No se debe confundir el sistema de alternabilidad presidencial aprobado por la asamblea nacional revisora el pasado sábado con el modelo que prevaleció en el gobierno del presidente Joaquón Balaguer, que se basaba en el continuismo presidencial.
No está de más hacer la precisión, porque uno escucha a muchas personas afirmar que con la aprobación del modelo estadounidense, que permite al presidente de turno la opción a una repostulación y nunca más, se reinvidica al ex presidente Balaguer.
A mi entender el modelo actual, que tras el receso de un periodo presidencial, un ex presidente tiene el derecho a intertar de nuevo su regreso, se ajusta más al criterio continuista que el aprobado el sábado pasado. Por eso, no creo en ese antireeleccionismo aprobado en la Constitución del 2010.
El continuismo de Balaguer se sustentaba en su vocación mesiánica; parecía que en el país nadie estaba en capacidad de gobernar. Toda una rectórica lo hacía imprescidible y único apto para dirigir los destinos de República Dominicana. Era como si el talento y la inteligencia perecieran en los demás seres humanos mientras Balaguer tuviera vida. Y para sacarlo del poder era necesario una batalla fuera del marco institucional, pues lo controlaba todo.
Además, paraa retener el poder, acudía a todos los recursos del Estado, los militares era usado de manera descarada en las campaña electoral y la represión se imponía de un extremo a otro del territorio nacional.
La historia ha demostrado la falsedad de esa creencia. Solo la nostalgia de algunos y la falta de talento de otros, los lleva a apelar al balaguerismo de ataño para tratar explicar procesos de hoy que superan aquella mentalidad.
El modelo que contiene la ambición de poder de un presidente, como ha sido aprobado, limitando la posiblidad de ejercicio gubernamental a dos periodos, muy distinto al reeleccionismo balaguerista. Creo que quienes hoy pretenden justificar sus actos alegando que lo que se aprueba en la asamblea nacional es lo mismo que regía cuando Balaguer, lo que pretenden es evadir que se les atribuyas que hoy actúan obedeciendo a razones de principios e históricas y no ha conveniencias de grupo particulares.