La agresión a nuestra madre naturaleza ha sido implacable, sistemática y brutal.
El ecosistema dominicano no parece resistir tantos abusos y maltratos.
Las huellas son evidentes como expresiones del desprecio puesto de manifiesto por una irresponsabilidad colectiva que luce no tener límites.
Los filosos instrumentos cortantes y las sierras motorizadas, en manos de depredadores apadrinados por quienes están llamados a que se respete y preserven los recursos de la hermosa flora nacional, son armas poderosas en la devastación de impresionantes santuarios de la naturaleza.
El llamativo verdor y frescor que caracterizaba la campiña criolla viene siendo malogrado por incendios forestales que procuran, sin importar consecuencias, abrir espacios para el levantamiento de privilegiados complejos de cabañas donde correa el confort y el lujo.
Las extracciones de arena y grava de manera despiadada han logrado generar tétricos escenarios en los cauces de ríos que en un pasado reciente ofertaban a sus visitantes caudalosas aguas cristalinas y refrescantes.
El desparrame de substancias contaminantes junto a la acumulación de desechos sólidos en cualquier espacio geográfico representa una cíclica desvergüenza en una media isla del Caribe compelida a ser plenamente encantadora.
Son las anteriores, junto a otras no menos convincentes, las razones que obligan explicar el por qué de la actual carencia de agua potable, las insoportables altas temperatura y cada vez más creciente contaminación ambiental que vive la población dominicana.
Las incesantes heridas al bosque alucinante que en otrora engalanaba nuestras erguidas montanas lo convirtieron en áridas laderas improductivas que imposibilitan el rocío encantador y las lluvias que servían de musa al poeta y de fuente de vida al perseverante agricultor.
Hoy, la madre naturaleza, arquitecto prodigioso, fuente de belleza, riqueza y sabiduría, se resiste ante su exterminio y reacciona dando paso al castigo justiciero.
Empieza a cobrar, como había de esperarse, ante tantas agresiones y destrozos generados por las demoledoras manos y la perversa consciencia de seres encubiertos por la túnica de la impunidad.
Y mientras perdure tan dañina actitud y comportamiento colectivo el enfrentamiento continuará siendo una realidad inexorable.
Superar tan angustiosa situación llama a traspasar las fronteras de la represión policial aplicada a hacendosos lavadores de vehículos, en plena vías públicas, como parte de paquete de medidas correctivas.
Es una lúgubre realidad que requiere del compromiso de todos y todas, que trascienda el tradicional llamado a San Isidro El Labrador, para que ponga el agua y quite el sol..!!
Es la manifestación evidente de que toda acción conlleva su reacción.
La acentuada sequía y el insoportable calor que actualmente cubre la geografía nacional exigen de un estado de consciencia y pacto social que conduzca a un inapelable plan nacional de acciones tendentes a custodiar y proteger santuario natural.
Basta de demora, retórica hueca de contenido y de lamentaciones inútiles..!!
Manos a la obra, no hay tiempo que perder..!!
Agosto 31 del 2015
New York, NY