A la franca, después de ese discurso sin desperdicio, le sugiero a la gente del PRM, a la Convergencia, al diablo y a su hermano y a los que se me olvidan, llegar de pronto todos juntos, bien temprano y muy a la dominicana (con un perico ripiao a eso de las 4 de la madrugada, para agarrarlo en piyama) y, ya en la casa, preguntarle al sorprendido anfitrión: "Pero ven acá, Guillermo, por fin ¿dónde está la mesa esa de que tanto hablas, para conversar sobre la unidad inmediatamente necesaria, y después vemos el resto?". (Quizás así comprenda que lo que importa, más que el verbo, es la práctica para llegar, ahora sí, al poder).