Por Maylín Vidal*
La Habana, (PL) Bullying para algunos países, matoneo para otros, lo cierto es que el acoso escolar se ha convertido en las últimas décadas en un fenómeno que golpea duro a niños y adolescentes, reflejo de las desigualdades sociales imperantes en el continente americano.
Según cifras oficiales siete de cada 10 niños en América Latina son víctimas de este asedio que comienza a veces con un simple abucheo y termina en no pocas ocasiones con un desenlace fatal.
De manera física o mental, un niño o un grupo de ellos la emprenden con otro que casi siempre es menor, inseguro e incapaz de defenderse.
Llegan a la casa con objetos rotos, reaccionan llorando o alejándose frente a situaciones de conflicto, son algunos de los síntomas que caracterizan a estos infantes.
En América Latina "el 70 por ciento de los niños son directa o indirectamente afectados por el acoso en la escuela, niños que han sido acosados o han sido testigos del acoso, afirma la especialista en Derechos de la Niñez de la ONG Plan Internacional, Mónica Darer.
De acuerdo con varios estudios, entre las naciones más sacudidas por este flagelo se encuentran Colombia, Brasil, Paraguay, Perú, Honduras, Guatemala, República Dominicana y Panamá, por solo citar algunos.
Especialistas consideran que el bullying, un fenómeno que se resiente con fuerza en Estados Unidos y del que muchos latinos han sido víctimas, tiene su raíz en los grandes niveles de desigualdad, violencia, discriminación e intolerancia hacia grupos o personas con una determinada apariencia física o en condición marginal.
No pocos han sufrido en su infancia acoso, insulto, violencia física o exclusión de un grupo en las aulas, algo que deja profundas raíces para toda la vida si no se logra soportar o revertir.
Hay niños que se exponen al acoso todos los días. En el caso de las niñas muchas sufren violencia sicológica y emocional, sostienen los especialistas.
Existen diversas manifestaciones, los victimarios exigen dinero a cambio de no golpear al compañero o dar a conocer algo que le puede causar problemas; se burlan, lo amenazan con apodos crueles e insultantes.
Ejemplos que han terminado en tristes episodios hay decenas en el continente.
En Perú aún esta fresca en la memoria el caso de Clinton Maylle, de 14 años, quien sufría ataques y burlas por ser provinciano y por su gusto a los estudios, hasta que un día de 2010 tres compañeros le propinaron una golpiza tan brutal que quedó parapléjico de por vida.
Según ha dicho a varios medios de prensa el joven Maylle, aún siguen latentes para él esas imágenes que se convirtieron en una pesadilla permanente cuando aquella tarde salió de su colegio.
Otros casos de este síndrome -que se ha triplicado con los años- se dan en Colombia, un país marcado por la violencia y donde este flagelo, conocido en esa nación como matoneo, es noticia diaria en las televisoras locales.
Uno de los más recientes fue en agosto de 2014, cuando un estudiante de 16 años se suicidó en Bogotá, víctima de discriminación en el colegio en que estudiaba después de asumir su homosexualidad.
Dos años antes, en la norteña región de Antioquia, el pequeño John Alexander Larranondo, de 12 años, falleció por una golpiza propinada por sus compañeros por tratar de defender a una niña.
En Paraguay se han dado decenas de casos y el pasado año, por primera vez, fueron condenadas dos niñas por acosar a una amiga. La víctima fue abucheada, recibió severos insultos e incluso se vio obligada a cambiarse de institución educativa.
Por ser menores de edad, sus victimarias fueron condenadas a realizar seis meses de trabajo comunitario en una fundación y seguir una terapia de orientación sicológica.
En una entrevista difundida en el sitio argentino www.mediacionyviolencia.com.ar, la doctora Luciana Cataldi, especialista en esta materia, sostiene que lo más sorprendente hoy en Latinoamérica es la conspiración de silencio que hay entre compañeros y las instituciones escolares con las familias.
Se perciben como más tolerantes con los agresores que con el hostigado, apunta la especialista, quien exhorta a las instituciones a ser responsables y velar por la integridad física y psíquica de los niños y el derecho a educarse en un ambiente sano.
En Estados Unidos y también en algunas partes del continente, con la llegada de las nuevas tecnologías el bullying tiene incluso una nueva forma, "el ciberbullying": acoso a través de las redes sociales.
Las autoridades escolares en ese país norteño no han encontrado la forma de frenar esta situación que además de la agresión física cuenta con el añadido del maltrato cibernético. Expertos consideran que el ciberbullying es aún más grave pues el asedio se hace público a través de los celulares, Facebook y Twitter.
Las cifras divulgadas por el Departamento de Justicia norteamericano en 2011 ya daban de que hablar: 77 por ciento de los estudiantes dicen ser acosados mental, verbal o psicológicamente y 160 mil faltan a diario a la escuela por temor a ser acosados.
Muchas organizaciones sociales y educativas y gobiernos trabajan para tratar de detener este fenómeno o al menos reducirlo en el continente.
El bullying parece no tener fin, las cifras con los años aumentan. Algunos países ya cuentan con una ley, como Argentina, pero aún queda un largo camino y sobre todo mucho trabajo mancomunado entre centros educativos, maestros, pedagogos y familiares para evitar que más niños sigan sufriendo.
* Jefa de la Redacción Sur de Prensa Latina
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