Aunque alguna gente ha manifestado sorpresa -mojigatería aparte- y casi nadie ha resistido la tentación de considerar como “nueva” la reconfiguración en marcha del panorama político nacional que anuncian los todavía inconclusos aprestos unionistas entre el PLD y el PRD, lo cierto es que la evolución del mismo en los últimos dos años -visible no sólo en los discursos sino también en el tono y las proyecciones que estos asumían- daba pie a esa posibilidad.
No luce ahora, pues, hacerse el tonto o, a la inversa, desgarrarse las vestiduras ante el fenómeno: si nos atenemos a la verdad monda y lironda, de lo que se ha tratado es de una “sincerización” de perfiles, sesgos y secretas alternativas que estaban más o menos bosquejados desde hace algún tiempo en función de los intereses vitales de los principales líderes y partidos del sistema… Ni los perredeístas ha estado tan apegados al perredeísmo como tendencia histórica, ni los peledeístas han hecho tanto caso a los valores del peledeísmo boschista… Y todos a una, como es harto sabido, juegan al “matarile” alborozadamente con base en la zorruna y a veces pestilente “sapiencia política” del balaguerismo.
En consecuencia, si bien son entendibles y hasta procedentes los cuestionamientos y las aprehensiones que han provocado los acontecimientos políticos más recientes tanto en el PLD como en el PRM y el PRD -sobre todo porque unos han lacerado sensibilidades y otros han trastocado imágenes y realidades que se daban por definitivas-, en realidad gran parte de éstos constituyen una especie de reencuentro de la política y la ciudadanía con sus rostros verdaderos: o sea, un abandono momentáneo -con desparpajo y sin cubrirse la nariz, por supuesto- de las caretas, las pantomimas y las agendas o libretos ocultos.
Más aún: tales acontecimientos, en general, resultan bastante a tono con los dos fenómenos político-sociales más preeminentes de la sociedad dominicana en el último cuarto de siglo: la degradación ética de la conciencia ciudadana (sintetizada en la “filosofía” del “na e na”) a resultas del incremento de la ignorancia y la codicia, y la desertificación moral y conceptual de los partidos (convertidos en antros de la mediocridad y el clientelismo) como consecuencia -y necesariamente hay que repetirlo- del triunfo de la ideología balaguerista sobre sus pares de antaño… Como si dijéramos: al cabo de los años (claro, unos más al cabo que otros y hasta exhibiendo pucheros) hemos “descubierto” que el balaguerismo era “lo mejor de lo mejor” y, todavía más, que todos en el fondo ahora somos balagueristas… (¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!).
En el caso del PLD desde 2011, cuando el hoy presidente Danilo Medina fue seleccionado como candidato presidencial, se pergeñaba que una victoria de éste en las elecciones del año siguiente implicaba un serio riesgo para el liderazgo del doctor Leonel Fernández, no sólo porque plantearía el problema de cómo lograr una adecuada "cohabitación" entre ellos (dados los conocidos antecedentes de rivalidades y agravios), sino también por el peso que el poder palaciego (que se transferiría) siempre ha tenido en las organizaciones políticas de militancia conservadora… Mucha gente lo ha olvidado, pero eso es historia escrita: el aparato clientelar peledeísta hizo pinitos en 1996 en oficinas ejecutivas dirigidas por colaboradores de la época del licenciado Medina.
(El doctor Fernández y sus seguidores estaban tan conscientes de la magnitud de ese riesgo que estuvieron jugando hasta el último momento a la carta de la reelección -finalmente abandonada en razón de que todavía a mediados de 2011 parecía imposible que el licenciado Medina venciera al ex presidente Hipólito Mejía-, y no tuvieron mas opción que aceptarlo y encararse con él, presas del temor, cuando el candidato del PRD retomó de manera beligerante el discurso anticorrupción y profirió amenazas de encarcelamiento contra ellos).
En lo tocante al PRM, desde que sus primeros balbuceos orgánicos fue evidente que la mayoría de sus dirigentes colocaba el enfrentamiento con el ingeniero Miguel Vargas por encima de su carácter de entidad oposicionista (en la inteligencia de que él era un aliado práctico del leonelismo), y en tal tónica aparentaron siempre tener igual o más aversión a éste que a sus enemigos del PLD (dentro del cual, por cierto, mostraron abiertamente preferencias por el sector del presidente Medina): le etiquetaron exitosamente el sambenito de “traidor” y virtualmente lo convirtieron en un paria de la política antigubernamental.
(La victoria del licenciado Luis Abinader en la convención del PRM fue saludada por muchos dominicanos sin militancia precisamente porque se entendía que él garantizaba una tregua con los perredeístas y, por lo tanto, la formación de un frente opositor sin exclusiones, pero los hechos inmediatamente posteriores mostraron lo contrario: ante pronunciamientos unitarios de congresistas y dirigentes del PRD -claro que tratando de garantizar “lo suyo”-, autoridades perremeístas e individuos de la intimidad tanto de aquel como del ex presidente Mejía proclamaron, situando el “movimiento” y sus conveniencias personales por encima de los objetivos estratégicos, que no era de su interés semejante propuesta de acuerdo electoral… La prensa está llena de estas reacciones).
En lo atinente al PRD, disminuido significativamente como entidad política, bajo amenaza de ver reducidas casi a cero sus fuerzas congresuales y municipales, en situación de peligro hasta para sus actuales privilegios financieros, vilipendiado y despreciado en gran parte de la franja opositora y con las encuestas indicando que sus simpatías no aumentaban sino que descendían, era previsible que sus dirigentes actuaran conforme a la más elemental lógica de supervivencia y, por lo tanto, se avinieran a un acuerdo con el danilismo (vencedor indiscutible en las querellas internas del PLD) que podría favorecerlo (con los adecuados disfraces programáticos) en términos de participación en la dirección del Estado.
(El anunciado pacto del PRD con el danilismo podría seguir expresándose también en el otro sentido: como viene a justificar a quienes acusaban al ingeniero Vargas de ser un “comerciante” y un “aliado” del PLD y liquida el “negocio” electoral que algunos de sus dirigentes ya tenían planificado para 2016, pudieran continuar las renuncias a todos los niveles de la organización y el notorio deterioro de su imagen, y si no recibe una adecuada ayuda gubernamental está en riesgo de ni siquiera obtener una votación que le garantice su actual estatus ante la JCE. Al haber actuado en sentido contrario a sus intereses como partido, pero favorable a los de sus más altos dirigentes, es posible que el PRD termine empequeñeciéndose aún más: ya no será la “ambulancia” de las disputas interiores del PRM por las candidaturas legislativas y municipales, como se esperaba, sino lo opuesto: su chivo expiatorio).
Del PRSC y los pequeños partidos que en los últimos tiempos han orbitado alrededor del gobierno peledeísta (con las excepciones de la APD, que se distanció definitivamente, y la FNP, cuya intransigente adscripción al leonelismo y al ultranacionalismo colisionó con los intereses del grupo gobernante) hay poco que decir: el primero se prepara para mantener o mejorar la rentabilidad de sus tratativas con el PLD (para lo cual preventivamente amenaza con la candidatura tipo “chuflai” del ingeniero Federico Antún Batlle), y los segundos dan notaciones de que tratarán de continuar medrando por cuatro años más bajo la sombra del Palacio Nacional.
Como se pergeñan actualmente las cosas, parece que el país quedará radicalmente dividido en dos grandes frentes (el oficialista y el oposicionista), pero el tamaño y la cohesión de éstos dependerán de factores que aún lucen en perspectiva: el efecto final de la reforma constitucional (defendible conceptualmente, aunque bastarda en su origen, como la de 2002) sobre la conciencia ciudadana, la actitud del leonelismo frente al proceso electoral, lo que haga o no haga el sector palaciego con los recursos públicos, la postura de los líderes opositores ante las urgencias unitarias y las tácticas de coyuntura, y sobre todo el manejo que desde el PRM se le de a los temas esenciales del debate político de la actualidad (los que importan para fines electorales, no los otros) y el grado de capacidad que muestre el licenciado Abinader para convertirse en una verdadera alternativa al bloque que encabezaría el PLD.
(El escándalo internacional Odebrecht-Andrade es un elemento potencialmente dañino que planea peligrosamente sobre la administración el licenciado Medina -no por la reacción nativa sino por la intervención de la justicia de otros Estados-, porque a pesar de que su nombre se ha mencionado sólo de manera tangencial en ciertos círculos políticos y financieros del continente, el curso que llevan las investigaciones al tenor no excluye la posibilidad de que se aireen hechos o conexiones en la República Dominicana que operen como gruesas gotas corrosivas sobre su imagen en tanto gobernante y candidato presidencial reeleccionista… Un adelanto: si en Brasil caen gerifaltes políticos, esperen el estruendo por estos lares).
Es obvio que el licenciado Abinader, joven líder centrista que exhibe excelentes credenciales personales y políticas, en estos momentos encarna la más viable opción de exitosa confrontación con la candidatura reeleccionista del licenciado Medina, pero no se debe olvidar que dentro del campo opositor también corre el doctor Guillermo Moreno, reputado líder de la nueva izquierda no doctrinaria, quién podría ser un elemento importante en el sesgo que adopten los ciudadanos que adversan al peledeísmo gobernante: habría que ver si se aviene a la “táctica” de un amplio frente opositor o si, a la inversa, insiste en su línea actual de autonomismo partidario, deslindamiento político y “acumulación de fuerzas”.
(Acaso proceda insistir en que uno de los problemas que debe encarar el licenciado Abinader para apuntalar su candidatura presidencial es, justamente, el que se refiere a su imagen política frente al país como parte integrante del PRM: él fue elegido adentro y ha sido aplaudido afuera, sobre todo, porque representa lo nuevo y fresco dentro de esa entidad -cuya personalidad institucional no acaba de definirse-, pero la preeminencia de criterios y dirigentes que fueron en muchos sentidos responsables de las últimas derrotas electorales del PRD es demasiado evidente, y hay quienes, sintiendo simpatías por aquel, albergan el temor de que todo termine de tal manera que lo único cualitativamente diferente en esa organización sea realmente él… La verdad es una sola: en el PRM hay tanta gente como en el PRD que tiene “añales” ordeñando el presupuesto nacional o haciendo negocios al desgaire con los gobiernos del PLD).
En otras palabras: a pesar de lo que dicen las encuestas -la mayoría de las cuales exhiben inconsistencias estadísticas elementales, pero indican tendencias inocultablemente reales-, los resultados de las elecciones del próximo año no están total y absolutamente definidos, y convendría que todos lo entendieran así: el danilismo, que luce casi imbatible dentro de su sólida armadura clientelar como consciente opción conservadora; los perremeístas, que lideran a la oposición liberal de centro y extrañamente siguen enfocando la mirada hacia la derecha; y, claro está, los de Alianza País, que tienen un candidato de “nueva izquierda” cuya fuerza aún es más moral que electoral… Un paso en falso -¡ojo!- podría terminar liquidando las excelentes expectativas actuales de cualesquiera de ellos.
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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