El sesgo tomado en los últimos días por la controversia en torno a la eventual repostulación del presidente Danilo Medina ha debido generar en la “sesera” de más de un dominicano una interrogante cardinal: ¿es realmente el reeleccionista un proyecto serio y viable o, por el contrario, se trata de un “maco” armado por los que hoy ocupan el Palacio Nacional a los fines de -confundiendo a la oposición y al electorado- garantizarse un adecuado clima de “gobernabilidad” y, subsecuentemente, puntuales seguridades de “resguardo” para su futuro político y personal?
La pregunta es válida, sobre todo, en virtud de que desde su nacimiento -y muy a pesar de que es motorizado por figuras de cierta principalía en el gobierno- el citado proyecto aparenta ser huérfano de padre y madre desde el punto de vista de la “alta política” oficialista: tanto el licenciado Medina como los dirigentes de mayor peso en las decisiones del PLD han dado la callada como respuesta, a través de variadas evasivas y chicanas políticas, cuando han sido cuestionados sobre el tema. No ha sido un simple juego de gato y ratón: ha sido “sacadera de pie” y huida “por el foro”.
Y ahora, por supuesto, con la salida definitiva a la palestra del ex presidente Leonel Fernández en procura de la nominación presidencial, la interrogante se hace más lógica aún, pues independientemente de las reconstrucciones de estrategia política impuestas a aquel por los torpedos lanzados por el señor Quirino Paulino, esa resolución abona la sospecha de que los peledeístas han perdido su proverbial sentido de las prioridades y las conveniencias políticas: tanto, que el estado de “movilización general” y la posición de “zafarrancho de combate” que supone esa determinación del ex mandatario, han hecho “sonar” la voz de alarma de su más conspicuo y aguerrido “general” en los medios de comunicación: cierto periodista-embajador.
(El periodista-embajador, hombre de armas políticas a tomar y uno de los dominicanos mejor informados en lo atinente a los “topics” mas cruciales de nuestras bregas partidaristas, con dolor de su alma -porque sus afectos primarios no están en el grupo palaciego- acaba de pronunciarse abiertamente a favor de la repostulación del licenciado Medina tras varios meses de amagos y zigzagueos, y ello no puede significar sino una cosa: el pánico ha empezado a cundir entre alguna gente que ha estado “arriba” en los últimos 10 años ante la peliaguda contingencia de que el doctor Fernández termine imponiéndose en las primarias presidenciales moradas, una posibilidad llena de certidumbre que, en su opinión, podría poner en peligro la permanencia en el poder del PLD).
En realidad, pocas personas dudan de que en estos instantes (léase bien: hoy, no necesariamente mañana ni el año que viene) el mejor candidato del PLD lo es el licenciado Medina debido a su altísima popularidad y su bajísima tasa de rechazo, por lo que hasta en los predios de la oposición se levantan altares a todas las divinidades para hacer rogativas y quemar inciensos en prez de que éste no sea repostulado. Aun así, empero, hay peledeístas que impugnan o rechazan abierta y airadamente esa opción, e insisten en promocionar la candidatura del doctor Fernández, quien conserva un gran liderazgo pero evidentemente no está en su mejor momento político.
(Casi todo el mundo está conteste, paralelamente, en que cualquier otro candidato -incluido el propio doctor Fernández, el “zoon politikon” por antonomasia del partidarismo dominicano- tendrá que emplearse a fondo para lidiar con unos adversarios que tienen plena consciencia -aunque no se sabe si intención política firme en tal dirección- de que en la unidad reside la única garantía de su victoria. Pese a ello, sin embargo, también hay peledeístas -de los estratos altos y medios, donde reside esencialmente la oposición al licenciado Medina- que vociferan lo contrario, e inventan los más peregrinos argumentos para justificar su postura al tenor.
El proyecto reeleccionista, claro está, bien podría ser un “maco” (¿cómo no sospecharlo tratándose de peledeístas y ex balagueristas curtidos en las mañas de la política y el poder?), pero no es cierto -en absoluto- que el “momentum” de la repostulación haya pasado (siempre habrá posibilidad de imponerla en el año preelectoral mientras la sociedad esté dispuesta a aceptarla) ni que su “timer” se haya agotado (todos sus obstáculos actuales podrían ser superados si existiera una clara voluntad palaciega al respecto)… Lo que es absoluta y totalmente verdadero, empero, es que el presidente Danilo Medina, para desgracia de unos y alegría de otros -tanto en el PLD como en el resto del país político-, no parecer estar definitivamente en eso: hasta hoy ha actuado frente al asunto como doncella elusiva ante los requiebros de un enamorado enfebrecido.
(La renuencia del licenciado Medina a embarcarse en la aventura reeleccionista, más allá de los escollos constitucionales y de las “promesas” al tenor que hizo en campaña y reiteró en los inicios de su gobierno, luce una cuestión de convicciones en torno a sus conveniencias personales como líder y a los llamados “ciclos” de la economía: ve escasas razones políticas de peso para arriesgarse a gastar un porcentaje de su gran “capital” de apoyo popular en un proyecto que, si bien puede resultar enteramente factible en lo mediato, pudiera a la postre ser un fiasco en términos históricos, puesto que no está exento del albur de que le estallen en las manos las granadas fragmentarias que hasta el menos avisado de los economistas espera para los próximos años en la economía nacional).
Hay que insistir, no obstante (porque este es el elemento nodal de la coyuntura política que vivimos), en que la idea de la reelección del licenciado Medina sigue gozando -según los muestreos y encuestas mas recientes- de un portentoso apoyo social, y no se está hablando de probabilidades sino de hechos reales: si el asunto es planteado hoy a los dominicanos para que decidan a través del voto -que es su instrumento por excelencia al respecto dado nuestro ordenamiento político democrático-, éstos estarían dispuestos a sancionarla convirtiéndola en realidad, sin importar que implique o no una consulta referendaria… ¿De qué desfase del "momentum" se habla entonces? Una cosa es lo que uno desearía y otra es la realidad.
Por otra parte, en el PLD el tema no se ha discutido de manera institucional (la hora de los deslindes nunca ha sido grata para los “corchos” y los dinosaurios políticos), pero -en virtud de que es una entidad reeleccionista y teniendo en cuenta la ascendencia actual del licenciado Medina- si se hiciera resultaría aprobado en la mayoría abrumadora de sus organismos, y si así ocurriera hay escaso margen para el escepticismo en cuanto a que esa entidad removería cielo y tierra (lo ha hecho reiteradamente para muchas otras cosas, sin escrúpulos ni remordimientos) a fin de lograr los cambios necesarios en la Carta Magna para hacerla posible… ¿De qué agotamiento del “timer” se habla entonces? Una cuestión es la conveniencia personal de uno y otra es la realidad.
Ahora bien: también hay que repetir que el licenciado Medina no parece estar en eso, y que se nota lo mismo en sus pronunciamientos que en sus actuaciones. Cuando un dirigente político dispara en una dirección, incluso si en principio ha apuntado hacia otra, la posición en que quedan los casquillos y el lugar donde terminan cayendo los proyectiles indica cuál es su verdadero blanco. Y en el caso del licenciado Medina todo eso está claro: los casquillos están en el presente pero los proyectiles caen en el futuro. Esta postura no coincide pasajeramente con las de los colaboradores suyos que azuzan la reelección (éstos sólo quieren hablar de lo de hoy -tan omnipresente y sabroso-, no de lo de mañana -tan difuso e insípido-), pero tampoco colisiona con el elemento -venenoso y mortífero- mas funcional a sus intereses estratégicos: el cuco de “Danilo o que entre el mar”.
Naturalmente, el naufragio del proyecto reeleccionista crearía las condiciones para que en el PLD el punto de la candidatura presidencial se dirima con base en una combinación de demostración de fuerzas y negociaciones (no en la simple popularidad interna y externa), y resulta obvio que en esta inteligencia es que el doctor Leonel Fernández ha decidido lanzarse al ruedo y, más aún, desafiar y enrostrarle sus fuerzas a una sociedad y un partido dubitativos o adversos con respecto a él con la mira puesta en el panorama electoral del año venidero.
Desde luego, la urgencia actual del doctor Fernández consiste en acabar de “salirse de abajo de las ruedas” del camión del señor Paulino, y para ello tenía sólo dos opciones: armar negociaciones secretas con éste con el objeto de lograr algún tipo de retractación o, restándole importancia, hacerse el caradura ante el país y relanzar vigorosamente su proyecto presidencial. Como esta última senda es la más racional desde el punto de vista de su futuro político (resignar sus aspiraciones era reconocer y validar como devastador el efecto de las denuncias del confeso capo en su contra) y, además, deviene perfectamente concatenable con el fracaso del proyecto reeleccionista, su selección ha sido la esperada.
(No se habla aquí de ética o de interés nacional, sino de “real politik” y de conveniencias. En cualquier otro país del mundo el doctor Fernández, tras las imputaciones del señor Paulino, hubiera tenido que abandonar por lo menos transitoriamente todas sus responsabilidades políticas, llevar el caso a los tribunales para esclarecer debidamente el asunto y, mientras estuviese en curso el proceso legal, preterir cualquier aspiración de ocupar posiciones o cargos estatales. Pero -ya se sabe-, estamos en República Dominicana, donde la corrupción es “inteligencia”, “patriotismo” y “éxito empresarial”, y los que la combaten son unos “fracasados” “traidores” y “envidiosos”).
Vistas así las cosas, se impone ratificar otra afirmación previamente hecha: el proyecto reeleccionista desde siempre ha tenido algo que no cuadra: la persona que tiene la última palabra al respecto se ha limitado a sugerir que tiene conciencia de la trascendencia del tema y a decir que “en su momento” hablará sobre él, mientras que sus gestos y actos lucen absolutamente alejados (ni indicios, ni señas ni pifias) de semejante interés… Lo otro ya es harto conocido: aunque hasta el día de hoy ningún político dominicano se ha resistido a las aclamaciones populares “espontáneas” y mayoritarias de continuidad en la conducción de la cosa pública, todos sabemos quién ejerce la autoridad en el sector político del Presidente… Y “donde manda capitán no manda soldado”.
Puede haber, pues, un “maco” a la vista “made in PLD”, y no estaría de más estar atentos: dadas las circunstancias y conocidos los protagonistas, el batracio podría terminar “cruzándose” con un conocido y voraz arácnido…
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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