Los defensores de la movilidad de la Constitución en materia de reformas a la misma, constituyen el sector constitucionalista más exitoso en la historia nacional, han conseguido que solo para hablar de reelección, se haya reformado 33 veces la carta magna nacional.
A estos se le debe responsabilizar también del fracaso del constitucionalismo criollo pues en la forma como en el fondo se puede establecer una estrecha relación entre reforma constitucional e inestabilidad política. Pero no solo eso, si nos fijamos bien, dicho sector ha conseguido que la Constitución posea (entre nosotros) carácter de ley transitoria.
La transitoriedad de dicha norma viene desde sentidos diferentes, en unas puede venir del afán de conservar y mantenerse en el poder de un grupo de hombres que se creen mayoría determinante pues poseyendo una mayoría congresual, creen gozar también del poder de modificar la Constitución, es decir: se piensan no solo con poder constituido sino con poder constituyente.
Se ha llegado al extremo de considerar que quien asume el poder, esta en el deber de reformar la Constitución para ajustarla a sus intereses particulares o de grupo.
De donde se infiere que andan lejos de conocer lo que es una constitución, o bien que sabiéndolo, actúan como gobernantes irresponsables que defraudan la confianza que el pueblo les ha confiado.
Pero no solo los detentadores circunstanciales del poder ven la Constitución como una ley transitoria para sus designios políticos sino que también, muchos opositores ven en la ruptura del orden constitucional la posibilidad de reformarla en función de sus intereses políticos eventuales. La transacción política e incluso la imposición política, han sido las divisas empleadas para lograr tales objetivos. Esta posición muestra una incomprensión sobre el rol de la Constitución en una sociedad pues no distingue entre su carácter contractual y su condición de ley organizadora del poder. Por tanto existen reformas propiciadas desde el poder que son las más, y reformas desde la oposición que son también un número considerable. Por tanto, no es la primera vez que ocurre que un presidente desestabiliza su propio gobierno.
En uno y otro casos el resultado ha sido el mismo la desestabilización de la nación, el subdesarrollo, el atraso, por ejemplo, todavía se comenta lo pernicioso que ha resultado para el país el Golpe de Estado contra Bosch de 1963 precisamente porque conllevo el dejar sin efecto la Constitución puesta en vigor aquel ano. Esto es: lo peor no fue el golpe sino el derrocamiento de la Constitución. Al revés, la Constitución de 1966 ha sido valorada positivamente por su capacidad para mantenerse en vigor sin ser reformada. Es de las pocas veces en que una constitución no tiene carácter transitorio entre nosotros.
De donde se desprende que la reelección otorga mayor estabilidad a la gobernabilidad, pero en realidad lo que ocurre es que la Constitución del 66, era una constitución conservadora y resulta que el conservadurismo es otra de las características del constitucionalismo dominicano, o, lo que es lo mismo: que los denominados grupos liberales siempre han sido díscolos, nunca han podido preservar los valores que dicen defender y con mucha facilidad pasan al frente conservador, el mejor ejemplo de ello es Lilis. Quien con pinta liberal y azul restaurador, asume el mando del Estado y paulatinamente se convierte en líder conservador hasta su muerte.
Los ejemplos sobran, por ejemplo, nadie puede poner en duda el hecho de que el Presidente Danilo Medina ha caído en los brazos de la oligarquía criolla y del imperialismo, solo eso explica su cambio de posición respecto de la reforma constitucional. De opositor decidido ha pasado a partidario incondicional de la reelección presidencial, olvidando que con anterioridad a el, Hipólito Mejia, incurrió en el mismo error creando un caos en su partido del cual todavía no se recupera y sepulto sus posibilidades de ser nueva vez presidente, y arruino de paso el liderazgo histórico de Hatuey Decamps. Es temprano todavía para hacer un pronostico de cual será el final de la aventura reeleccionista de Danilo Medina, pero no se necesita ser mago, basta con echar una mirada a la historia constitucional dominicana para darse cuenta de que el continuismo desde el poder ha sido la posición mas abominable que los políticos criollos han podido asumir. Sumir el país en el caos con tal de repostularse con el objeto de seguir en un cargo asumido por tiempo predeterminado es desestabilizar el país. No es la primera vez que un presidente desestabiliza su propio gobierno pues cien anos hacia atrás tuvimos mas de un político en el poder que conspiro contra su propio gobierno.
Por tanto, superar el carácter transitorio que los políticos han dado a la carta fundamental de derechos del pueblo dominicano es la tarea pendiente del constitucionalismo dominicano, superarlo es el mayor reto que la sociedad, el pueblo y los políticos deben asumir. En verdad de poco sirven los abogados constitucionalistas que por unas cuantas monedas asumen el rol de Judas Icariotes. No es mucho lo que la nación puede esperar de esos profesionales pues si bien el derecho tiene un carácter laxo, no menos cierto es el hecho de que bajo el Estado Social, la noción de compromiso es la que ha de predominar, pues tratándose de una constitución basada en normas y principios ético morales, los razonamientos y las justificaciones simplistas y maquiavélicas constituyen un residuo social que ha de superarse.
No puede avanzar un país con democracia en desarrollo si sus hombres públicos carecen de valores, de responsabilidad social, de entereza al momento de asumir posiciones públicas. Si bien vivimos la era del hombre Light no menos cierto es el hecho de que nosotros mismos somos quienes podemos hacer de nuestra sociedad un paraíso o un infierno. La crisis del Estado Social es una crisis de gobernabilidad precisamente cuando la gente común descubre que todo es una trama, que todo es un negocio y que quien paga los platos rotos de los arquitectos de la política constitucional es el propio pueblo debido a que sus hombres públicos le han fallado. Esto es lo que significa asumir la constitución como ley transitoria, fallarle a la sociedad. DLH/10/5/2015