“Porque las cosas no se aclaran nunca, ni con el olvido, ni con el silencio”. P. Neruda.
César Cedeño, por disposición de Hipólito Mejía convocó el pasado domingo a los coordinadores de su campaña en todas las provincias del país para que rindieran un informe detallado de lo que ocurrió durante la “Convención” (así entre comillas) que arrojó resultados inesperados para los militantes y simpatizantes de su corriente denominada H-16.
Había que escuchar los informes minuciosamente, con las pruebas en las manos, del desastre planificado para impedir que Hipólito Mejía ganara las primarias o que la diferencia fuera de poco margen. (“Si ganamos con un 70% evitamos el pataleo del ex presidente”. ¡Y así fue!)
No hubo una provincia donde al “padrón” no llegara el sábado en la madrugada, el domingo en la mañana, en muchos casos diez y doce del mediodía cuando los votantes se había marchado cansados de esperar; en muchos lugares la lista de concurrente llegó en la tarde cuando era imposible sufragar.
Las boletas eran insuficientes. Donde había, por ejemplo, 500 votantes, llegaban 80 boletas, la mayoría marcadas a favor del candidato favorito de la Comisión Organizadora de la “Convención”.
Donde la corriente de Hipólito tenía mayoría, tanto de nuevos inscritos, como de los “Comités Afectivos” que se formaron en el 2011 y 2012, militantes del PRD, no aparecían en el padrón o fueron cambiados de mesas.
La compra de cédulas fue masiva y públicamente en todo el territorio nacional con la participación de importantes dirigentes, algunos al más alto nivel del Partido Revolucionario Moderno. ¡Qué vergüenza! ¡Qué asco!
No hubo un municipio, un barrio, una provincia, donde no se produjeran metódicamente todos esos hechos, lamentables, deprimentes, vergonzosos, aberrantes, penosos, vulgares, que hablan de un partido que de revolucionario y de moderno no tiene nada; es el mismo PRD, pero peor.
Nunca antes, en la historia de las primarias del país, de todos los partidos, incluyendo el Reformista, peledeísta y perredeísta, se había realizado una “convención” tan viciada, corrompida, abiertamente parcializada, y violenta aunque no se produjeran sillazos, trompadas, tiros, heridos ni muertos.
La “Convención” fue una masacre, un verdadero matadero electoral, donde las buenas costumbres, la ética y la moral se lanzaron por la borda al estercolero más sucio que podamos imaginar.
En la medida que iba escuchando a los coordinadores y dirigentes de la corriente H-16 y que observaba las pruebas del fraude escandaloso y vulgar, el estómago se me retorcía de indignación y coraje.
Hipólito, pobre ingenuo, creyó en la buena fe, en la honestidad, la dignidad y el decoro de los dirigentes del PRM y de los integrantes de la Comisión Organizadora de la “Convención” sin imaginar siquiera la existencia de un plan para avasallarlo y reducirlo a nada hasta en Gurabo, donde nació, para enterrarlo políticamente para siempre. (“La ingratitud es la gran pena del mundo”, decía José Martí).
Y ese hombre, como en otras ocasiones, en aras de mantener la unidad, de no producir un escándalo mayor que el escándalo de la “Convención”, acepta los resultados sin chistar, sin maldecir, sin impugnar los resultados de esa masacre electoral.
He pensado escribir un libro similar al que escribió Leonel Fernández, “Raíces de un Poder Usurpado” en el año 1990, con los informes de los dirigentes y coordinadores de la corriente de Hipólito Mejía, para que conste en los anales de la historia de las convenciones del país.
Todas las ponencias fueron grabadas para radio y televisión. Ojalá este pueblo pueda oír y ver las intervenciones de los representantes de las provincias y municipios, incluyendo las de la Capital, Santiago y el Gran Santo Domingo. ¡Ojalá!
Sé que éste artículo no es gracioso, que me traerá muchos problemas, incluso con el propio Hipólito, mi amigo entrañable, pero soy un libre pensador, vocero de mí conciencia, fiel a mis ideas y principios. Asumo las consecuencias, como siempre.