Por Carlos Márquez
El primer ministro haitiano Evans Paul, acaba de acusar a la República Dominicana de crear una crisis humanitaria, con la puesta en vigencia de la Ley de migración luego de concluir el proceso de regularización de inmigrantes que tuvo una duración de 18 meses, con oficinas abiertas en 28 de las 34 provincias que conforman a la sociedad dominicana.
La acusación del premier haitiano no obedece a la verdad, por cuanto, la crisis humanitaria que alega el segundo hombre del vecino país, no empezó y, mucho menos, la motivaron el gobierno y el pueblo dominicano.
Digo esto, porque el origen de la crisis humanitaria, no es exclusiva de la empobrecida nación haitiana que hoy 2015, continúa un lamentable proceso de dispersión, ante la evidente profundización de su problemática que se relanza con en el modelo de desarrollo neoliberal, con el que las Naciones Unidas han querido reencausar el destino de ese desdichado país.
Cuando afirmo que la crisis humanitaria no es exclusiva de Haití, quiero significar que, la misma se ha padecido en todos los pueblos que conforman el nuevo continente.
Se inició poco tiempo después del encuentro entre la cultura y la civilización Europea y la cultura y la civilización que habían logrado desarrollar los primigenios habitantes de esta región del mundo. Me refiero a la colonización, primero española y lucitana, luego gala, neerlandés, británica y rusa.
A causa de esa de colonización, se conoció el genocidio de millones y millones de aborígenes que a la hora del arribo de los referidos europeos, habitaban las Antillas, Centroamérica, Suramérica y el Norte de América. En esta última parte del continente es que se encuentran México, Estados Unidos y Canadá, donde lo mismo que en el Sur, en el Centro y las Antillas vivían en pleno apogeo numerosas culturas, cuyas expresiones humanas, casi en su totalidad, fueron exterminadas por aquel proceso de colonización.
Ahí fue que comenzó la crisis humanitaria en nuestro lar. La abrupta extinción de la mayoría de los primitivos habitantes de estas tierras, provocó a su vez, otra crisis humanitaria que tuvo lugar en África, de donde fueron sacados a la fuerza y, cuando no sacrificados, más de 80 millones de negros que llegaron al llamado nuevo continente encadenados tras recorrer miles y miles de millas náuticas, para trabajar como esclavos en las plantaciones que vieron perecer a causa del látigo, el hambre y la fatiga a los nacionales de estas tierras.
Haití es el resultado directo más acabado de aquellas sendas crisis humanitarias creadas a la sazón aquí por la colonización Europea.
Lo que hoy es República Dominicana, La Hispaniola, que durante la Colonia constituía toda la isla, junto a Cuba, fue la primera zona geográfica del continente que sufrió la cuasi inmediata extinción de sus pobladores taínos y, en Cuba, los siboneyes.
En poco tiempo, de 1492, a 1540, el genocidio colonial español de las denominadas Encomiendas, no dejó vivo a un solitario aborigen y hubo que reemplazarlos con negros africanos esclavos.
Ante la competencia que le hacían a España y a Portugal los imperios emergentes de Europa, los bucaneros franceses procurando pieles de reses para abrigarse del frio, para los zapatos, las correas y las vainas de los sables y cananas para arcabuces, practicaban el contrabando con los habitantes de la parte occidental de la isla; por lo que el entonces Capitán General y Gobernador español Diego de Osorio Villegas, decidió lo que en la historiografía se conoce, como, Las Devastaciones de Osorio.
Ese Capitán General y Gobernador, ante el permanente intercambio comercial entre bucaneros franceses y colonos de la hispaniola, decidió trasladar desde la parte occidental a la oriental de la isla, a todos los habitantes, con sus mulas, sus caballos, sus reses, sus chivos, sus gallos y sus gallinas, sus machetes y sus pilones.
Osorio buscaba evitar los negocios y en ese interés, la zona de la antigua hispaniola que hoy ocupa Haití, quedó a merced de los franceses, quienes poco a poco, la fueron poblando; a tal punto que, menos de cien años después, en 1700, ya había viviendo allí, más de 500 mil negros esclavos, unos 50 mil mulatos y mulatas y, otros 50 mil blancos de origen galo.
Independientemente de las 13 colonias inglesas que conformaban lo que hoy es Estados Unidos, Haití, o Saint Domingue Francés era la más rica de todas las colonias en el nuevo continente. Esa riqueza se basaba en la explotación terrible de la mano de obra de los esclavos negros por parte de los oligarcas monárquicos esclavistas que capitaneaban a esa colonia.
La explotación era horrorosa. El historiógrafo José Luciano Franco, en su obra, La Revolución de Haití, cuenta que la vida útil de los esclavos sólo alcanzaba los 22 y 24 años y que, cuando éstos protestaban o se fugaban a causa la extenuación y el cansancio, les echaban los perros que los devoraban y, cuando no, los explotaban en la plaza pública. Hacían explotar un negro, metiéndole pólvora y una mecha que encendían en su el ano.
Así de espeluznante, era la explotación a que estaban sometidos los esclavos en Haití, cuando en 1776 llegaron a esa parte de la isla las noticias de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y las ideas su Declaración de los Derechos del Hombre, que, a decir verdad, esas noticias no eran asimiladas por los negros, sinó por los mulatos.
La Declaración de los Derechos del Hombre, concebía que todos los hombres eran iguales, porque nacían iguales. Y ese principio de los derechos, quedó reforzado, en 1789, cuando la Revolución Francesa los ratificó, con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que vino a fortalecer la necesidad que tenían los mulatos haitianos de ser libres.
Ahí comenzó conflicto, entre blancos y mulatos, los blancos franceses que les negaban derechos a los mulatos y los mulatos que querían ser libres, para tener esclavos negros y también explotarlos.
Estas diferencias entre esclavistas oligarcas monárquicos, y mulatos criollos que habían nacido de la relación sexual entre blancos y negras, encendieron la llama de lo que fue la gran Revolución haitiana, justo cuando los casi un millón de negros dirigidos por Toussaint Louberture decidieron ser libres para darle término a la gravísima crisis humanitaria que los abatía desde que los trajeron encadenados desde su tierra, África.
Pero esa guerra de independencia, que no contaba con el desarrollo tecnológico que se verificaba en las colonias británicas del Norte de América, iba a sufrir el bloqueo económico de los imperios a los cuales, enfrentó y derrotó. Monárquicos unos, burgueses liberales, otros.
Liberal y burgués fue, el Imperio Francés, que abolió la monarquía matando al Rey y sus ascendientes, y pasó a dirigir los destinos de la patría de Jean Jacobo Roseau, luego de la revolución, cuyo emperador, Napoleón Bonaparte quedó humillado en Haití, cuando el general Lecler, su cuñado, encontró la muerte tratando de echar atrás la independencia de los haitianos. Liberal fue Estados Unidos, que reprimía todo intento de comercio que desarrollaba Haití en las costas de esa nueva y expansionista república.
Monárquica había vuelto a ser España, luego que en 1823 los 100 mil hijos de San Luís, aupados por la Santa Alianza, tras la derrota de Napoleón, el paladín de la burguesía liberal en Waterloo, decidieron suprimir la Primera República Española. Durante esta primera república los entonces gobernantes haitianos, aprovecharon para expulsar a los colonialistas esclavistas ibéricos que dirigían a sus vecinos de la hispaniola, en 1822.
Fue de esa la génesis del entonces Imperio Haitiano que durante 22 años ocupó y gobernó toda la isla, 1822-1844, dando origen a lo que hoy es, la República Dominicana, que en lo adelante, estuvo asediada por los sucesivos gobiernos haitianos y, por la restablecida monarquía ibérica que logró restaurar lo que primera colonia, 1861, cuando el general Pedro Santana, le vendió la República a cambio de pasar a ser Mariscal de Campo del ejército español.
La invasión y dominio haitiano y la restitución del coloniaje en Santo Domingo, recrearon la crisis humanitaria que, en lo adelante, sería reanimada tanto en Haití como en República Dominicana, por las continuas ocupaciones e invasiones del Imperio Norteamericano en ambas partes de la isla, durante casi todo el siglo XX.
En resumen, la crisis humanitaria en nuestro continente y el africano, no es nueva, ni exclusiva de Haití. Ha sido consustancial a todos los pueblos que fueron conquistados por los imperios europeos a partir de 1492, y a todos los países invadidos por EEUU, primero, por su política expansionista, por su política imperial y, por el fracasado modelo de desarrollo neoliberal, con cuyo bálsamo, las Naciones Unidas, no han podido estabilizar y echar a andar a Haití.
Por ello, constituye un absurdo la acusación que le hace el primer ministro de la patria de Petión al gobierno dominicano, por la entrada en vigencia de la ley de Migración, 168-13 luego de los éxitos logrados por la Ley Especial 169-14 que desarrolló el Plan Nacional de Regularización de Inmigrantes, mediante el cual, de manera gratuita quedaron registrados y establecidas sus nacionalidades, 360 mil 964 indocumentados.
San Salvador
16-7-2015
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