Me dio gusto verlo y darle un abrazo…
Su mujer, Ivette, quiso hacernos una foto “para la historia”.
A pesar de conocernos hace 30 años, a mi llegada al periódico El Nacional, y de trabajar durante mucho tiempo en diferentes medios de comunicación, no había una imagen juntos.
La foto “para la historia” tiene sentido pues formamos el dúo de radio más formidable que ha tenido el país en muchos años.
Hicimos “historia” en el Gobierno de la Mañana de la Z 101 con las llamadas telefónicas, los comentarios, a veces subidos de tono, las entrevistas, cada vez más importantes, aumentando el nivel de audiencia de la popular emisora.
Democratizamos la información permitiendo la participación de todos los actores que intervienen en el proceso comunicacional sin discriminar a los de abajo, materia prima de la Z durante mucho tiempo.
Contrario a lo que muchos creen, mí salida del fenómeno de comunicación que fue, y sigue siendo el Gobierno de la Mañana, no se debió a problemas personales con él, pues a pesar de las diferencias –que las había- y de los encontronazos –que los hubo- nuestra relación siempre fue excelente. Los roles de ambos estaban bien definidos y aceptados. Nunca hubo celos ni protagonismos absurdos, propios de mediocres.
Alvarito es un intelectual que habla por radio, que conoce la idiosincrasia de los dominicanos, la historia de la humanidad porque la ha leído y estudiado. Culto.
Periodista, ajedrecista, cronista deportivo y columnista. En cada una de esas facetas ha sido de los mejores. Seria mezquino no reconocerlo. Excéntrico, raro, poco sociable y poco comunicativo fuera del trabajo. Pero un profesional de primer nivel. Lo reitero, para que conste en los anales de esta breve historia personal.
Los inconvenientes personales con Alvarito llegaron muchos años después por motivos políticos, innecesarios, debo admitirlo serenamente.
Al salir de una reunión con el señor Bienvenido Rodríguez, dueño de la Zeta, me encontré con Alvarito en el parqueo. Lo llame y nos saludamos como si nunca nos hubiéramos separados, como si nunca nos hubiéramos peleados. Y nos dimos un abrazo sincero. Y llegó, espontáneamente, la foto “para la historia” que con su móvil nos hizo Ivette.
Lo vi bien, fuerte, incluso con algunas libres de más, pero sé que está mal por la enfermedad que lo acosa constantemente amenazando su vida. Alvarito ha luchado contra el cáncer tesoneramente, sin rendirse, haciendo lo indecible. Su amor por la vida lo mantiene vivo.
Al verlo, me vi en su espejo. A cualquiera le puede sobrevenir una enfermedad catastrófica en cualquier momento y no saber cómo, ni con qué enfrentarla, pues los comunicadores estamos desamparados, sin una entidad que nos proteja y con un Estado miserable que no invierte en la salud de su gente.
Aun en la distancia, y separados por las grandes diferencias, he lamentado su estado de salud y lo que ha sufrido. Nadie merece pasar por lo que ha pasado Alvarito. Hay que estar en su piel para saberlo.
Todos los profesionales deberíamos vernos en el espejo de Álvaro Arvelo hijo.
Al verlo, me vi. Y un dejo de tristeza y de nostalgia me embargó recorriendo todo mi ser.