La salida del primer plano de los liderazgos de Hipólito Mejía y Leonel Fernández anuncian al país el final del modelo político hegemonizado desde 1996 hasta la actual modificación constitucional de 2015. Ciertamente los liderazgos salientes fueron el producto del acuerdo o pacto por la democracia de 1994, producto de este fueron la modificación constitucional de ese año y las elecciones de 1996 en que asumió la Presidencia de la Republica Leonel Fernández. Su asunción significo el colapso de los liderazgos de Joaquín Balaguer, Juan Bosch y de José Francisco Peña Gómez, quienes paulatinamente descendieron del pódium de la arena política nacional. Como todo lo nuevo se convierte en viejo, es desplazado por lo nuevo ahora inicia la era de Danilo Medina, producto de las elecciones de 2012 como de la reforma constitucional en curso.
Establecer las características que asumirá el nuevo modelo político no es posible pues la política, como toda ciencia social, es dinámica y predeterminar sus contornos resulta harto difícil, lo que si queda claro es que Danilo aparece sin contrincantes a la vista, pues está en proceso de subsumir en su persona el sistema de partidos tradicionales, los cuales han colapsado producto del derrumbe del binomio surgido por efecto de las elecciones de 1996. Analizar las causas del colapso de los liderazgos: Leonel-Hipólito puede revelar algunas tendencias relevantes, el desuso de otras y nuevos escenarios, por ejemplo, el binomio cayo pero nada dice si ahora habrá un nuevo binomio, un liderazgo compartido o uno hegemónico.
Al parecer, Danilo tiene el control tanto de su partido como de los demás, pues el Comité Político está bajo su control, no por clientelismo sino porque Leonel Fernández no leyó adecuadamente el por qué Bosch le escogió como candidato en 1994 y por qué escogió a un vice en 1990, ajeno también al Comité Político. Esa ausencia de lectura puede haber sepultado para siempre el liderazgo de Leonel pues como bien explica Maquiavelo, no se puede ir a la guerra, y la política es una guerra, a juicio de Carl Von Clausewitz, con ejército ajeno. El caso de Hipólito es diferente, su declive inicio cuando hizo la reforma constitucional de 2002, pues sepulto el sentido histórico anti releccionista de su partido, el PRD, y de paso, sepulto también su liderazgo histórico, en ese momento representado por Hatuey Decamps. Esto impidió a Hipólito retornar al poder pues derribo su base de sustentación política. Ya jamás volverá a asirse con el poder sino que su declinación irá in crescendo.
De su lado, la era de Danilo implica, por vez primera desde 1994, un retroceso constitucional total. Es decir, la reforma constitucional de 1994, fue presentada al país como un acontecimiento modernizante. De ahí que Leonel fuera altamente favorecido por esta ola de cambios que representó la misma y a la cual se entregó; en cambio, la reforma de 2002, fue vista como un retroceso pero sus efectos afectaron solo al PRD y a Hipólito, y muchos aseguran que la de ahora es muy similar en la forma como en el fondo. Me explico, en 2002 Hipólito hizo un uso abusivo de la mayoría aplastante de que disponía en el Congreso Nacional, no respeto la formalidad constitucional ni la prudencia propia del derecho concretizada en plazos razonables.
Danilo también ha entrado en una reforma al vapor semejante. Pero diferente en el sentido de que no repercutirá solo al interior de su partido sino que hará colapsar al sistema de partidos tradicionales y afectará el proceso de institucionalización que vive el país, será muy difícil hablar de Estado de Derecho allí donde la voluntad omnímoda del poder se impone a las reglas del derecho de Kelsen para preferir las de Carl Schmitt. Los pactos actuales implican cambios que no todos están en capacidad de asimilar. El resultado será un nuevo ambiente político que no sabemos si tendrá suficiente oxigeno como para que Danilo no corra la misma suerte de sus antecesores.
El reto es que la sociedad civil y los grupos políticos emergentes, posean suficiente vigor, como para imponer nuevos esquemas. –o bien, que el orden constitucional se haga imbatible. DLH-12-6-2015