“Las intervenciones de Barack Obama y Raúl Castro son el mejor resultado de la Cumbre, pues evidencian el momento histórico que vivimos, en donde las áreas geográficas de influencia se están redefiniendo.
Presenciamos un retorno a la geopolítica que precedió a la época de la guerra fría, la cual todos pensábamos había sido superada por el proceso de globalización.
En los últimos años hemos visto las diversas iniciativas de Rusia para consolidar su control de los estados que componían la antigua Unión Soviética y el rol de China en la búsqueda de áreas de influencia ligadas al suministro de materias primas para su crecimiento vertiginoso.
Esas iniciativas han tocado nuestra región directamente en lo político y en lo económico, frente a lo cual el Presidente Obama no se ha quedado de brazos cruzados. Apoyado en el fomento exitoso de la extracción de hidrocarburos a través de fraccionamiento hidráulico (“fracking” ) y en alianza con los miembros de la OPEP, en particular Arabia Saudí, ha propiciado un desplome de los precios del petróleo, desinflando a Rusia y afectando particularmente a Venezuela, mermando así su capacidad para consolidar o incrementar sus áreas de influencia.
La actitud conciliadora de Obama frente a Cuba permite superar una de las fracturas que sobrevivían desde la guerra fría. El gobierno cubano ha sido muy juicioso en aprovechar esta oportunidad precisamente en el momento en el que sus principales fuentes de apoyo internacional se ven en dificultades económicas, vislumbrándose así la posibilidad de relanzar su economía y renovar su aparato productivo, reconociendo sus virtudes y respetando sus méritos, como dijera Raúl Castro en la conclusión de su discurso.
En esa nueva etapa, la República Dominicana tiene que jugar un rol protagónico porque le hemos aportado mucho a Cuba y tenemos que seguirle aportando en todos los sectores en que somos competitivos para que, como pasa con Haití, su crecimiento redunde en nuestro crecimiento.
Al margen de su contenido, quiero también dejar constancia de la admiración que concita la política exterior cubana. Es una política firme que logra el respeto de la comunidad internacional por ese país, articulando posiciones sobre todos los temas prioritarios de la agenda internacional, cimentando un liderazgo político digno de un peso pesado.
Es en ese mismo tenor que nuestro presidente Danilo Medina acaba de relanzar nuestras relaciones caribeñas, mediante una estrategia conjunta en contra de las clasificaciones totalmente arbitrarias que se hacen en otros países en temas como el supuesto descontrol que en materia de lavado de dinero tenemos, según los organismos bilaterales que elaboran esas clasificaciones. Acusaciones injustas como éstas van en contra de nuestra reputación y sus efectos negativos son difíciles de revertir. Por eso son inaceptables y confrontarlas sólo es posible si nos unimos con los demás países afectados.
Esto puede significar que estamos pasando la página con nuestros vecinos del Caribe para de una vez y por todas superar los desafortunados malentendidos de los últimos meses, suscitados alrededor de un tema que definitivamente amerita de nuestras posiciones conjuntas y no conflictivas: la necesidad de que todos cooperemos con el desarrollo haitiano para que se supere la pobreza y para que se generen empleos en Haití para todos los haitianos.
Solo me queda añadir, que en este momento histórico las trasformaciones que vendrán en Cuba abren oportunidades que imponen a la República Dominicana tomar la iniciativa para proponer el ingreso de Cuba al Acuerdo de Asociación Económica que tenemos con la Unión Europea.
Esto facilitaría mucho nuestras relaciones económicas, cubriendo todos los aspectos de interés para ambas partes y consolidando la integración de Cuba al resto de las economías del Caribe.
Yo creo que este sería un mecanismo idóneo—es una propuesta enteramente personal—pero pienso que la pura lógica de los acontecimientos debiera llevarnos a asumir un liderazgo en ese sentido.
Nuestro empresariado viene avanzando desde hace tiempo en esa dirección. Toca ahora a nuestros gobiernos echar abajo los muros que han impedido hacer realidad el sueño que Eugenio María de Hostos tanto promovió durante sus activas intervenciones en el hemisferio: la Federación Antillana.”