El jurado se inclinó abrumadoramente los cortos de Damian Szifron, mientras que La Isla Mínima, quedó minimizada. ¿Qué pasó?
Por José Rafael Sosa
MARBELLA, Málaga.- Dos películas excelentes, cuando se inscriben en géneros distintos y en tanto son obras de arte, resultan incomparables entre sí.
Muchos de los periodistas que cubrieron los premios Platino, se siguen preguntando por qué razón Relatos Salvajes ganó 8 estatuillas y La Isla Mínima, tan solo uno y en el plano técnico, mejor fotografía.
No se trató de un veredicto “localista” latinoamericano, ya que el proyecto de Szifron es una producción con España y Argentina, por lo que al premiarla, se ha galardonado a los dos grandes integrantes de Iberoamérica.
Una situación similar, pero a la inversa, se produjo en febrero este año durante los premios Goya, en los que La Isla Mínima, (Alberto Rodríguez) recibió diez goyas y la obra de Szifron tan solo una.
No es posible comparar una cinta con otra: Relatos Salvajes no es un largometraje entrado en un concepto, en una historia única,con un cuerpo de talentos determinado, mientras que La Isla Mínima es un drama integral de época y con un desarrollo centrado magistralmente en sus acciones.
Relatos Salvajes tiene mucho de comedia negra y de estudio de las reacciones humanas, haciendo gala de un humor sarcástico y ácido, hasta agriar la garganta.
La Isla Mínima es, en tanto película de un tema, es mucho más película y sus valores de producción están claramente por encima de los de Relatos Salvajes.
Los factores que hacen comprensible el veredicto, tiene relación con que el jurado era predominantemente latinoamericano en relación con el número de los jurados de España, por lo cual puede haberse producido un efecto de identificación con la producción argentina.
Además influyen el hecho de que La Isla Mínima es mucho menos conocida en América Latina, ya que sólo se ha visto en festivales y no en exhibición comercial, mientras que Relatos Salvajes, desde su lanzamiento en Cannes en 2014, contó, además de su calidad fílmica que la torna excepcional, con la maquinaria de marketing de los Almodóvar, productores por España.
Relatos Salvajes hizo equipaje de un refuerzo mediático apoyado en los premios que justicieramente fue ganando en festivales s, galardones debida y profundamente difundidos por sus estructuras mediáticas. Pero está lejos de ser un “bloff”. Es una cinta icónica que pertenece ya a la memoria colectiva latinoamericana por el reflejo brutal de las emociones ante el dolor, a presión y la canalización de estos factores hacia una postura común: la venganza.
Bueno es saber que los jurados no se pusieron previamente de acuerdo ni hicieron una reunión para sufragar. Votaron desde sus puntos de origen por internet. Cada quien votó y no supo como votaron los demás, lo que descarta una postura colectiva orientada a galardonar de más o de menos, una cinta determinada.
Pero no es mejor película que La Isla Mínima. No lo es. Cierto que son referencias distintas, pero el triller de Rodríguez reúne condiciones a los que no llegan los Relatos Salvajes. Sus ocho Platino no son inmerecidos, aun cuando parecen a simple vista, desproporcionados frente a la realización de Rodríguez.
Bueno es dejar claro que estas consideraciones sobre el valor estético y a justicia del veredicto, nada tienen que ver con el objetivo fundamental de los Premios Platino, que han dado un segundo paso crucial para concretar la industria audiovisual iberoamericana, en una postura de influencia en el cine industrial mundial.
Egeda y Fipca, en tanto entidades auspiciadoras del Premio Platino, logran un éxito como instituciones al demostrar cómo era posible desarrollar una premiación con todos los requerimientos de un gran espectáculo, en base a películas de calidad y con un sentido de producción de lo impecable, tal cual se hizo en el Starlite, de Marbella.