Ayer, en un barrio de mediana opulencia, tuve una experiencia extraordinaria que debo compartir: ¡Encontré en plena calle un hombre feliz! Estaba acostado en la acera a todo lo largo de su flacura negra y pobrísima (a juzgar por los andrajos y sus pies descalzos); al alcance de su diestra tenía agua, y a su izquierda pedazos de comida ajena. Leía un periódico de los que no valen nada y simplemente reía al pasar cada página…Sí, reía de todo lo que nos ocurre, quizás como forma de sobrevivir. (No puedo afirmar si es alguien demasiado consciente o inconsciente de su realidad. No me atrevo. Sólo sé que es un ciudadano envidiablemente feliz).