El sol brilla sobre Londres, Hyde Park exhibe un esplendoroso verdor, y la gente, menos apresurada, más sonriente, viste sus trajes de verano: la especial hermosura de una ciudad, tan imponente como acogedora, sobresale en este insólito clima mediterráneo… Y es en aquel ambiente excepcional donde se desarrolla la cuarta edición de la Semana Dominicana, un conjunto de actividades atractivas, muy bien programadas, que constituyen un ejemplo y un orgullo para el país.
Por: Marianne de Tolentino
Mesas redondas y paneles, presentaciones, talleres y debates, ideas y propuestas se suceden en relaciones profesionales amistosas.
La historia y la economía, el turismo y el mercado, la cultura y el arte, en sus temáticas respectivas, generan animación e interactividad. Fluye, durante cinco días, un diálogo positivo, compartido no solamente por británicos y dominicanos, sino por una audiencia multinacional, pues Londres es simultáneamente una plaza cosmopolita e integrada, probablemente más que cualquier otra en el mundo.
La Embajada de la República Dominicana cuya competencia abarca el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte ofrece nuevamente un testimonio de iniciativa, coordinación y entrega que debemos destacar, apoyar, elogiar sin ambages.
Esta Semana Dominicana es la obra de nuestra misión diplomática, y el éxito la corona por la misma calidad de su labor, encabezada por el embajador Federico Cuello Camilo, con su equipo de colaboradores, eficientes y entusiastas.
¡No tengamos miedo a los elogios merecidos! Ahora bien, la confianza que se ha generado y continúa fomentándose cotidianamente, le han granjeado la participación, mayor y fructífera, de la Cámara Británica de Comercio de República Dominicana.
Este año –la Semana Dominicana va creciendo–, han acudido más delegados que nunca, entre ejecutivos de consejos, asociaciones y empresas nacionales.
Inmersos en la impactante y generosa recepción de apertura, casi nos hubiéramos creído en Santo Domingo por la representatividad y la abundancia de los productos brindados, ¡y el obvio éxito que esos tenían entre centenares de comensales!
Importancia del arte. Si además algo distingue a la Semana Dominicana, es la importancia que otorga a la creación y al arte, en su mejor nivel y actualidad.
No se limita al indispensable “broche de oro” o accesorio ornamental, sino que se considera uno de los componentes esenciales de la programación. Es evidente que, si todas nuestras representaciones diplomáticas hicieran lo mismo, con sus propios medios y su competencia organizativa, el arte dominicano avanzaría más y mejor en su proyección internacional.
Mencionemos una preocupación adicional: la diversificación y una ausencia de concesiones. El cine dominicano, de mayor nivel, tiene aquí su reconocimiento: ahora, se presentó la película de Laura Guzmán e Ismael Cárdenas, “Dólares de arena”, y, en lo teórico, intervino un panel sobre la producción de cine y televisión en Santo Domingo.
En el sector de las artes intrínsecamente visuales, las dos semanas dominicanas anteriores habían exhibido muestras colectivas de arte dominicano contemporáneo, muy atinadamente seleccionadas en su actualidad.
En el 2015, se presenta la exposición individual de una artista dominicana joven, Soraya Abu Naba’a. Luego, ésta recibió el privilegio de que su inauguración oficial fuese al mismo tiempo apertura ceremonial y recepción conjunta de la Semana Dominicana, con todos los delegados participantes, invitados distinguidos y diplomáticos, personalidades británicas y miembros de la colonia dominicana. Realmente, una asistencia impresionante, y lo que especialmente sorprende fue que, pese a la multitud, el público se interesaba en las obras pictóricas, comentaba y preguntaba…
“Signs of a presence” (Signos de una presencia) –título de la exposición elegido por la artista–, se presentó en la muy bien situada Galería Pall Mall, de amplia superficie y suficientes paredes para una muestra calculada en cantidad y dimensiones de obras.
Esa selección, aunque necesariamente modesta, permite una apreciación justa de los temas y el temperamento, del estilo y la técnica, de Soraya Abu Naba’a.
Las pinturas, a la vez sueltas y refinadas, procesadas con sensibilidad y método –no siempre compatibles–, enseñan su dominio del dibujo, la forma y la anatomía. Factura rigurosa, proceso sigiloso, limpidez indiscutible, culminan en composiciones sólidas, pero que aun en estructuras compactas por el tema mismo –así “La inmigrante”–, preservan el espacio y permiten que la figura respire.
Fue sujeto de observación el hecho de que grafismos, otrora de esencia microbiológica, hayan sido tan bien integrados en la iconografía reciente. No hay rupturas en la obra de Soraya, tampoco estancamiento, sino un avance y un enriquecimiento… imparables.
Aquí notamos cómo la artista conjuga el valor estético, el estudio sicológico, el sentido social. Más allá de un excelente “retratismo” familiar real-imaginario, ella interpreta, con una mezcla de rusticidad y nobleza, a la tipología popular y anónima, el mestizaje, la dureza de sus condiciones de vida. La paleta de Soraya Abu Naba’a es amplia, discrecional, desde tonalidades sombrías hasta una luminosidad brillante y un barroquismo de colores muy personal. Ahora bien, cuánto apreciamos que ella siga fiel al óleo, su untuosidad y/o sus transparencias.
Pintora y dibujante, es la faceta bidimensional que de lejos predomina en el conjunto plástico. Sin embargo, ya que en su anterior exposición Soraya hacía valer su talento polifacético, ella también presenta en Londres la instalación sobresaliente –que había hecho la unanimidad crítica–, una red multicolor y trepadora, confeccionada según la técnica artesanal de las “pellizas” bonaenses: ¡esta insólita “nueva escultura” aparenta agredir el espacio y avanzar hacia el espectador… que entra a la galería!
Si la exposición de Soraya Abu Naba’a abrió antes del inicio de la Semana Dominicana, se le dio singular relevancia, convirtiéndola en un símbolo del evento, al celebrarse en el salón de Pall Mall la gran fiesta de la Embajada.