no lo registrara)
Cuando se convirtió en Caballo de Troya para impedir el triunfo del PRD y de su candidato a la presidencia, no oyó a nadie.
Cuando fue sigiloso al Banco de Reservas por instrucciones de Leonel, como Judas,donde le entregaron 15 millones de dólares en condiciones inimaginables para una institución bancaria, no consultó ni le pidió opinión a nadie.
Cuando aprovechó la tumba de Peña Gómez para decir que no se montaría en una patana a buscar los votos necesarios para que ganar las elecciones, no puso el oído “en el corazón” de las bases del PRD que anhelaban volver al Palacio Nacional.
Cuando su grupo salió a las calles con las alforjas repletas de dinero entregado por el gobierno a impedir el triunfo de Hipólito Mejía, no habló, ni oyó a nadie.
(Al PRD solo le faltaron menos de tres puntos para ganar las elecciones y sacar del poder al PLD)
Cuando expulsó sumariamente al liderazgo tradicional del PRD no escuchó; cuando sacó del padrón a miles y miles de militantes, simpatizantes y dirigentes, tampoco escuchó a nadie.
Cuando le puso candado a la Casa Nacional, secuestró y asesinó la democracia interna, le impidió la entrada a Guido Gómez Mazara, llenó de sicarios el local y ordenó disparar a mansalva a los perredeístas. Entonces era sordo, ciego y mudo.
Ahora, cuando nadie lo quiere ver ni en pintura, cuando nadie lo quiere escuchar ni en canciones, el traidor quiere de nuevo coger al pueblo de pendejo, porque como diría difunto Facundo Cabral, cree que de verdad el pueblo, es pendejo.