Durante los últimos años, el espectáculo de los otrora llamados “Premios Casandra”, en honor muy merecido, y honra póstuma loable, decidida a posteriori, con respecto a aquella distinguida dama, ícono indiscutible del arte nacional, doña Casandra Damirón, había venido siendo objeto de severos cuestionamientos, debido a los tintes mercadológicos, y de comercialización abierta puesta en evidencia, como de degeneración moral incluida, y artística por supuesto, en los que se estaba incurriendo, según la apreciación pública, factores muy negativos e innegables con que era afectado el evento, aunque de seguro no exento del todo aún, a pesar de los internos por subsanar que últimamente se han hecho.
Es por ello que hoy se tienen los “Premios Soberano”, bajo una nueva versión de los Casandra, después de la litis separatista con bordes judiciales que se produjera entre los productores, como los patrocinadores principales del precitado acontecimiento anual, y los descendientes de la Soberana, por entender esos últimos, al igual que muchos dominicanos, que se estaba irrespetando alegremente su memoria, y quizás hasta infligiéndose en contra de lo que fuera moralmente su persona misma, partiendo de los otorgamientos relajados e inmerecidos, de galardones artísticos dentro del marco de aquel ceremonial seudo recordatorio..
Y además, motivado por una redistribución obvia, considerada más justa, con respecto a los beneficios que reportaba el ritual o protocolo de reconocimientos a nivel del arte nacional, en opinión de muchos aquí, cuando estaba involucrado el nombre de doña Casandra, progenitora de los reclamantes.
Movidos entonces los productores y patrocinadores del evento por tales concepciones públicas, parece ser que se está tratando en el presente de enrumbarle por otros senderos; y, de ir borrando las imágenes negativas que se han venido acumulando en torno al mismo durante las últimas celebraciones.
La actitud se infiere del reconocimiento este año al señor Iván García Guerra, connotado actor y dramaturgo nuestro, por parte de la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) y la Cervecería Nacional Dominicana, con la consecuente entrega del premio “Gran Soberano”, coincidiendo la loable distinción con la celebración de sus 60 años en el teatro.
La pregunta obligada que muchas personas aquí se hacen hoy es, ¿por qué hubo que esperar tanto tiempo para hacerlo, dadas las condiciones innegables de ese señor en el orden de lo que se trata? “Hombre de teatro, un actor de actores”, como bien lo calificara un medio de la prensa local ¡Hay muy pocos con quienes equipararles entre nosotros!
En cuanto a ése, lo más probable es que, no tuviera que pagar peaje para recibir el merecido galardón; que solo sus dotes avalaran la premiación, contrario a los tantos antecedentes negativos que se tienen con relación al precitado acto anual.
Ojalá que tal decisión constituya la apertura al cambio requerido ya en esos menesteres; que estén soplando nuevos vientos ahora en el seno de la hasta muy reciente considerada por completo seudo Asociación de Cronistas de Arte nuestra, según puede advertirse, para que se descontinúe con la práctica dañosa de estar premiando la mediocridad y la transculturación degenerativa en curso; como, el hacer honor a las estrategias mercadológicas de una empresa que elabora un producto nacional más consumible que la leche entre los dominicanos – la cerveza -.
Por eso se gasta tal industria cervecera, una inmensa friolera de recursos económicos en ese patrocinio, como forma utilizada para seguir embaucando y emborrachando a los tantos impensantes que tenemos en esta nación, usando como caramelos envenenados las proclamaciones, loas y reconocimientos inductivos hacia todo ese “antro” de porquerías artísticas que se gasta en la actualidad este país.
El propósito que subyace en dicha actividad, no es alentar y promover la calidad artística nacional, y mucho menos incentivar los eventuales nacientes valores en desarrollo; ¡no!, es comercializar, y motivar más aún la degeneración social fehaciente que nos arropa, con el aguijón alucinante del alcoholismo, y la correspondiente pingue comercialización que conlleva.
De seguro que, a no poca gente sorprendió aquí la premiación de que fuera objeto el señor Iván García Guerra, por lo que en realidad el mismo representa, en término de la dramaturgia y el teatro nuestro.
Con ese otorgamiento, aun fuera de tiempo, el asunto se alejó bastante este año de lo que tradicionalmente se ha venido estilando: obvio reconocimiento e incentivo a la mediocridad, a la degeneración artística; y si se quiere, hasta a la poca moral. ¡Qué bueno, si así continuara!
¡Felicitaciones Iván! Mejor es tarde que nunca, como reza una significativa máxima popular. Además, usted ha sido siempre merecedor del “Gran Soberano” ahora, antes “Premio Casandra”.
Autor: Rolando Fernández
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