La denominada “Revolución de terciopelo” es un concepto político que permite caracterizar un tipo de revolución donde el gatopardismo aparece como filosofía política capaz de transformar la sociedad de forma imperceptible para gran parte de los actores del proceso y para la sociedad en su totalidad.
Sin que importe que quien produce el cambio sea un borracho, como ocurrió el Rusia con Boris Yeltsin, o como ocurrió en Checoeslovaquia y otros países de la Europa del Este. El pacto de las corbatas azules pario la constitución de 2010 y nadie pudo en aquel momento cuantificar la magnitud del cambio operado. Es más, es probable que los protagonistas de ese acontecimiento político no tengan todavía una opinión acabada sobre el tsunami político que ocasionaron. Como siempre toca a la historia pasar balance.
A la distancia de hoy es cuando se puede concluir que el pacto de las corbatas azules fue un acontecimiento característico de la denominada “revolución blanda”, porque es hoy cuando podemos observar las transformaciones que se han operado en la sociedad dominicana, para medirlo, baste un botón: acudir al Tribunal Superior Administrativo y observar que la mayor parte de las audiencias que allí se celebran involucran siempre a una agencia del gobierno, pero que dentro de estas, destacan las demandas contra las diferentes ramas de las fuerzas armadas dominicanas y muy especialmente contra La Policía Nacional, originada en supuestas violaciones a derechos fundamentales de los integrantes de esos órganos de parte de sus superiores. A pesar de que dicho tribunal está desbordado de demandas, lo cierto es que los heroicos jueces que allí hacen efectiva las normas contenidas en La Constitución de 2010, hacen todo cuanto está a su alcance por administrar justicia constitucional. Algo que era impensable hasta 2009.
Entonces es obvio que dicha constitución ha transformado al país como de justicia es admitir que debemos acreditar a Miguel Vargas ciertas dotes. Es decir, el modelo de líder que pone en movimiento a la revolución blanda, es muy diferente a la noción de líder que de ordinario tenemos. Se trata de un personaje a lo Hamlet de Shakespeare: mitad idiota y mita genio por conveniencia o por disfraz. Los partidarios del atraso vilipendiaron a Miguel Vargas Maldonado como hoy lo hacen ante el nuevo acto de revolución blanda que ha materializado el líder del PRD: justificar “el hacer lo que nunca se hizo” aunque Peña y Bosch siempre hicieron alianzas, pero nunca una tuvo la magnitud del pacto de las corbatas azules ni de la alianza que une electoralmente a perredistas y pele deístas hacia 2016. Se trata del reencuentro de dos partidos hermanos de padre que por muchos años la política separo pero que el constitucionalismo ahora ha unido.
En pocas palabras, Miguel Vargas ha vencido al PPH, lo ha sepultado y, de paso, ha enterrado una forma de hacer política total y absolutamente desfasada pues el PPH está caracterizado por dos vectores carcomidos: compadres y viejos robles del perredismo pero resulta que la sociedad está requiriendo otro tipo de liderazgo. De manera que el PPH ahora aglutinado en torno a Luis Abinader tiene sus días contados: existirá hasta que Luis se dé cuenta de que para ser el líder joven que la nación espera, debe salir del geriátrico que le ha endosado Hipólito.
Cuando ello ocurra, Miguel se habrá anotado un nuevo punto lo que es indicativo de que no es tan fácil anunciar la defunción del PRD, pues si ese partido logra modernizarse más rápido que el PRM, no cabe duda de que retomara su sitial, claro, en condiciones diferentes, pues si observamos bien, la alianza del PLD con el PRSC no lo disminuyo sino que, por el contrario, lo consolidó como opción de poder.
En cambio, los del PRM, llevan tiempo fuera del poder y, al parecer, estarán al menos otro periodo más de gobierno fuera. En cambio, el PRD ha encontrado la manera de insertarse en el Poder y eso rinde frutos en la sociedad dominicana. Si por añadidura se logra hacer cambios futuros en la constitución con miras a su mejoramiento democrático, resulta obvio que la revolución blanda sigue su curso teniendo en Miguel Vargas uno de sus principales promotores. DLH-19-6-2015