De acuerdo histórico califican las cancillerías occidentales el pacto nuclear entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán sellado esta semana en Viena. Sin embargo, el Primer Ministros de Israel, Benjamín Netanyahu, estima que se trata de un grave error histórico que afecta la seguridad e incluso la supervivencia del Estado judío. Comparten su pesimismo dos ponencias regionales: Arabia Saudita, adalid del wahabismo y Egipto, artífice de refinadas iniciativas diplomáticas capaces de mantener el precario equilibrio del variopinto mundo árabe-musulmán.
Lo cierto es que para el actual inquilino de la Casa Blanca el acuerdo de Viena equivale a una especie de maná celeste. Barack Hussein Obama no habrá sido uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos. Al contrario, podría figuran en la lista de los gobernantes menos eficientes. La mayoría de sus proyectos sociales no llegaron a materializarse. En política exterior, sus constantes zigzagueos desconcertaron a los aliados y se tradujeron por la innegable pérdida de prestigio de la pomposamente llamada primera potencia mundial.
El Nobel de la Paz avivó los conflictos de Oriente Medio, autorizó el despliegue de tropas y material bélico en los confines con su ex aliada Rusia, reactivó el escudo antimisiles, opción abandonada sus antecesores en los años de la llamada convivencia pacífica. Pero Obama puede enorgullecerse de su legado histórico: la normalización de las relaciones con Cuba y el armisticio con Irán. Un armisticio que tendrá que contar con el visto bueno del Congreso estadounidense, controlado por los republicanos y cuyo referente es… ¡el israelí Benjamín Netanyahu!
Por su parte, el Presidente iraní, Hassan Rohaní, no dudó en echar las campanas al vuelo al anunciar la victoria diplomática del país persa en las negociaciones con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a los que se sumó Alemania, potencia económica regional y… habitual suministradora de tecnología (¿nuclear?) a Irán.
Para la República Islámica, el pacto de Viena presupone el levantamiento de las sanciones impuestas por Washington y sus aliados europeos, avaladas por las resoluciones de las Naciones Unidas, la descongelación de los haberes iraníes bloqueados en los bancos occidentales, la eliminación de las trabas impuestas al comercio con Estados Unidos y los países de la Unión Europea. Ni que decir tiene que ello se traduciría en un incremento de la inversión, tanto pública como privada, un estímulo al consumo y una progresiva liberalización de la sociedad.
A cambio, Irán se compromete a modificar la estructura de su programa nuclear. ¿Un cambio radical? El actual inquilino de la Casa Blanca asegura que el tratado obstaculizará la proliferación de armas atómicas en una región que cuenta ya con varias potencias nucleares: China, India, Paquistán e… Israel. Sin embargo, la aún inexistente bomba iraní preocupa sobremanera a los vecinos de la República Islámica.
Irán tendrá que reducir de 19.000 a 6.104 el número de centrifugadoras de uranio. Sólo 5060 podrán utilizarse, durante un plazo de 10 años, para el enriquecimiento de uranio. Asimismo, se reducirán de 10.000 a 300 kilogramos las reservas de uranio enriquecido.
Teherán se compromete, además, a aceptar la presencia permanente en su territorio de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que elaborarán informes sobre el cumplimiento del acuerdo sellado en la capital austriaca.
¿Un trato justo? ¿Es lo que podía o debía esperar uno de los mayores productores de oro negro del planeta? El previsible incremento de sus exportaciones de crudo iraní preocupan a los vecinos saudíes.
Sin embargo, hay algo que provoca mayor preocupación en la zona: el papel que podría desempeñar el Irán chiita en la lucha contra el Estado Islámico. De hecho, los estrategas estadounidenses estiman que Teherán sería una excelente punta de lanza de la ofensiva contra el terrorismo de corte sunita, ideado y apoyado por el vecino y enemigo histórico de Irán en la zona.
Cuando el gran Satán corteja al eje del mal, todo es posible…
Adrián Mac Liman
Analista político internacional
Twitter: @AdrianMacLiman