Escribí varios artículos en el año 2008, cuando la población todavía no conocía al licenciado Luis Abinader Corona, asegurando que el joven economista y empresario estaba destinado a convertirse en un gran líder del escenario político nacional, con posibilidades de llegar a la Presidencia de la República.
Y es que observé que el hoy candidato del Partido Revolucionario Moderno, principal de oposición, conforme a todos los estudios de opinión, está adornado de atributos personales básicos para el crecimiento y el éxito en cualquier actividad de la vida diaria, incluyendo, naturalmente, a la política. El tiempo se encargó de corroborar mi tesis.
Abinader Corona no sólo es un hombre actualizado sobre la problemática nacional e internacional —aspecto que suele valorar, sobre todo, la clase media—, sino que es un caballero por excelencia, un verdadero diplomático, brindando sonrisas y saludos a todas las personas. A pesar de su condición de empresario no hace ostentaciones económicas, es humilde y no discrimina a nadie por nivel social.
En el ámbito empresarial y político se le conoce como una persona honesta, condición heredada de su padre, el doctor José Rafael Abinader, prestigioso hombre público.
(Abinader, padre, fue un antiguo controlar general de la República en el gobierno de Antonio Guzmán, quien obligó a la Gulf And Western a pagar al Estado Dominicano la suma de 39 millones de dólares adeudados por esa transnacional.
Además, fue director de Presupuesto. En el gobierno de Salvador Jorge Blanco fue secretario de Finanzas (lo que hoy se conoce como Ministerio de Hacienda), pero tanto a Don Antonio Guzmán como a Jorge Blanco les renunció por desacuerdo con determinadas políticas económica y por firmar con el Fondo Monetario Internacional).
Pero si esas cualidades de Luis Abinader son importantes, no menos importante es la prudencia que exhibe. Es joven, pero no comete errores, porque piensa antes de hablar o de actuar. Además, está dotado de lo que los especialistas de la conducta humana denominan “inteligencia emocional”, manteniendo siempre la cordura y la ecuanimidad ante personas que lo han provocado y agraviado.
En el plano personal no confronta con nadie, pero asume firmemente posiciones respecto a los problemas sociales, económicos e institucionales que atraviesa la sociedad dominicana, formulando propuesta de solución en cada caso.
Siempre fue un gran subestimado, pero el conjunto de cualidades descritas antes más su enorme capacidad de trabajo han contribuido a echar por el suelo el abjetivo de “muerto” que le atribuían. Con su contundente triunfo ante Hipólito Mejía, el político dominicano de mayor carisma, ya no se le puede subestimar. Y en este momento se conocen estudios que le otorgan porcentajes de aceptación que superan el 30%.
Tiene algo más del 30% con tendencia al crecimiento. Crecimiento ilimitado, porque el candidato del PRM no tiene techo. Es un político sin rechazo en la población, dato que he resaltado en múltiples artículos de opinión.
El liderazgo de Luis Abinader es una realidad. Es un producto fresco a ofertar ante las eventuales opciones barajadas en el oficialismo, que de una u otra forma (¡todas!) tienen cuota de responsabilidad con la corrupción pública y/o la impunidad.
Y varios de los denominados presidenciables peledeístas tienen compromiso con el narcotráfico y el crimen organizado, una imputación que proviene desde diferentes fuentes, incluyendo a litorales del propio PLD, donde los niveles de su crisis interna trascienden como nunca antes en la historia de esa entidad política.
El liderazgo de Luis Abinader surge en un momento oportuno, ante el vacío de alternativas decentes y la percepción de “partido único” ofertada en la población desde una poderosa red de medios de comunicación social controlados por el oficialismo, para que los dominicanos se resignen, de forma inducida, al continuismo del robo al erario, a la criminalidad, a la ausencia de servicios públicos eficientes y de instituciones democráticas.