Las palabras del presidente Danilo Medina al condecorar al presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, con motivo de su reciente visita oficial a la República Dominicana, ofrecen un mensaje categórico a los que pretenden que nuestro país retribuya con ingratitud 66 años de relaciones fructíferas con la Republica China de Taiwán.
“La República Dominicana tiene en muy alto concepto las relaciones con Taiwán y aprecia su generosa y continua cooperación, sin condiciones a nuestro programa de desarrollo, que solo pueden ser retribuidos con nuestro reconocimiento”.
Después de esas aseveraciones lo pensará varias veces aquel que se atreva a traspasar el umbral del despacho presidencial a solicitarle al presidente Danilo Medina que rompa con Taiwán y priorice relaciones con la República Popular de China, que cuenta a la antigua isla de Formosa como una de sus provincias.
El alegato que se viene escuchando desde hace tiempo es que para el país sería más provechoso el entendimiento con China porque representa un mercado de 1,300 millones de personas y porque a la economía de ese país les sobran recursos para financiar grandes obras en República Dominicana o para invertir en cualquier sector.
Pero si de algo adolece el país para la colocación de sus productos exportables, no es precisamente de mercado sino de producción porque aparte de los vegetales cultivados en ambientes controlados, no tenemos ninguna otra producción que exceda la demanda del mercado local, y prueba es que la balanza comercial del país es deficitaria hasta con los países de Centroamérica, y nada de siga del desequilibrio con Estados Unidos.
China es la principal y una de las más baratas factorías del mundo, y lo que le interesa de la República Dominicana lo recibe: metales reciclados, por otra parte la experiencia de los países que han apelado al financiamiento de ese país para obras de infraestructura ha sido muy perjudicial para los trabajadores locales, porque los chinos exportan capitales aparejados con la mano de obra.
El país puede sacar mejor provecho de sus relaciones con economías con las que pueda sustentar vínculos más equilibrados.
Taiwán y Republica Dominicana transitan un camino de respaldo mutuo desde 1940, y si bien para ellos fue de mucho valor que nuestro país fuera de los primeros en reconocerlos frente a la comunidad internacional, las donaciones muy puntuales de esa nación en todos los gobiernos, han sido un bálsamo contra la pobreza y la exclusión, así como su acompañamiento en el mejoramiento de las técnicas reproductivas en distintos rubros y especial en el arroz.
Si hay una nación con la que tenemos que sentirnos orgullosos de mantener relaciones, es con una que todo lo que tiene se lo debe al trabajo planificado, a la creencia en sí misma y a la perseverancia, si hay un modelo que sirve para demostrarnos que no hay determinismo ni justificaciones que valgan, es el de una economía tan pobre como la nuestra y sin un suelo preñado de recursos por explotar, que se reinventó para progresar.