La diplomática hoy es muy compleja, y muy en particular en nuestro continente, donde han ocurrido cambios que han impactado la estructura y orientación de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Algunas fuerzas políticas dominicanas, frente el conflicto migratorio con Haití, y ante al protagonismo de la OEA en el mismo, se refieren a este organismo regional como si se tratara de aquel que en el 1965 facilitó la intervención de Estados Unidos en República Dominicana.
Obvian que los cambios geopolíticos en América Latina han restado influencia regional a Estados Unidos y que estos también se han expresado en el seno OEA y la orientación de su política, a tal punto que la elección de su nuevo secretario general y de otras autoridades no ha podido ser impuesta por Washington como ocurría en el pasado.
Si la OEA de hoy fuera la de 1965, estuviera metida de cabeza en Venezuela en medio de la crisis política que vive esa nación. Pero eso no fue posible, porque Caracas hoy tiene tanta o igual influencia en ese organismo que Washington.
Se debe recordar que fue Venezuela, en voz de su presidente Nicolás Maduro, quien una vez conocida la sentencia 168-13, que desnacionalizaba a miles de dominicanos de ascendencia haitiana, tomó partido a favor de Haití. Y que existen otras naciones del bloque bolivariano, que sumado a los del CARICOM, conforman una fuerza en el seno de la OEA que cuestiona a la República Dominicana ante medidas migratorias que se entienden equivocadas en el mudo.
Con esa complejidad de la diplomacia regional es que ha estado lidiando la Cancillería Dominicana, al frente de la cual está el arquitecto Andrés Navarro, quien habrá constatado que en esta OEA de hoy no prima el supra poder que representaba Estados Unidos en el pasado, sino que, bloques de países integrantes del ALBA, el Mercosur y el CARICOM tienen hoy mucha influencia en el seno de esta. Y como se sabe, esos bloques han estado sensibilizados por la causa de Haití frente República Dominicana.
En este conflicto migratorio con Haití, contrario a lo que se pueda pensar, la diplomacia de Estados Unidos luce más comprensiva y menos beligerante que la mayoría de países de América Latina y el Caribe ante las posiciones de República Dominicana, sumada a las naciones del Sistema de Integración Regional Centroamericana (SICA), que a mi entender ha sido el único escenario donde República Dominicana ha logrado que la escuchen sin prejuicios.
Es con esa complejidad externa que está lidiando la cancillería dominicana, obligada a responder a esa diversidad continental, y además, a asuntos espinosos relacionados con los derechos humanos y tratados internacionales a los cuales se ha acogido el Estado Dominicano.
Si nuestra diplomacia se apoderara de la retórica que juzga a la OEA por sus intervenciones pasadas en República Dominicana, sin entender los cambios que en su seno se han experimentado, estaría arando en el desierto, quedando impedida de trazar caminos para darse a entender. El riesgo sería terminar aislada, algo que siempre se debe de evitar.