Ciertamente, existe una realidad tangible en torno a los resultados que de manera reiterativa, vienen publicando las distintas firmas encuestadoras en el país, las cuales, reflejan lo que parecería ser el desenlace final de un proceso electoral que garantiza será un evento bastante convulso, con matices de toda índole, en el que la oposición aparece sin ninguna posibilidad –según esos sondeos– de alzarse con algún lauro, independientemente de las maniobras que puedan hacer para intentar variar esa situación.
En ese sentido, ubicados en un escenario totalmente adverso, algunos sectores políticos, económicos y hasta de la “sociedad civil”, utilizarán la divulgación de encuestas manipuladas que procuren disminuir sustancialmente la proyección electoral que sitúa al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y sus fuerzas aliadas, como la principal y única opción, para las venideras elecciones presidenciales, congresuales y municipales del año próximo. Empero, ninguno de esos grupos se atreverá a revertir en el papel, lo que parecería ser el resultado de la voluntad popular.
En efecto, parece que en el tiempo que resta, desde la publicación de la última encuesta hasta el día de las elecciones del año próximo, será imposible variar esa percepción y confundir a la población con números amañados y datos distorsionados, cuyo objetivo principal sería inducir un cambio en la preferencia del votante, aun cuando esos resultados no soporten un mínimo análisis que no se aparte de lo científicamente posible.
Hasta la fecha, todas las firmas encuestadoras de prestigio han presentado un panorama con un competidor imbatible en cualquiera de los diferentes escenarios que se mida, impregnando en la psiquis mental de la gente, la idea de un hegemónico triunfo del PLD y sus aliados, lo que prolongaría a seis (06) el número de triunfos al hilo, obtenidos por esa organización.
Efectivamente, ese es el resultado real de lo que, hasta el momento, han publicado las encuestas, y sobre lo que se proyecta y pudiera darse en lo que resta de campaña hasta el día de las elecciones.
Por otra parte, como derivación de los resultados de esos mismos estudios de campo, surgen las posibilidades reales de dos sectores que se disputan el control del escenario nacional: el PLD, que se perfila como vencedor del proceso, y el PRD o PRM, que se supone, seguirá imbuido en sus trivialidades internas, que son el principal elemento para su permanencia en la oposición.
Por su lado, el PLD, que inició temprano un proceso de proselitismo interno con la salida de varios aspirantes presidenciales, deberá decidir dentro de su posibilidad, al que más le convenga al partido y al país. Y, en ambos casos, su liderazgo político estará obligado a transferir esa percepción –reflejada en las encuestas– al que mejor conecte con la realidad de como retener el poder.
Mientras que, por el otro lado, el PRD o PRM, y los que quieran adherirse al sendero irreversible de la derrota, estarán compelidos a procurar un desempeño electoral, minimamente aceptable, que les permita elegir de entre sí al que llevará la bandera de la oposición política en el país por los próximos cuatros años.
En resumen, esa es la posibilidad en ambos sectores. El primero, deberá hacer del proceso que se avecina, una contienda sin muchos ruidos, lo menos traumática posible para el partido y el país. Mientras que, el segundo, tratará de hacer de su derrota una bandera digna, que le permita blandir el acostumbrado rol disidente de los que no se sienten representados en el gobierno.
Sin embargo, en el PLD, las posibilidades estarán sujetas a dos factores fundamentales: una correcta interpretación de lo que dicen las encuestas, y una oportuna aplicación de lo que más le conviene a todos.
Mientras que las posibilidades de los que están destinados a permanecer en la oposición, estarán limitadas única y exclusivamente, a una competencia entre dos bandos para determinar cuál de los grupos será –PRD o PRM– el que dirigirá el tren que albergará a los que van a sufrir otra pela inminente.