Al ex presidente Leonel Fernández lo conocí hace más de 30 años cuando me desempeñaba como reportero y columnista del periódico Nuevo Diario, que para entonces dirigía el extinto periodista y buen amigo, Pedro Caro.
Si mal no recuerdo, Leonel había sido designado secretario de comunicación o relaciones internacionales del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y frecuentemente llevaba sus artículos sobre la problemática mundial, con mucho conocimiento y profundidad.
Era delgado, hablaba con fluidez y con un acento impropio de los dominicanos. Hablábamos con frecuencia en diferentes lugares. En más de una ocasión jugamos uno que otro “21” en la cancha de básquetbol del Mauricio Báez que entonces no estaba techado ni tenía aire acondicionado.Era un hombre afable y sencillo, con ideas de izquierda.
Cuando ganó la candidatura presidencial lo celebramos en la casa de Roberto Santana y Yumayla Sabbat Cury, junto a la fenecida Gladys Gutiérrez, Diandino Peña y Félix Bautista que aún no se había graduado y formaba parte de la escolta. Recuerdo que días después le hice una entrevista de dos páginas para El Nacional que supongo debe conservar porque fue la primera.
Mi vínculo con él se quebró luego de una reunión con Joaquín Balaguer donde hizo un pacto secreto, racista y vulgar en contra de Peña Gómez, que al final lo llevó a la presidencia de la República. No se lo perdoné y jamás le dirigí la palabra, hasta el sol de hoy.
La metamorfosis, primero personal, luego política e ideológica, que se produjo en Leonel, fue increíble. Dejó de ser la misma persona, humilde, conversadora, con ideas y principios éticos y morales, para declararse seguidor de personajes tan funestos como Joaquín Balaguer y Vincho Castillo, no de Juan Bosch.
Aquella esperanza de redención popular, de desarrollo social, se desvaneció. Leonel se rodeó de lo peor de lo peor en materia política. Durante sus gobiernos la corrupción alcanzó niveles inigualables en la historia. Si alguien pudo sacar el país del atraso y el subdesarrollo, ese era Leonel, por razones generacionales, por formación política y cultural, por sus raíces, pero no lo hizo.
Hoy debe preguntarse, como diría el cantautor cubano Pablo Milanés, “¿dónde andarán los amigos de ayer?” ¿Dónde están los que antes lo adulaban y lo ensalzaban, los que le sugerían que se pusiera los “pantalones” para optar por nuevos periodos, los que le besaban la mano, los que acudían al Palacio Nacional a felicitarlo cada primero de enero y en su fecha natalicia, los que iban a las recepciones a lisonjearlo, los periodistas que lo elogiaban desde sus cargos en el país y en el extranjero con jugosos salarios y prebendas millonarias, los jueces que designo en las altas cortes, los que se enriquecieron en sus gobiernos con las contratas grado a grado, el narcotráfico, el tráfico de influencias, el crimen, el nepotismo? Se preguntará, ¿dónde están todos esos canallas?
Casi todos se han ido. Cambiaron de bando. Se pusieron otra chaqueta. Su “líder” es otro, el nuevo jefe, el que trae a Quirino y lo convierte en un héroe, el que controla el Comité Político y el Central del PLD y lo convierte en un presidente sin poder y sin funciones, el que nombra y cancela, el que hace rico y empobrece, el que decide quién vive y quién muere, el que controla la prensa, la policía y las Fuerzas Armadas, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, el Congreso, la Cámara de Cuentas, el Ministerio Público, el Cuerpo de Bomberos y hasta los clubes deportivos. ¡El dictador del siglo XXl!
La política, compay, la política…
Ya lo he dicho: Los mismos que cantaron y bailaron recogiendo limosna no lo tumban, fueron los mismos que luego cantaron y bailaron la fiesta del chivo cuando mataron a Trujillo.
Leonel, el príncipe, el todo poderoso, el sempiterno del poder, hoy está más solo que un perro ladrándole a la luna, quedando demostrado que la lealtad política, no existe, que los amigos del cargo son eso, amigos del cargo, no del ser humano.
Leonel no fue leal a sus valores y principios, a su líder Juan Bosch. Hoy paga las consecuencias. ¡Ojalá haya aprendido la lección!