Así como el inquieto cineasta y profesor Jimmy Sierra ha decidido proyectar parte de su vida con su entorno social y amigos a través de la fotografía en blanco y negro del pasado y ahora en el presente en full color, los que dominan el mundo y se han lucrado de sus riquezas por siglos deberían hacer lo mismo con los desamparados de la fortuna.
Aquellos que tienen una vida en “blanco y negro” y que nunca han podido disfrutar del esplendor del color merecen un mejor porvenir.
Los explotadores de las riquezas del mundo son los responsables de que nuestros pueblos estén siendo azotados por la pobreza extrema, delincuencia, violencia e inseguridad ciudadana. Países como Costa Rica, El Salvador, México, Guatemala, Panamá, Brasil, Nicaragua, Puerto Rico, Haití, Estados Unidos, España, Nigeria, Venezuela y República Dominicana entre otros los crímenes, violaciones, robos y asaltos con armas blancas y de fuegos son acciones cotidianas y reflejos de las desigualdades sociales.
¿Para qué ha servido el cacareado modelo económico neoliberal que nos vendieron como la opción que resolvería los problemas y desigualdades sociales de nuestros pueblos?
Luego de más de dos décadas de aplicación del nuevo modelo económico y comercial del capitalismo mundial tenemos actualmente más miseria, menos poder adquisitivo entre la población asalariada, desempleos, mayor concentración de la riqueza en pocas manos y una visible disminución del aparato estatal en la mayoría de los países latinoamericanos.
El neoliberalismo prometió bienestar económico y social para la población media y de menores ingresos, así como el fortalecimiento de las áreas de servicios públicos y mayor control en el manejo de los bienes colectivos.
Sin embargo, ahora tenemos más pobreza, violencia, e incertidumbres en nuestros países y la otrora emergente y pujante clase media está cada vez más empobrecida y camino a desaparecer del escenario en un mundo tan desigual e injusto.
Efectos del Proteccionismo
Los productores nacionales se han ido a la quiebra en la mayoría de esos países ante las medidas proteccionistas que establecen los mercados norteamericanos, así como las diversas disposiciones y trámites para la exportación de los productos nativos.
Ese capitalismo salvaje como sabiamente lo definió el fenecido Papa Juan Pablo Segundo ha empeorado los niveles de vida de la población mundial provocando una estampida y flujo migratorio jamás conocido entre la humanidad. Las seguridades fronterizas conjuntamente con la aplicación de leyes migratorias han tenido que ser reforzadas ante la salida masiva de millones de personas que huyen de la miseria tratando de ingresar a otros territorios con mejores niveles de ingresos y calidad de vida.
La República Dominicana está siendo acosada por los haitianos que ingresan a nuestro país en busca de superar sus penurias.
Los africanos invaden las costas europeas en frágiles embarcaciones tratando de burlar la seguridad para penetrar a Francia, Inglaterra, España, Holanda, Italia, Portugal y otros destinos del Viejo Continente.
Y lo mismo ocurre con los mexicanos, dominicanos, cubanos, haitianos y centroamericanos que diariamente intentan ingresar a territorio norteamericano.
En las décadas de los sesenta, setenta y ochenta los gobiernos y fuerzas capitalistas diseñaron y aplicaron con notables éxitos una campaña distorsionadora presentando al socialismo como “un peligro” para la humanidad que podría atentar inclusive contra la especie humana.
Pero resulta que ha sido todo lo contrario y quien verdaderamente está acabando con la humanidad es la ambición desmedida de la sociedad de consumo y su modelo neoliberal que ha auspiciado la disminución del Estado en las decisiones políticas, sociales, legislativas, económicas y trasformaciones de la sociedad.
La cultura del individualismo, “el salvase quien pueda”, la corrupción administrativa y la privatización de las empresas públicas incentivan una visión donde el ser humano pasa a convertirse en un simple objetivo para explotar.
“El pez grande se ha ido comiendo al chiquito” en desmedro de un espacio social donde con anterioridad la convivencia era más armónica, humana, respetuosa y con mayor seguridad.
¿Hacia dónde vamos?
El progresivo deterioro de las instituciones públicas y privadas en América Latina es un serio problema que amenaza con lo que todavía nos queda de institucionalidad en la región.
Los gobiernos de América Latina tienen cada vez menos recursos para asegurarle a la ciudadanía servicios públicos de calidad en los hospitales, centros educativos, suministro de agua potable, energía eléctrica y vías de comunicación como autopistas y carreteras.
La democracia ha sido instituida en la región con niveles de estabilidad desde el poder, pero aún queda solucionar la terrible inequidad social causante mayormente de la violencia y delincuencia predominante.
La inseguridad ciudadana es la principal amenaza del modelo democrático latinoamericano y no el “cuco del comunismo” como plantearon por años los sectores conservadores y de ultraderecha del mundo.
El joven de ideas revolucionarias tenía formación política y en sentido general era un mejor ciudadano que aquellos que hoy en día están atrapados en el mundo de las drogas y la delincuencia, responsables en gran medida de la violencia callejera.
Pese a que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) asegura que en quince años la pobreza extrema en el mundo será “eliminada”, todavía hay una dura realidad que deberá ser asumida con determinación por los distintos gobiernos y organismos multilaterales del planeta.
Martes, 4 de agosto del 2015