Hay gente convencida, hasta por un asunto emocional y otra parte coyuntural, en que el modelo de alternabilidad presidencial de la actual Constitución de la República conviene más que es que se propone en la reforma en marcha.
El sistema vigente permite que el presidente en ejercicio se vuelva repostular con un intervalo de un periodo de gobierno, y el cual como se ha demostrado no contiene la ambición de poder de éste, sino todo lo contrario, pues más bien estimula la acumulación de fortuna, distorsión de los estamentos de poder para su regreso.
El modelo que se propone en la reforma propuesta esta vez, lo que plantea es que el presidente en ejercicio tenga la opción de intentar una reelección y nunca más. Significa que, la logre o no, esa persona no volverá a ejercer la presidencia de la República.
Y este modelo en discusión es más eficaz en cuanto a contener la ambición de poder de un político, como se prueba en Estados Unidos, y que fue establecido en la constitución impulsada en el 2014 por el entonces presidente Hipólito Mejía, y que el pacto entre el presidente Leonel Fernández y Miguel Vargas en el 2010 sustituyó por el que rige en la Carta Magna vigente.
Lo que pasó en el 2004 es lo mismo que ahora en el 2015, que la iniciativa de reforma impulsada beneficiaría de inmediato al presidente de turno. Y eso envuelve el debate en un asunto coyuntural, y gente que comparte ese modelo vigente en EEUU, se opone, incluso gente que lo llegó a apoyar en el pasado reciente.
Pero nadie puede refutar los beneficios que traería a nuestra democracia aprobar que un mandatario tenga derecho a repostularse una vez y nunca jamás, pues en un país tan presidencialista, abriría la oportunidad a que más dominicanos y dominicanas ejerzan ese importante cargo.
Hay políticos que hacen uso de una lógica personal y mesiánica para justificar el derecho a la reelección consecutiva o el derecho reelección con una pausa. Argumentan que no es justo que una persona que haya ejercido la presidencia y haya hecho un buen Gobierno se le impida volver a gobernar que fue lo que primó en la reforma constitucional del 2010. A mi entender es un criterio erróneo y lo único que hace es esconder su afán continuista.
Creo que el presidente Danilo Medina lo entiende así, y espero que este intento de reforma constitucional esté inspirado en sentar las bases para dinamizar la alternabilidad presidencial, por el límite que pone a los políticos que ejerzan la presidencia de la República, y que no ocurra que dentro de cuatro año un cambio en nuestra ley de leyes.