La Habana (PL) El proceso por corrupción contra el senador estadounidense Robert Menéndez supone un golpe formal para los demócratas, pero, ciertamente, el presidente Barack Obama pudiera avanzar ahora hacia el fin de gestión con una piedra menos en sus zapatos.
Por Jesús Adonis Martínez *
Menéndez -legislador por Nueva Jersey- milita en el partido azul, pero con frecuencia su voto respalda a los republicanos y es uno de los principales contradictores de Obama en cuanto a las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán y el proceso hacia la normalización de relaciones con Cuba.
Un par de semanas después de que el Departamento de Justicia (DJ) lo acusara formalmente de 14 cargos -ocho por aceptar sobornos- y en medio de un torbellino de críticas en la gran prensa norteamericana, Menéndez lanzaba otro dardo contra la Casa Blanca al cuestionar la histórica reunión en Panamá entre Obama y el mandatario cubano, Raúl Castro.
Según Menéndez, el jefe de Estado norteamericano comete un error de cálculo con el acercamiento bilateral iniciado el 17 de diciembre último.
Por otra parte, Menéndez mantiene una actitud intransigente en el tema Irán e impulsó un proyecto de ley que hubiera otorgado 60 días al Congreso para revisar el acuerdo marco alcanzado el 2 de abril en Lausana, Suiza, entre Irán y el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China, Rusia, más Alemania).
Pero mientras se concretaba el esbozo de acuerdo en Europa, el DJ anunciaba -luego de una pesquisa conducida junto al Buró Federal de Investigaciones (FBI)- una ringlera de cargos contra Menéndez que incluyen conspiración para cometer sobornos y fraude en conexión con el acaudalado oftalmólogo de origen dominicano Salomon Melgen, residente en la Florida (sur).
La fiscalía federal alega que Menéndez, de 61 años, intercambió favores políticos por beneficios materiales con su amigo Melgen, quien le financió costosos viajes de placer -hasta siete a República Dominicana, y también a París, donde su suite costó a razón de mil 600 dólares la noche- y le dio más de 750 mil dólares en contribuciones de campaña.
Presuntamente, el legislador ayudó a Melgen a deshacerse de acusaciones vinculadas a sobrecargos en el sistema de salud "Medicare" por un monto de cerca de 8,9 millones de dólares, influyó para otorgarle preferencias en contratos para la seguridad de puertos dominicanos y le facilitó visas para sus novias extranjeras y la hermana de una de estas.
Menéndez -de origen cubano- entró a la Cámara de Representantes en 1993 y al Senado en 2006, y con las acusaciones que enfrenta podría encarar 15 años de prisión por cada uno de los cargos de soborno.
Por el momento, el hombre no ha renunciado a su curul -aun cuando The New York Times (NYT) y The Washington Post lo instaron a bajar del carro-, pero dio un paso al lado como demócrata de más alto rango en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Poco después, Ben Cardin -su sustituto en el panel- impulsó, junto al republicano Bob Corker, una iniciativa más moderada que permitiría una revisión de 30 días -la mitad del plazo original- en el Capitolio del acuerdo definitivo previsto para el cierre de junio.
La propuesta fue sancionada en el Comité por unanimidad (19-0 votos) y Obama declaró que podría firmarla pues no presupone intrusión en las actuales negociaciones con Teherán, amenazadas seriamente por el texto anterior según la perspectiva del Ejecutivo.
Claro que el espíritu bipartidista se quebró luego y tales amenazas resurgieron durante el proceso de enmienda del proyecto.
Ello debido a que legisladores republicanos presentaron modificaciones como el reconocimiento de Israel por parte de Irán, la liberación de estadounidenses detenidos en la nación persa y el otorgamiento de la categoría de tratado al eventual acuerdo nuclear definitivo.
Pero ya esto es harina de otro costal. Lo cierto es que las acusaciones contra Menéndez coincidieron con el avance de las gestiones diplomáticas con Irán y otros proyectos impulsados por la Casa Blanca.
En un intento por restarle valor a las alegaciones del Gobierno en su contra, el imputado acusó en algún momento al DJ de perseguirlo por razones políticas y su origen latino.
Sin embargo, el propio Menéndez despejó -en declaraciones recogidas por el diario The Hill- esta cuestión tras preguntársele si el DJ ha apuntado contra él por criticar las políticas del Presidente: "No puedo imaginarme que una administración, esta o cualquier otra, vaya tan lejos para volcar nuestra democracia constitucional", dijo.
Y al menos en este punto Menéndez demostró tino, pues el coro en su contra en abril pasado resultaba abrumador; al igual que los cargos presentados en su contra, que desnudan cuán delgada es la línea entre el poder legítimo y el ilegal en Estados Unidos.
En respuesta a la típica idea de que el sur del hemisferio es el paraíso de la corrupción política, algunos líderes latinoamericanos recuerdan a menudo que en el país norteño es perfectamente legal el cabildeo ("lobby") de grupos con enorme músculo económico para hacer avanzar sus intereses en forma de leyes o acciones ejecutivas.
Tras revisar el expediente de 61 páginas contra el senador demócrata -"mucho más amplia y grave de lo que se conoce públicamente", según NYT-, la mayoría de los analistas coincide en que, como mínimo, sobrevendrá la muerte política para Menéndez.
Hace unos años, el senador Ted Stevens (Alaska) fue investigado por razones similares, pero la acusación se desechó debido a conductas inapropiadas de la Fiscalía; no obstante, cuando el proceso concluyó, ya habían transcurrido cinco meses desde la derrota en las urnas del legislador.
La prensa reseñó en abril las descripciones de los fiscales, quienes sostienen que las oficinas de Menéndez en el Capitolio eran un centro de actos de corrupción y que este utilizó a su jefe de personal para solicitar donativos al doctor Melgen, averiguar lo que este quería a cambio y asegurarse de que sus pedidos fueran cumplidos.
Asimismo, los principales medios del país reflotaron -por vía de comparación- la historia de otro demócrata de Nueva Jersey, Harrison A. Williams, quien en 1980 enfrentó cargos federales por soborno como parte de la investigación conocida como Abscam.
El caso de Menéndez volvió a primeros planos tras conocerse -a través de una investigación de la agencia noticiosa norteamericana Associated Press (AP)- la procedencia de 1,3 millones de dólares que recaudó para su defensa hasta el 31 de marzo (un día antes de la acusación formal).
Sobresalen contribuciones de un grupo que cabildea en Washington a favor del régimen israelí (177 mil dólares) -enemigo acérrimo de las negociaciones con Irán-; de Jorge Mas, presidente de la anticubana Fundación Nacional Cubano Americana (20 mil), así como del empresario Joseph Barry -sentenciado en 2004 a poco más de dos años de prisión por cohecho- y su entorno.
"El estado necesita un senador respetado que se centre en su trabajo, no un acusado que pasa sus días defendiéndose de acusaciones creíbles de corrupción y a la recaudación de dinero para su defensa legal", estableció un editorial del diario The Star-Ledger, el más grande de New Jersey.
En tanto, una encuesta -realizada por la Universidad Quinninpiac y publicada el 16 de abril – reveló que el 64 por ciento de los electores registrados en Nueva Jersey aprueban la decisión del presidente Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, mientras que el 56 por ciento está a favor del acuerdo preliminar alcanzado entre el G5+1 e Irán.
Tampoco el cielo luce despejado en casa para Robert Menéndez.