Por Antonio Saugar Benito
En la adolescencia la persona se ve influida por la moda de las marcas. Muchos padres y madres de adolescentes y pre adolescentes tienen que luchar contra la influencia de las marcas en sus hijos e hijas.
A la hora de comprar una mochila, tiene que ser la que está más de moda. Mucho más complicado es si lo que se quieren comprar son unas zapatillas de deporte, que tienen que ser aquellas que más veces aparecen en los anuncios de la televisión, y que ya tiene un buen número de sus compañeros de clase.
Como resultado vemos como los más pequeños se convierten en anuncios andantes con zapatillas de una marca, vaqueros de otra y cazadora de una tercera… La influencia de la moda y la publicidad, y el miedo a que los compañeros de clase noten que alguien no va en la misma onda hacen que los más jóvenes no puedan ser ellos mismos. Quienes lo intentan, quienes quieren ser diferentes de los demás, corren el riesgo de verse marginados.
El conocido refrán “Donde fueres, haz lo que vieres” puede llevar a muchas personas a dejar de ser ellas mismas, a convertirse en clones de los que están a su lado. Mismas costumbres, misma forma de vestir, mismos modelos de gafas… La moda –o mejor dicho, estar a la moda- conduce a muchas personas a dejar de ser ellas mismas para pasar a formar parte de una masa de gente exactamente igual.
Una forma de vestir, un tipo de música a escuchar, leer una literatura determinada… sirven para catalogar a la persona como miembro de un determinado clan o banda urbana. Dejarse llevar por estas corrientes de la moda impide desarrollar una personalidad propia, una manera de ser distinta al resto.
Mostrarse como uno es permite que los demás nos conozcan mejor y no se lleven una decepción si descubren que nos mostramos detrás de una máscara para tratar de ser de otra manera.
Pero, ¿en qué consiste ser uno mismo? Básicamente en mantener una serie de actitudes y maneras de ser ante la vida que nos diferencien de los demás, que nos hagan casi únicos y lo más libres posible ante lo que nos rodea. Poder enfrentarnos a las dificultades y a la vida en general sin dejarnos influir por quienes quieran desanimarnos o quitarnos nuestras ideas y motivaciones.
Lo mejor para no ser una marioneta es no pensar en cómo nos ven los otros, y dejar que nuestra propia personalidad se muestre libremente ante los demás.
Compararse con el otro lleva a perder parte o toda nuestra personalidad. Cada uno es como es y no hay dos personas iguales. La diversidad es una de las bases para ser uno mismo. Y esta diversidad permite desarrollar el estilo de cada uno, sin tener en cuenta lo que los demás puedan pensar.
Tener un estilo propio nos diferencia, nos hace distintos dentro de la masa. Permite que desarrollemos nuestra personalidad y evita los efectos negativos de la crisis o de los estereotipos que los demás quieran imponernos. Ser diferente nos permite, incluso, destacar ante el resto. Lo que puede llevar a la persona a convertirse en un líder dentro de su grupo.
Si uno logra ser líder de sí mismo, le resultará más fácil ser un líder entre los demás. Ser esa persona que se distingue entre los otros, con un discurso diferente, sin trampa ni cartón.
Es difícil ser uno mismo. Pero si no intentamos serlo, nuestra vida estará carente de algo. Nos faltará la experiencia de conocernos a nosotros mismos, de ser nosotros mismos.
No tendremos la seguridad de ser conocidos por los demás como a nosotros nos gustaría que nos conociesen. Las dificultades pueden ser muchas, pero hay que sacar fuerzas de flaqueza para poder ser lo que de verdad queremos ser.
Antonio Saugar Benito
Periodista
http://www.telefonodelaesperanza.org