Hay problemas estructurales graves que deben ser abordados si se espera que todos nuestros ciudadanos puedan sentir que nuestro sistema proporciona igualdad ante la ley.
POR ERIC T. SCHNEIDERMAN
Cuando el presidente Obama visitó una prisión federal en Oklahoma la semana pasada, destacó uno de los asuntos morales más urgentes de nuestra nación – el estado ineficaz e injusto de nuestro sistema de justicia penal.
En un sistema que perjudica de manera desproporcionada a los pobres y las personas de color, demasiados estadounidenses han perdido la fe en el principio americano esencial de igualdad ante la ley.
En diciembre pasado, cuando pedí que mi oficina fuese designada como fiscal especial de carácter temporal en los casos en que civiles desarmados mueren durante encuentros con la policía en el estado de Nueva York, lo hice en gran parte para ayudar a restaurar la confianza en nuestro sistema de justicia.
El 8 de julio, el gobernador Andrew Cuomo concedió a mi oficina ese poder, un paso importante hacia una confianza pública renovada.
Sin embargo, la crisis de confianza abarca mucho más que esos raros y trágicos casos en los que un civil muere durante un encuentro con la policía.
Hay problemas estructurales graves que deben ser abordados si se espera que todos nuestros ciudadanos puedan sentir que nuestro sistema proporciona igualdad ante la ley. Sin la reforma, estamos destinando a toda una generación de jóvenes, predominantemente afro-americana al encarcelamiento con pocas esperanzas de un futuro exitoso.
Una reforma significativa es posible – y funciona. En 2009, los críticos dijeron que la reforma radical de nuestras leyes draconianas de drogas Rockefeller estimularía una ola de crímenes. Un columnista llamó a mi proyecto de reforma "de la ley de protección del traficante de drogas".
Seis años más tarde, los índices de criminalidad han bajado. La reincidencia está bajando. La población carcelaria se está reduciendo. Y los contribuyentes de Nueva York están ahorrando millones cada año en los costos de enjuiciar y encarcelar a los traficantes de drogas no violentos.
El éxito de las reformas de las leyes Rockefeller pone de relieve el largo camino que todavía tenemos que recorrer en Nueva York. Nuestro sistema sigue siendo uno que atrapa a demasiadas personas jóvenes y continúa imponiendo castigo a los infractores mucho después de haber cumplido su tiempo.
En cada aspecto del proceso – en los encuentros con la policía, la fianza y las decisiones de sentencia, y las opciones de reingreso después de la liberación – podemos adoptar prácticas basadas en la evidencia que reduzcan tanto el crimen y nuestra población carcelaria.
Para muchos jóvenes, el primer contacto con el sistema de justicia criminal no es una parada de la policía en la calle. En cambio, es en un aula, donde una infracción disciplinaria menor (una que ameritaba una visita a la oficina de la Principal) ahora provoca una llamada a la policía local.
En aquellos casos en que nuestros niños terminan en el sistema, deben ser tratados como niños. Después de que el gobernador y la legislatura no lograron ponerse de acuerdo en esta pasada sesión sobre la propuesta de "Elevar la edad", Nueva York sigue siendo uno de los dos únicos estados que trata de forma automática a niños de 16 y 17 años de edad como adultos. Esto es inconcebible.
Cuando un sistema trata a los jóvenes de esta manera – especialmente los niños latinos y afroamericanos – no es de extrañar que la crisis de confianza perdure y crezca.
Restaurar la confianza entre la policía y las comunidades que sirven es crucial para la solución de esta crisis en el largo plazo. Es por eso que Nueva York debe seguir el ejemplo del Departamento de Justicia de Estados Unidos y la recomendación de la Asociación Nacional de Fiscales de Distrito de grabar en video las entrevistas de la policía a los sospechosos una vez que están bajo custodia.
Por otro lado, una vez que se le ha formulado cargos, demasiados neoyorquinos de escasos recursos se encuentran atrapados por nuestro sistema de libertad bajo fianza injusto. Al no poder pagar la fianza, languidecen en la cárcel de Rikers Island u otras cárceles mientras esperan el juicio, sin que se haya determinado su culpabilidad.
Hay muchas propuestas interesantes de reforma al sistema de fianza que circulan en la ciudad y el estado. Mis aliados en el gobierno deben avanzar en las reformas.
Por último, luego de que ex presidiarios han pagado sus deudas con la sociedad, se les debe dar la oportunidad de volver a entrar en la sociedad como ciudadanos productivos y responsables.
Conexión a los trabajos, la vivienda y la educación es fundamental para combatir la reincidencia. Mi oficina está trabajando con los empresarios y las universidades para garantizar que los neoyorquinos que han ganado una segunda oportunidad puedan conseguir una.
En todos los años que he trabajado para reformar nuestro sistema de justicia penal, nunca he estado tan esperanzado como estoy hoy de que finalmente podemos abordar los grandes retos estructurales.
El clima político es propicio para la reforma. Es hora de que Nueva York tome el liderazgo.
Eric T. Schneiderman es el Fiscal General del Estado de Nueva York.