JOSE A. THOMAS
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) celebra el 12 de junio, el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, y su objetivo es, según publica la OIT, servir de catalizador para el creciente movimiento mundial contra el trabajo infantil. A menudo, el Día Mundial se ha concentrado en una de las “peores formas de trabajo infantil” definidas en el Convenio No.182, comenzando por las “formas incuestionablemente peores”, como lo es la trata de niños y niñas.
Desde tiempos inmemorables, el hombre ha trabajado para procurar a su familia el sustento con el fruto de su trabajo. En la actualidad, la realidad económica existente ha obligado a la mujer y aún a los niños a insertarse en el mercado laboral. De esta realidad no escapamos los dominicanos, nuestros niños, niñas y adolescentes forman parte de las miles de personas que a diario salen de sus hogares a cumplir jornadas de trabajo.
La parte más preocupante es que esas pequeñas criaturas, por lo regular, desafían la resistencia corporal de sus frágiles anatomías, al rendir labores retando las inclemencias del tiempo, al agotar largas e intensas jornadas de trabajo por encima de sus capacidades, muchas veces, o realizando trabajos considerados peligrosos e insalubres.
Cuando se rompe la estructura familiar –ya sea porque el padre abandona el hogar o por la muerte de éste-, o cuando nunca ha habido una estructura familiar tradicional, casi siempre porque se trata de una madre soltera, surgen esas especies de mini héroes que son los hijitos más grandecitos, quienes colaboran con la madre desempeñándose bien como limpiabotas, vendedores o canillitas, los que viven en la ciudad o laborando en el campo los que residen en las zonas rurales. Estos suelen ser las víctimas más afectadas y perjudicadas de esas situaciones, ya que, se truncan sus anhelos de estudiar y prepararse, porque al final de la jornada diaria de trabajo, el cansancio en sus cuerpos no deja espacio para otra cosa que no sea la necesidad de descanso, lo cual impide pensar en la idea de agotar el horario escolar.
Son varias las modalidades de trabajo infantil. Muchos de los niños trabajadores desempeñan sus labores en el servicio doméstico. El trabajo doméstico no es necesariamente peligroso, pero muchas veces lo es. Los trabajadores domésticos infantiles a menudo reciben poca o ninguna paga; además, sus condiciones de trabajo dependen enteramente de los caprichos de sus patrones; se les priva del afecto, de la educación, del juego y de la actividad social (jornadas diarias de trabajo que, por lo regular, exceden las ocho horas) y son vulnerables al abuso físico y sexual.
Otros niños se hallan sometidos a trabajos forzosos y peligrosos en las plantaciones. En nuestros campos, muchos son los niños quienes realizan las labores de extracción y corte de frutos. La próxima vez que compre un paquete de grandes, sanos y hermosos tomates provenientes de Azua, recuerde que éstos pudieran haber sido cortados por las manitas de niñitos trabajadores del campo bajo un sol impiadoso. Igual, la próxima vez que compre por libras, ajos grandes provenientes de Constanza, piense que tal vez hayan podido haber sido recogidos por los niños trabajadores de esa región.
También, muchos niños y niñas caen en las redes del mercado sexual infantil. El daño físico y emocional que se les inflige, sin hablar de la infección del VIH, hace que este abuso sea una de las formas más peligrosas de trabajo infantil.
Otros tantísimos niños hacen de las calles su lugar de trabajo. Estos niños probablemente no van a la escuela, pero están muy versados en cuanto a lo que es la economía de la supervivencia, saben perfectamente que si en el día ganan menos, se quedarán sin comer.
El trabajo infantil tiene su origen en la situación de extrema pobreza de las sociedades. La madre pobreza que despacha a sus hijos a las calles a buscar, por la paga que sea, qué hacer para regresar a casa agotados en la noche con unas pocas monedas con las cuales poder hacer el milagro de mínimamente alimentar a la familia.
Las condiciones en que los infantes desarrollan las labores son verdaderamente inhumanas, casi siempre son al aire libre, bajo un inclemente sol, son peligrosas, cuando se ejerce empleando objetos contundentes al cortar frutos de los árboles o poniendo en peligro sus vidas en una concurrida esquina realizando ventas, ya sea de dulces, frutas, periódicos, etc., o limpiando cristales a los vehículos de los sorprendidos choferes que esperan el cambio de luz, sin contar con el peligro que constituye para ellos las personas inescrupulosas que les ofertan sustancias peligrosas, o la comercialización sexual de sus cuerpos.
En condiciones confortables, con un cómodo sillón, un escritorio, un computador y la temperatura agradable que proporciona el aire acondicionado, a un adulto se le hace difícil agotar dos jornadas todos los días, la jornada diaria de trabajo y la jornada de estudios universitarios o extra curriculares, puesto que el cuerpo demanda de un período de descanso. Imaginemos entonces lo que sería para un pequeño, cuyas condiciones de trabajo no son ni siquiera las mínimas requeridas para la ejecución de su labor, resulta comprensible que eliminen una de las dos jornadas de su quehacer diario, y por razones de supervivencia, la sacrificada es la jornada escolar, prevaleciendo la jornada de trabajo.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) encabeza la lucha contra las formas más degradantes de trabajo infantil. Exhorta a los gobiernos a dictar leyes que prohíban el trabajo de niños menores de 15 años, y promueve la adopción de nuevos convenios por los que se prohíba el trabajo de los menores de 12 años y se supriman las formas más peligrosas de explotación.