VILLA GONZÁLEZ.- La depredación de las áreas boscosas, matizada por la explotación de varias minas, de donde a diario decenas de vehículos pesados transportan toneladas de materiales de construcción, prácticamente han hecho desaparecer las principales fuentes acuíferas de este municipio santiaguero y sus entornos.
De los otrora caudalosos ríos Quinigua, Arrenquillo y Arroyo El Agua ahora solo vestigios se pueden observar. Débiles flujos de agua se aprecian en los lugares de la cordillera Septentrional, donde nacen pero, a medida que se acercan a este poblado, el preciado líquido se convierte en algo casi imperceptible.
De esa dramática realidad los residentes en este municipio, como en las comunidades Palmar Arriba y Abajo, Las Lavas, El Limón y Los Guineos atribuyen la situación al daño ecológico que producen las granceras que, desde hace años, vienen extrayendo materiales de las minas ubicadas en varias comunidades de la zona.
Entre los lugares donde conocidas empresas constructoras han establecido sus negocios de extracción de materiales se encuentran Los Guineos, Los Cocos, Palmar Arriba, Las Lavas y El Limón.
En algunas de las minas que son explotadas por empresas constructoras se pueden observar que palas mecánicas no cesan de accionar en esos lugares, extrayendo toda suerte de material reservado para la construcción o reacondicionamiento de vías públicas, transportado en una impresionante flotilla de volteos.
A esta realidad los denunciantes suman el hecho de que hace tiempo en los campos de aquí no llueve con la frecuencia y consistencia necesarias, que permitan a esos afluentes del río Yaque del Norte disponer de buena cantidad de agua, suficiente para su potabilización, además de regar las pocas siembras de productos agrícolas que aún permanecen.
Las penurias originadas por la explotación de los yacimientos mineros y la tala de árboles, además de este municipio y las comunidades mencionadas, también afectan a los parajes santiagueros de Los Cocos, Los Guineos, La Ciénaga, Jacagua y los lugares enclavados en las proximidades del Pico Diego de Ocampo.
El desplazamiento de esos vehículos pesados por las abandonadas carreteras, especialmente las que comunican a Palmar Arriba con Santiago y la que va del Cruce de Quinigua a Los Cocos, complementa la desgracia que viven sus lugareños.
Se trata de vías terrestres hace años abandonadas a su suerte por el Estado, y que producto de eso se han convertido en generadoras de polvos en los tiempos de sequía y de fangos las escasas veces que allí llueve.
En varias ocasiones los residentes en Los Cocos, La Ciénaga y comunidades vecinas han realizado diferentes protestas, en reclamo de que el gobierno reacondicione esas carreteras pero, hasta ahora, solo han recibido promesas.
Con el objetivo de mitigar lo más posible los inconvenientes que genera el pésimo estado de esas carreteras, en algunos tramos se observan obstáculos colocados por sus residentes, con los que obligan a los choferes pasar por esos lugares en velocidades reducidas y así evitar el levantamiento de insoportables polvaredas.
En esos inhóspitos lugares sus residentes han realizado incontables protestas públicas, en reclamo de que el Ministerio de Obras Públicas ponga fin a las penurias que significa para ellos vivir en lugares donde las autoridades no se preocupan por elevarles la calidad de vida.
Esa realidad persiste en esos lugares a pesar de que se trata de una zona suburbana de Santiago, distante a no más de 10 kilómetros del perímetro urbano santiaguero.