De los países desarrollados respecto de nosotros los latinoamericanos y del Caribe tenemos pues la firme convicción de que nos llevan mucho camino. Sin embargo, en recientes informaciones sobre nuestras economías y los modelos de desarrollo socioeconómicos la realidad cambia, pues por estos días ha estado en Francia el funcionario del gobierno ecuatoriano, a quien le atribuyen ser el ideólogo o el pensador del “buen vivir”, Freddy Ehlers Zurita, puesto en práctica en esa nación sudamericana. Con la crisis económica por la cual atraviesa Europa, algunas de estas naciones del viejo continente miran u observan los cambios en los proceso de producción social de riqueza en nuestros países que, vistos desde fuera, vienen dando resultados positivos. Y digo “vistos desde fuera” porque difícilmente desde dentro nos surja la idea de que estamos cambiando, de que estamos prosperando. Desde dentro nos sentimos frustados, desperanzados.
Del Estado del “buen vivir” (como así llaman los ecuatorianos a su modelo de desarrollo o de producción social de riqueza, como así prefiero yo decirlo) al Estado del Bienestar (aplicado con éxito en toda Europa) habría que dedicarle un tiempecito para percibir las diferencias sustanciales, porque desde los años ochenta, los tiempos de la reforma y modernización de los estados latinoamericanos, viene impulsándose la idea de alcanzar en América Latina eso que los europeos lograron, precisamente el Estado del Bienestar o lo que es igual o parecido a decir que en Europa se optó por un Estado proteccionista, un impulso que data -de acuerdo con los teóricos del tema- desde lamitad del siglo XIX, cuando grupos sociales lucharon por el reconocimiento de sus derechos a nivel internacional. Todo esto luego de experimentar crisis sustanciales, desde la Gran Depresión de 1929 que afectó a Estados Unidos hasta los acontecimientos de la primera y segunda guerra mundial, precisamente los primeros cincuenta años del siglo XX.
Desde lejos podríamos pensar que el “buen vivir” presentado por los ecuatorianos constituye una retórica o frase explosiva para llenar de títulos las primeras páginas de los diarios locales e internacionales o para entretener a las agencias de prensa y al ciudadano. No se si es perfecto o no, si se trata de politiquería, pero lo cierto es que es un plan establecido y argumentado. Pero, ¿significa que República Dominicana jamás ha tenido algún plan? En modo alguno. Está en ejecución la Estrategia Nacional de Desarrollo, y posiblemente la gran diferencia radica en los enfoques y las formas en que afrontan determinadas situaciones y/o conflictos de intereses. Si se observa, nuestros gobiernos están marcados por la confluencia de políticas liberales o neoliberales y algunas que tratan de contaponerlas; pero la mayor dificultad radica en que algunos gobiernos de América Latina y Europa presenta a individuos o gestión cohesionados en torno a un proyecto, con escasa disidencia ideológica; no así en nuestros gobiernos dominicanos, en los cuales se advierten corrientes de pensamientos disímiles o contradictorios entre sí.
Los planes de desarrollo pocas veces son conocidos/apreciados por los ciudadanos, y sus metas u objetivos en ningún momento son partes del propio ciudadano, de sus emociones y racionalidad. Es la gran falla de nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo, pues posiblemente sea ignorada por quien sea, muy a pesar de que está en marcha y conozco de personas muy serias y profesionales empeñadas en su evolución, en su vigencia. Pero estas líneas van dirigidas a resaltar los cambios, jamás a llenar de crítica ni provocar rabietas. Tal vez compartir un poco de optimismo de cara a la sensación de derrota por la que siempre atravesamos los dominicanos o el ciudadano, en sentido general, de América Latina. A lo que unos llaman crisis económica, prefiero decir que estamos viviendo cambios importantes en las formas convencionales de producción social de riquezas, República Dominicana no escapa de ello, y estos ensayos o modos llevan a Europa a observar a los latinoamericanos, sus éxitos y fracasos, como antes lo hemos hecho los latinoamericanos, lo que jamás quiere decir que estamos re-enrumbados, sí buscando salidas, y quiérase o no, respuestas del capitalismo al capitalismo.
Se ha hablado igualmente del derrumbe del Estado del Bienestar o modelo europeo pero Europa también se ha visto sensiblemente afectado por el desgaste y corrupción de los partidos políticos, con el fracaso de sus gestiones gubernamentales. Y con todo ello, las izquierdas y derechas dejaron de ser los mismos conceptos de los años sesenta como de los setenta.