En medio de la euforia colectiva y alegría que representa para la República Dominicana la exaltación de Pedro Martínez, al Salón de la Fama de Cooperstown, los dominicanos debemos medir los alcances de la histórica carta que remitió el recién destituido embajador de Haití al presidente Michel Martelly.
Por primera vez, desde el territorio haitiano se da una señal de reflexión, sensatez y reconocimiento de la magnitud de la tragedia de nuestros vecinos partiendo de la esencia real del problema. Los haitianos y su cúpula política y empresarial son los verdaderos y únicos responsables de la miseria que estrangula a quienes conforman ese territorio.
En particular, ellos son quienes en la práctica han auspiciado la falta de identidad de sus conciudadanos enterrándolos por siglos no tan solo en un espacio de oscurantismo social, económico y cultural sino también sin ningún tipo de registro civil.
No se puede culpar a otros de las dificultades e ineficiencias internas para solucionar un problema que es estrictamente responsabilidad de quienes lo crearon. La cultura de ver a Haití con sentimiento de piedad debe culminar porque en definitiva nada ha solucionado.
Por el contrario, cada día crece la incertidumbre y la desgracia social y económica haitiana va en aumento y no se vislumbra que pueda ser transformada positivamente.
Lo que sí deben auspiciar los organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea, es la aplicación de políticas sociales y económicas que permitan una disminución de la pobreza absoluta en Haití, pero no incentivar y promover un espacio de crisis que desborde las pasiones y consecuentemente provoque la estampida masiva hacia la República Dominicana.
200 años sin documentos
En consecuencia, el ex embajador Daniel Supplice, admite que el Estado haitiano no otorga acta de nacimiento a sus ciudadanos que pruebe que ellos existen hace 211 años.
El sociólogo y académico reconoce la magnitud del problema en las relaciones entre República Dominicana y Haití, planteando que ello exige de los diferentes actores “una actitud, racional, razonable, donde no caben el amateurismo y la improvisación”.
Igualmente admite que las autoridades haitianas no han sabido manejar adecuadamente las diferencias surgidas en las relaciones con el Gobierno de la República Dominicana.
Y en ese sentido plantea que la diplomacia haitiana “tenía que gestionar la crisis no sólo en la lógica de la de los intereses nacionales, sino también de favorecer el diálogo constructivo”.
La comunicación de Daniel Supplice a Michel Martelly tira por las bordas el fardo de mentiras, calumnias y tergiversaciones de las autoridades haitianas contra la República Dominicana, especialmente a partir de la aplicación soberana del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en el país. Por supuesto, es un mentís al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro y a los voceros de las innumerables ONGs pro haitianas que desde nuestro territorio conspiran contra la identidad nacional.
Supplice en su texto enumera las facilidades que brindan las autoridades dominicanas a los haitianos que diariamente cruzan la frontera que separa los dos países cuando dice que “miles de nuestros hermanos y hermanas siguen cruzando la frontera “anba fil” [por debajo de los alambres] en la búsqueda de un bienestar; decenas de mujeres y adolescentes haitianas paren cada día a sus hijos en los centros hospitalarios dominicanos; 44,310 jóvenes asisten a universidades estatales y centros académicos privados, sin olvidar a los que viven en la frontera, que van a las escuelas primarias y secundarias en territorio dominicano por la mañana y regresan por la tarde a Haití”.
Es evidente que la infamia expuesta por el canciller haitiano Lener Renauld, en la sede de la OEA, en Washington, al negar que estudiantes haitianos se encuentren matriculados en las universidades dominicanas, entre otras falsedades. Fue una perversa, grosera y vulgar mentira contra el pueblo dominicano.
La desnacionalización de los haitianos es única y exclusivamente responsabilidad de ese Estado fallido que gobierna Haití, incapaz no tan solo de dotar de salud, alimentación y educación a sus conciudadanos y conciudadanas sino de un registro civil.
“En doscientos once años no hemos tenido éxito en reducir las diferencias socioeconómicas o atenuar la espinosa cuestión del color. Tampoco hemos logrado entregarles a nuestros ciudadanos un acta de nacimiento que pruebe que ellos existen y crear una situación interna que habría evitado que millones de haitianos y haitianas salieran del país a cualquier precio y, a veces, en cualquier condición. Si no aceptamos el hecho de que exis-te un problema, no habrá solución”, expone la comunicación del diplomático haitiano.
Sólo la Verdad
Como se aprecia, la campaña de desorientación, calumnias y manipulación asumida por las autoridades haitianas contra la política migratoria del gobierno dominicano comienza a ser desmontadas por lo que siempre se impone la justicia ante los ojos del divino creador. La verdad resplandeciente siempre hará libres a los hombres de buena voluntad que todavía existen en la faz de la tierra.
No obstante, sería oportuno que las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Dominicana difundan a nivel mundial el contenido de la carta del destituido embajador haitiano, Daniel Supplice.
Dicha comunicación debe ser publicada en los diarios The New York Times, Washington Post, la cadena CNN en transmisión en español e inglés y el Diario El País de España, entre otros medios impresos y electrónicos que han publicado editoriales y artículos de opinión donde se critica acremente al país y sus autoridades por la nueva política migratoria en vigencia.
Los detractores nacionales y extranjeros contra la política migratoria del país deberían ser mínimamente honestos y comenzar a admitir que las mentiras no perduran para siempre.
Articulo de Manuel Díaz Aponte
Domingo, 26 de julio de 2015